"La película es muy personal, habla de mi universo, habla de mis amigos y quería que a través de ellos se entendiera algo que está pasando en mi ciudad, en Colombia y creo que en muchas partes del mundo", explica a Efe el joven realizador en la Mostra veneciana.
Montoya (Medellín, 1992) compite en la Semana Internacional de la Crítica, sección paralela del festival italiano, con "ANHELL69", su debut en el largo tras pasar por Cannes hace dos años con su corto "Son of Sodom", título que lleva tatuado en su pierna izquierda.
Se trata de una obra experimental en la que cabe todo, que evoca noches eternas de drogas y música electrónica en los bajos fondos de una Medellín existencialista, una "ciudad fantasma" a veces dura y conservadora, pero también joven, transgresora y violenta.
No en vano, un joven director narra con parsimonia su pasado en sus calles mientras ultima la preparación de su primera película sobre un mundo en el que los "maricas" buscan fantasmas en las sombras de la noche para tener sexo con ellos: son los "espectrofílicos".
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De este modo, la joven y críptica comunidad LGBT de Medellín, de la que forman parte muchos de los amigos del propio autor de la obra, aparece retratada para ahondar en sus sueños, dudas y temores.
"Más que una película es una canción, un mix, porque antes de empezar a hacer cine siempre me interesó la música electrónica y quería ser DJ", sostiene el cineasta en el Lido veneciano.
Pero también es un homenaje a los nombres que le inspiraron, como Víctor Gaviria, Carlos Mayolo y Luis Ospina, exponentes del "gótico tropical", Harmony Korine, Abbas Kiarostami, Jean-Luc Godard -sobre todo por "Pierrot le Fou" (1965)- y hasta la movida madrileña de Pedro Almodóvar.
"Cada escena estaba inspirada en algún director", reconoce.
"ANHELL69" también es un ejercicio de "metacine", de "película dentro de la película", habida cuenta de que su protagonista trata de rodar una historia sobre esos "espectrofílicos" que son perseguidos solo por querer acostarse con fantasmas.
Por eso, deja entrever una denuncia clara: "De cómo las minorías son perseguidas por las fuerzas estatales, que pueden ser el gobierno, la policía, la religión o la sociedad misma", alega.
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Y añade: "Es una metáfora de por que te gusta algo diferente eres perseguido. Que no es solo la comunidad LGBTI* sino que puede ser cualquier otra minoría, quien se salga del statu quo".
Montoya, siempre parapetado en sus gafas de sol, considera su presencia en Venecia como una "suerte muy extraña" pero señala el valor de festivales de esta envergadura: permitir que el mundo vea películas metafísicas y singulares como la suya.
A pesar de su juventud, ya ha pasado por Cannes y la Mostra, dos de los festivales de cine más potentes del planeta, pero no se atreve a vaticinar su futuro artístico y bromea con dejar el cine y dedicarse a actividades más prosaicas y seguramente menos legales. Recuerde conectarse con la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
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