La obra de Gustav Klimt ha creado una imagen mental clara, para aquellos que escuchan su nombre. Grandes lienzos, impregnados de colores cálidos, amarillos y dorados que funcionan como destello, hacen parte de los rasgos característicos de pintor austriaco, uno de los exponentes más importantes del Art Nouveau —un movimiento artístico de finales del siglo XIX que contrastó el impacto de la segunda revolución industrial con elementos de la naturaleza, a través de una intención especialmente decorativa que enfatizó en la estética heredada de la época bizantina, los grabados japoneses, el movimiento barroco y rococó—.
Radicado en Viena durante el punto más álgido del movimiento, Klimt se convirtió en un referente obligado, el representante de un sentir particular e inquietudes artísticas del momento. Sus pinturas están dotadas de una fuerza emocional que oscila entre la sensualidad y la extrañeza, reforzadas a través de puntos de fuga poco usuales, cortes abruptos en algunos rasgos de los personajes y escenas que reflejan contacto entre los mismos.
El artista nació durante la mejor época del Imperio austrohúngaro. Se decidió por la pintura, inspirado en el estatus de los artistas durante su juventud, la mayoría de ellos protegidos por la burguesía que encontró en las piezas artísticas una forma de distinguirse en la sociedad. Sin embargo, Klimt se esforzó por mantener una vida privada tranquila que no interviniera en su popularidad como artista, no en vano, antes de cumplir 30 años era uno de los artistas más prestigiosos de Viena, pero ese reconocimiento se vino abajo a finales de siglo, con la llegada de las nuevas disciplinas europeas.
Esos rasgos pasionales de la obra de Klimt, fueron despreciados por la academia y se convirtieron en discusiones que alcanzaron el Parlamento, luego que el artista, junto a Franz Matsch, fueran encargados de pintar el techo del Aula Magna de la Universidad de Viena en 1894. Klimt debía crear las obras para medicina, filosofía y jurisprudencia, pero desde los primeros bocetos, hubo revuelo por el estilo que propuso. Para 1898 combinó Ninfas desnudas, esfinges con miradas crudas y mujeres amamantando desnudas hacían parte de las imágenes que había creado el artista y que desataron toda una discusión sobre la pérdida de decoro y la ausencia de los hombres en las representaciones.
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Esa apuesta creativa de Klimt fue leída como una ofensa por parte del Gobierno, tanto así que acabó con su carrera como profesor de la Academia y en su reemplazo, admitió a uno de los artistas más críticos de Klimt. Aunque los cuadros no fueron rechazados, no fueron expuestos dentro del claustro.
Sin embargo, sería la Guerra la que se ensañaría con la obra de Klimt. Durante la ocupación nazi, la Gestapo —policía secreta oficial de la Alemania nazi— confiscó los tres cuadros y los almacenó en el Palacio Immendorf . Un día antes de terminar la Segunda Guerra Mundial, ejército nazi incendió el palacio y solo quedaron fotos y bocetos de las tres obras de Klimt. En el hecho desaparecieron muchas más obras del artista, ni siquiera se tiene un cálculo exacto de las pérdidas, pero han vuelto a la vida digital gracias a Google arts & culture y el Museo Belvedere de Austria, quienes las han reconstruido con inteligencia artificial.
Klimt vs. Klimt: El hombre de las contradicciones, es el nombre de la alianza dedicada al maestro del Art-Nouveau, que contempla un especial digital en el que reúne videos, presentaciones de diapositivas digitales con atractivas funciones de zoom y una exposición virtual de Klimt que nunca podría duplicarse en la vida real, tanto por el costo como porque algunas de esas pinturas ya no existen.
Emil Wallner, ingeniero de Google, dedicó más de seis meses a programar el código de inteligencia artificial con el que trabaja el algoritmo para que consiguiera generar predicciones de color acordes a la obra de Klimt. Para que el algoritmo fuera preciso, se lo abasteció también de un millón de fotos de cosas del mundo real, incluidas personas, animales y edificios, además de 91.749 obras de arte que ya almacena Google Arts & Culture (la plataforma alberga piezas y documentación de más de 2.500 instituciones culturales de 80 países). “Esto permite que el modelo de aprendizaje automático asimile los límites de los objetos, las texturas y las composiciones frecuentes en las obras de arte”, aseguran los expertos dela plataforma.
El robot utilizado por el equipo no se encargó de colorear manualmente las pinturas sino que planteó un análisis estadístico de las obras de arte existentes de Klimt y aprendió a imitar el estilo de coloración. Por eso, con las referencias cromáticas que había generado el algoritmo, los especialistas insertaron cuidadosamente los colores en las tres pinturas del maestro austriaco.
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