Aunque la transferencia de esos tesoros nacionales a la Iglesia ortodoxa rusa complace a los creyentes, expertos en arte lo denuncian como una maniobra política que pone en riesgo piezas preciosas y frágiles.
La conmoción comenzó a mediados de mayo cuando el Patriarcado anunció la decisión del presidente Vladimir Putin de cederles por decreto la obra La Trinidad de Andréi Rublev, un emblema nacional que data del siglo XV.
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El más misterioso de los íconos rusos, cuya perfecta armonía lleva un siglo atrayendo multitudes a la Galería Tretiakov de Moscú, se expondrá a partir del 4 de junio en la Catedral de Cristo Salvador, cerca del Kremlin. El cuadro irá posteriormente a su monasterio original de la Trinidad y San Sergio en Sérguiyev Posad, el "Vaticano ruso", a 70 km de Moscú.
Casi al mismo tiempo, el célebre Museo del Hermitage de San Petersburgo (noroeste) anunció la entrega de la tumba del príncipe Alejandro Nevski, un héroe nacional que vivió en el siglo XIII, a ese monasterio que la albergaba antes de la revolución bolchevique. "En este momento geopolítico (...) el valor sagrado del monumento es más importante que su valor artístico", explicó Mijaíl Piotrovski, director del Hermitage.
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"Cimiento" nacional
Estas donaciones presidenciales se dan en el contexto de la ofensiva de Moscú contra Ucrania, apoyada activamente por el jefe de la Iglesia ortodoxa rusa, el patriarca Kirill, aliado de Putin. Al traspasar estas reliquias a la Iglesia, el presidente "quiere devolverle a Rusia su cimiento", declaró a AFP Leonid Kalinin, hasta hace poco encargado de arte religioso del Patriarcado.
Como hace siglos, esos símbolos religiosos son parte integrante del conflicto. En abril, durante una visita a una región del sur de Ucrania ocupada por los rusos, Putin ofreció a los soldados una copia de un ícono, cuyo original fue enviado a una iglesia dedicada a las fuerzas armadas.
En ese contexto, La Trinidad de Rublev, con sus tres ángeles sentados a la mesa en torno a una copa común, se convirtió en un símbolo de unidad del país. "Contemplar La Trinidad de Rublev ayudó a los príncipes rusos a superar la discordia del mundo", explicó a AFP Lev Lifshits, de 80 años, autor de varias obras sobre arte ruso antiguo. En julio pasado, esta obra icónica estuvo expuesta durante tres días en el monasterio de la Trinidad y de San Sergio.
Alianza entre el Kremlin y la Iglesia
Pero, para los defensores del arte, la Iglesia tiene una carta maestra: Putin, quien depende de la ayuda del Patriarcado para unificar a la población de cara al conflicto con Kiev. La alianza entre el Kremlin y la Iglesia en tiempos difíciles no es nueva: en 1943, pese al ateísmo oficial, Stalin "rehabilitó al clero ortodoxo y reabrió 10.000 iglesias en la Unión Soviética, recordó Kalinin.
Cuenta una leyenda muy extendida en Rusia que Stalin hizo sobrevolar Moscú un avión con un ícono milagroso para unir a la nación, entonces en guerra contra la Alemania nazi.
En ese contexto, para Lifshits, la transferencia de La Trinidad de Rubliov a la Iglesia es "política". "Esta decisión del Kremlin significa que la situación política allí es considerada como extremadamente grave", declaró a AFP el politólogo ruso Georgi Bovt.
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"Todavía no hay victoria (sobre Ucrania), el ejército no ha estado a la altura, a Putin solo le queda pedir ayuda a Dios", como los soberanos de antaño, resumió.
"Riesgo" para las obras
Pero los expertos en arte temen sobre todo un posible deterioro de las obras transferidas a la Iglesia, donde las condiciones de conservación serán menos profesionales. La transferencia de La Trinidad de Rublev "corre el riesgo de ser destruida", advierte Lifshits. Tras su exposición en el monasterio en julio, los expertos observaron 61 signos de deterioro, a pesar de la cápsula protectora.
Si vuelve a salir del museo, "la próxima generación no la verá en su aspecto actual", declaró a AFP la experta Lilia Evseeva, del Museo de Íconos de Moscú. La devolución de esta pieza al la Iglesia provocó una movilización de la Academia Rusa de las Ciencias: la semana pasada, una veintena de académicos denunciaron su "estado desastroso", que hace "imposible e inadmisible" su traslado.
En una señal de la crispación que envuelve el debate, el arcipreste Kalinin fue destituido la semana pasada de su cargo, luego de sugerir exponer una copia de La Trinidad en la catedral mientras se construyera una cápsula protectora eficaz.
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