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¿Nos están deformando los 'reality shows'? Lo que La Casa de los Famosos dice (y oculta) de nosotros

Se habla de ellos en los almuerzos familiares, en los chats de WhatsApp y en los 'trending topics' de X. Tienen clubes de fans, cuentas de memes y campañas de votación que rivalizan con las elecciones reales. ¿Qué hacen en nuestro cerebro los 'reality shows'?

Televisión
Todos los días programas de telerrealidad son los primeros en tendencias de búsquedas en internet.
HJCK

En la última década, los reality shows han ocupado un lugar central en la programación televisiva colombiana, capturando la atención de millones de espectadores. Entre estos, La Casa de los Famosos Colombia ha destacado por su capacidad para generar conversación, alimentar el debate público y mantener a la audiencia pegada a la pantalla. Este fenómeno, sin embargo, no es exclusivo de Colombia. Desde Big Brother hasta Keeping Up with the Kardashians, el mundo ha asistido a una expansión acelerada de los formatos de telerrealidad. ¿Qué factores sociológicos explican esta fascinación? ¿Y qué implicaciones tiene el consumo continuo de este tipo de entretenimiento?

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El atractivo de lo íntimo y la lógica del espectáculo

Uno de los factores clave en la popularidad de los reality shows es su capacidad para exponer lo íntimo, lo espontáneo, lo emocional. Este "voyeurismo consensuado" habilita un tipo de entretenimiento donde los límites entre lo privado y lo público se difuminan. En el caso colombiano, La Casa de los Famosos mezcla ingredientes familiares: encierro, competencia, drama emocional y celebridades. El resultado es una narrativa en tiempo real que captura no solo la atención, sino también la emoción del espectador.

El sociólogo francés Jean Baudrillard, en su teoría sobre la hiperrealidad, anticipó este tipo de fenómeno mediático: en la era de los medios, ya no consumimos la realidad, sino una versión amplificada y estilizada de ella. Esto es evidente en programas como Keeping Up with the Kardashians, donde la vida familiar se convierte en un producto visual cuidadosamente editado. Lo mismo ocurre en la versión colombiana de La Casa de los Famosos: aunque se vende como “vida real”, todo está diseñado —escenografía, reglas, cámaras estratégicas— para maximizar el espectáculo.

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Identificación emocional y sentido de comunidad

Más allá del morbo, los reality shows generan una identificación poderosa. El espectador proyecta emociones, se identifica con participantes, toma partido. Esto ha sido ampliamente documentado por estudios en psicología social como el publicado por la Universidad de Stirling en 2020, que revela que la implicación emocional con figuras de reality shows activa las mismas regiones cerebrales asociadas con las relaciones personales.

Además, el componente participativo refuerza el vínculo entre audiencia y programa. En La Casa de los Famosos Colombia, el público vota, comenta, reacciona. Esta interacción activa convierte al espectador en coautor del espectáculo. Y con ello se refuerza un tipo de comunidad temporal, una sensación de pertenencia que se articula en redes sociales, foros, y chats privados.

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El imperio del drama como estructura narrativa

La televisión de realidad vive del conflicto. La narrativa de estos programas está construida sobre el drama: enfrentamientos, traiciones, confesiones, reconciliaciones. Esto no es nuevo. Desde Gran Hermano en 1999, el modelo ha demostrado que el drama humano genera más fidelización que cualquier otra estrategia narrativa.

Pero en el caso colombiano, donde las tensiones sociales reales (clasismo, racismo, regionalismos) se replican dentro del formato, el drama deja de ser simplemente entretenimiento y se convierte en un espacio simbólico donde se juegan formas de poder, representación y exclusión. Como lo ha señalado el investigador Omar Rincón, los realitys en América Latina funcionan como “alegorías sociales donde se ensayan las formas de convivencia nacional”.

Redes sociales, memes y cultura de segunda pantalla

El consumo de estos programas ya no ocurre únicamente frente al televisor. Hoy el espectador colombiano ve La Casa de los Famosos mientras comenta en X, hace memes en TikTok y sigue cuentas fan en Instagram. Esta “cultura de segunda pantalla” ha ampliado el impacto de los realitys y ha multiplicado su presencia en la vida cotidiana.

Según cifras de la consultora Kantar Ibope, La Casa de los Famosos Colombia generó más de 720 millones de impresiones digitales y millones de interacciones en plataformas sociales. Estos números confirman que el reality no solo se ve, sino que se vive como una experiencia colectiva, inmediata y participativa.

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¿Qué pasa cuando el consumo se vuelve exceso?

Aquí es donde el fenómeno deja de ser anecdótico y empieza a adquirir un cariz más complejo. Desde la sociología de los medios, el hiperconsumo de telerrealidad plantea preguntas fundamentales: ¿qué tipo de vínculos estamos creando con este contenido? ¿Qué efectos tiene sobre nuestra comprensión del mundo, de nosotros mismos, de nuestras relaciones?

Es posible advertir que el exceso de imágenes mediáticas, es decir, producidas, elaboradas, falsas, puede erosionar la capacidad crítica del espectador. En un entorno donde las emociones son empaquetadas como producto y el conflicto es constante, se corre el riesgo de asumir que la vida también debe organizarse bajo esas mismas lógicas: polarización, competencia, vigilancia constante.

Desde un enfoque más cercano, investigaciones como las de la Universidad de Los Andes en torno a los consumos culturales jóvenes, señalan que el sobreconsumo de productos mediáticos como los reality shows puede fomentar una percepción distorsionada de la realidad emocional y social. El amor, la amistad, la identidad, se ven atravesadas por dinámicas de visibilidad, popularidad y rendimiento.

En este contexto, la pregunta no es si los reality shows son "buenos" o "malos", sino hasta qué punto su consumo masivo y constante transforma nuestras formas de vernos y ver el mundo. ¿Se está reemplazando la experiencia real por la hiperrepresentación de lo real? ¿Estamos perdiendo sensibilidad frente a la complejidad de la vida fuera de la pantalla?

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La fidelidad del público colombiano a La Casa de los Famosos es un síntoma de un cambio cultural profundo. Estos programas ya no son simplemente televisión: son sistemas simbólicos donde se negocian identidades, emociones, tensiones sociales. Sin embargo, el problema no está en mirar —sino en mirar sin detenerse a pensar.

Desde una perspectiva sociológica, los reality shows operan como espejos distorsionados. Reflejan ciertas verdades sociales, pero también pueden deformarlas. Al consumirlos sin pausa, sin distancia crítica, se corre el riesgo de que la pantalla sustituya a la experiencia, y que terminemos interpretando nuestras propias vidas como si estuviéramos dentro de un guion de televisión.

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