
En el mundo digitalizado en que vivimos, la mayoría sólo escribe tecleando en computadoras y smartphones y, como mucho, redacta a mano algunas notas o listas de la compra. Pero rara vez nos comunicamos mediante cartas o usamos bolígrafos. En su lugar, utilizamos cada vez de forma más regular correos electrónicos, mensajes de texto, o incluso notas de voz.
Escribir a mano un texto largo nos resulta cada vez más tedioso. Tareas como rellenar una tarjeta de cumpleaños o escribir una carta presentable requieren de toda nuestra concentración. Todo esto aumenta el riesgo de que, poco a poco, olvidemos la escritura manuscrita.
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La importancia de aprender a escribir a mano
Desde pequeños aprendemos a escribir a mano de la forma más correcta y ordenada posible. Aunque todos los niños aprenden las mismas letras, su caligrafía suele ser muy diferente.
En la adolescencia, y al principio de la edad adulta, nuestra letra suele cambiar considerablemente, pero a partir de entonces sigue siendo prácticamente la misma para la mayoría de las personas. Llegada la vida adulta, cada persona suele tener su propia letra.
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Pero sin rutina ni control, la escritura a mano se deteriora. Los problemas de caligrafía son desde hace mucho tiempo un problema de toda la sociedad, no sólo de los niños, como a menudo se afirma. De hecho, durante el período escolar al menos sí se controla que todo el mundo mantenga una caligrafía correcta y legible.
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A pesar de ello, la Asociación Alemana para la Educación y la Formación lleva años advirtiendo un deterioro de la escritura, así como un aumento de los déficits en las habilidades motoras entre los escolares. Según un " Estudio sobre el desarrollo, los problemas y las intervenciones en la escritura a mano ” (STEP 2022), cada vez más niños tienen problemas para escribir de forma legible y rápida. Los confinamientos y la educación desde casa durante la pandemia del COVID-19 han agravado esta tendencia.
Escribir a mano ayuda a pensar y a aprender
Escribir en un teclado es un método imbatible, sobre todo para textos largos, ya que la estructura del texto puede modificarse a voluntad. La autocorrección elimina pequeños errores, y la escritura en general es más rápida, más legible y menos agotadora.
En cambio, escribir a mano desafía al cerebro más que escribir a través de un dispositivo, y, por tanto, también favorece el aprendizaje. Un estudio noruego de 2024 descubrió que escribir a mano aumenta la actividad cerebral precisamente en las regiones del cerebro importantes para el aprendizaje. Se midió una mayor interacción en las áreas del cerebro responsables de la memoria y el procesamiento de la información motora y visual.
Además, al escribir, el cerebro compara la escritura resultante con modelos aprendidos de letras y palabras y ajusta la posición del dedo en tiempo real. El ojo y el cerebro controlan constantemente si los dedos están guiando el bolígrafo correctamente, ejerciendo la presión adecuada y si se están creando líneas claras al escribir. Esto requiere una coordinación muy precisa entre los procesos visuales y motores. Según el estudio, es esta combinación de información visual y procesamiento de la información lo que favorece el aprendizaje.
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Aunque escribir a mano es más lento que teclear, esto no es necesariamente una desventaja. La lentitud natural nos obliga a procesar la información de forma más intensiva.
Resumimos mejor lo que hemos oído o las líneas de pensamiento, resaltamos palabras clave o citas, establecemos conexiones con flechas o marcadores; en general, nos implicamos más intensivamente con el contenido y, por tanto, lo recordamos durante más tiempo.
¿Se está perdiendo una habilidad milenaria?
Escribir a mano es una de las técnicas culturales más importantes. Hace miles de años, la gente ya tallaba la información en arcilla o piedra o la escribía con tinta en hojas de palmera, pergaminos o papiros. Hasta la invención de la imprenta, la escritura a mano era la única forma de registrar el lenguaje en un soporte.
La escritura más antigua tiene entre 5.000 y 6.000 años: los sumerios desarrollaron entonces una escritura cuneiforme en lo que hoy es Irak. Esta escritura pictográfica constaba de unos 900 pictogramas e ideogramas, es decir, símbolos y signos que se rayaban en placas de arcilla húmeda con palillos de madera. Con el tiempo, esta "caligrafía” evolucionó hasta convertirse en diversos tipos de escritura y en nuestro alfabeto actual.
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Al contrario que el habla, en su día, la escritura sólo estaba al alcance de la nobleza, los intelectuales y los comerciantes. El hecho de que hoy en día tanta gente sepa leer y escribir se debe a la introducción de la enseñanza obligatoria en el siglo XX.
En 1820, sólo el 12 % por ciento de la población mundial sabía leer y escribir. Hoy en día, la proporción se ha invertido: según la Unesco , sólo alrededor del 13 % de la población mundial no sabe leer ni escribir. La mitad de los aproximadamente 765 millones de analfabetos viven en el sur de Asia, y más de una cuarta parte en el África subsahariana. Dos tercios de los analfabetos del mundo son mujeres.
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