"La educación nos hace libres" fue la consigna para invitar a los campesinos a participar del movimiento radiofónico y a formarse integralmente de manera autónoma. Su éxito radicó en que Radio Sutatenza llevó "el maestro al hogar" de miles de campesinos, muchos de los cuales fundaron Escuelas Radiofónicas en sus casas para acercarse al aprendizaje por primera vez, encontrarse con sus vecinos o disfrutar de programas de entretenimiento. La revolución cultural generada por Radio Sutatenza es recordada como el origen de una transformación de la vida rural en Colombia, una tarea común en la que, sin embargo, aún queda mucho por hacer.
Además, más de dos millones de colombianos —tanto habitantes del campo como de la ciudad— registraron la escucha de Radio Sutatenza, la lectura del semanario El Campesino, la escritura de cartas a sus profesores-locutores, la aplicación de las campañas de mejoramiento comunitario y el uso combinado de cartillas, afiches educativos y libros distribuidos por la entidad. ACPO también resaltó la importancia del trabajo en comunidad e invitó a sus estudiantes a cambiar su mentalidad: era necesario ser “conscientes de las potencialidades y limitaciones” para convertirse en “dueños de su propio progreso”. De los Institutos Campesinos se graduaron más de 20.000 líderes rurales, quienes después fortalecieron la acción comunal de sus veredas, incentivaron la vinculación con la red educativa, promovieron nuevas formas de participación política y establecieron industrias cooperativas.
Escuelas radiofónicas
ACPO (Acción Cultural Popular, órgano de un sector de la Iglesia Católica) diagnosticó, a comienzos de los años cincuenta, que el país rural se enfrentaba a una preocupante devastación económica, social y cultural. Según sus informes, el campesino “tal como es” podría ser una persona con grandes realizaciones personales, familiares y comunitarias, pero sus posibilidades habían sido limitadas por diversas razones. Entre estas la entidad mencionaba las oleadas de violencia política en el campo, la desigual presencia del Estado en el territorio, las pocas oportunidades de acceso a la educación, una supuesta mentalidad tradicionalista entre los mismos campesinos, la casi nula productividad de la economía agrícola, la distribución inequitativa de la tierra y el desplazamiento forzado de familias campesinas hacia las periferias de las ciudades.
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En momentos clave de su implementación y consolidación, ACPO planteó un complejo sistema educativo. Este consistió en la combinación de un modelo pedagógico con una serie de medios de comunicación y educación y la ejecución de estrategias de trabajo, en una red extendida por todo el país. Con miras a alcanzar geografías distantes del territorio nacional, ACPO implementó el sistema de aprendizaje a distancia de las Escuelas Radiofónicas (EERR), llevó a cabo campañas de acción, estableció institutos de formación campesina y creó varias empresas de soporte para la impresión y distribución de sus cartillas, libros, discos, periódicos, entre otros. Su crecimiento constante y estable se dio gracias a la interacción entre campesinos, funcionarios, sacerdotes, locutores y técnicos de sonido, y fue posible gracias al uso estratégico de tecnologías como los aparatos radiales, los centros de transmisión y operaciones, la oficina de correspondencia y la propia emisora Radio Sutatenza, entre otras.
El centro del sistema educativo eran las Escuelas Radiofónicas extendidas en red por el país. El modelo permitió que la educación llegara hasta la casa rural, pues, inicialmente, para establecer una Escuela Radiofónica sólo era necesario que los campesinos accedieran a un aparato radial en la Caja Agraria de su pueblo, reunieran a su comunidad y escucharan, diariamente, los programas. La innovación principal del modelo era la figura del auxiliar inmediato, que ejercía como un mediador: acompañaba el proceso de aprendizaje de sus vecinos y los invitaba a usar todos los medios de acción de manera complementaria. En las lecciones se incluía la lectura de las cartillas básicas, los libros complementarios y el periódico.
ACPO consideraba que, con los materiales sonoros, gráficos y escritos, todos los sentidos del estudiante estarían incluidos en el proceso de aprendizaje. Además de seguir las indicaciones del profesor-locutor, el alumno-oyente intercambiaba correspondencia y evaluaciones con un dirigente campesino, con el profesor-locutor o con la entidad. Esto le permitía acceder, eventualmente y de acuerdo con sus intereses, a cursos de extensión en los institutos de formación campesina con los que afianzaba sus aprendizajes en la práctica cotidiana y a través del liderazgo comunitario. Allí, mediante el contacto con otros campesinos inmersos en el mismo proceso, la entidad consideraba que se construirían comunidades rurales “comprometidas con su propio progreso”
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