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Así es la nueva sede del museo de Edvard Munch

Ahora, la numerosa familia de Edvard Munch, más de 26.000 obras como la universalmente conocida "El grito", estrena un nuevo hogar en Oslo.

Oslo

Atrás queda al edificio envejecido, obsoleto, mal protegido y periférico en el este de la capital noruega. Este viernes, el museo Munch se muda al mismo centro de la ciudad, dentro de una torre espaciosa y moderna, pero también criticada. "Puede ser el mayor museo consagrado a un solo artista", señala el director del museo, Stein Olav Henrichsen, mostrando sus nuevos aposentos.

Con 13 plantas y más de 26.000 metros cuadrados, el nuevo edificio bautizado "Lambda" ofrece cinco veces más espacio de exposición que el inmueble tristón que albergaba hasta ahora el tesoro nacional en el barrio popular de Tøyen. Soltero empedernido y sin hijos, Munch (1863-1944) legó su obra a la ciudad de Oslo, elegida en su vejez en detrimento del Estado noruego. Heredero inicial, el país había caído en manos de la Alemania nazi que veía en este pionero del expresionismo un representante del "arte degenerado".

A orillas del fiordo, justo detrás de la ópera, el nuevo museo repara una injusticia histórica dando al artista el envoltorio que su obra merece. La previsión es alcanzar 500.000 visitantes --y la esperanza superar el millón-- para la colección permanente, que acogerá 200 obras en 4.500 m2.

Además de las lúgubres referencias a la angustia, la desesperación y la muerte, algunas piezas del pintor noruego abordan cuestiones menos deprimentes como el amor, los autorretratos o los paisajes. Frente a la palidez de la piel de cuerpos desnudos, enfermos o sin vida, brillan los colores rojizos del pelo o del cielo.

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Como no podía ser de otra manera, la colección contiene "El grito", el emblema del museo presentado en diferentes versiones, y otras obras principales como "Vampiro", "La Madonna" o "La niña enferma". Pero junto a ellas aparecen incontables piezas menos conocidas, esculturas, fotografías, una película o murales enormes como "El sol" que, en el momento de la construcción, tuvieron que introducirse por una grieta especial, después tapada. "Munch quería tener un museo. Se refería a sus obras como sus niños y quería que estuvieran todas juntas en el seno de una colección", explica la comisaria Trine Otte Bak Nielsen.

El edificio no genera una reacción unánime. Su parte superior oblicua no convence y los ventanales iluminados prometidos encima de las planchas de diseño están ahora escondidos por unos raíles de aluminio que parecen "barreras de seguridad".

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En 2019, el historiador de arte Tommy Sørbø ya denunció el "destrozo" de Oslo, una "catástrofe anunciada". Su opinión no ha cambiado, "al menos para el exterior y la entrada". "El vestíbulo parece un aeropuerto, un almacén, un hotel o un edificio comercial", dice a AFP.

"No hay nada en la elección de los colores y los materiales que anuncie que el lugar alberga (la obra) de uno de los grandes artistas del mundo", continúa. La dirección capea el temporal. El museo debe provocar como lo hizo la obra de Munch en su tiempo, asegura. "El edificio se adapta muy bien a la colección porque es un edificio monumental, un edificio brutal, situado en el corazón de la ciudad y que obliga a la reflexión", estima Henrichsen.

Y a lo mejor, las denostadas "barreras de seguridad", disuadirán a las personas malintencionadas que durante años han tratado de robar en múltiples ocasiones las obras de Munch en Noruega. Uno de los casos más notorios sucedió en 2004, cuando unos ladrones se hicieron con "El grito" y "La Madonna" en una operación que buscaba distraer a la policía un día después de un sangriento asalto a mano armada en un banco.

La historia tuvo un final feliz y las dos obras maestras fueron recuperadas. "Es probablemente el edificio más seguro de Noruega, pero no os daréis cuenta. La seguridad es muy discreta porque queremos que la atención se centre en el arte", explica Henrichsen. "Lo puedo proclamar públicamente: no habrá robos aquí", asegura.