Toma por ejemplo una patineta, decorada como la cubierta de un barco negrero con figuras negras, evocando la disposición de los esclavos en estas embarcaciones.
"Me siento un cimarrón del arte", dice a la AFP Pinto, quien luce con orgullo una camiseta con los colores del traje de Superman, pero donde la "S" fue sustituida por una "C" roja de "cimarrón o de Caribe, puede ser las dos", explica.
El término "cimarrón" se atribuye en América Latina a los esclavos que se refugiaban en los montes buscando la libertad.
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El trabajo de Pinto está expuesto en el Museo de Arte Afroamericano de Caracas y ha seducido a la fundación Montresso, que le invitó a realizar una residencia en el Jardin Rouge de Marrakech.
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"La idea es dar voz a otra memoria, a otra iconografía y mostrar otro paradigma", explica Estelle Guilié, directora artística de la fundación.
Venezuela tiene una población diversa, resultado del mestizaje entre los indígenas, los conquistadores españoles que llegaron en 1498 y los esclavos africanos que fueron llevados a las colonias. Luego, en el siglo pasado, el país recibió a europeos que escapaban de la guerra y a latinoamericanos que huían de dictaduras o conflictos armados.
Pinto, que prefiere no revelar su edad, por ejemplo dice que en su familia tiene "una bisabuela indígena casada con portugués" y otra "de piel oscura y cabello crespo".
Cuestión de clases
Pinto, sin educación formal en artes plásticas, es un gran admirador del artista estadounidense Jean-Michel Basquiat, cuyos dibujos lleva tatuados en sus brazos y lo usa constantemente como referencia en su arte.
"Todo comienza con mi relación con Basquiat. Cuando conocí su obra me atrapó cómo maneja sus raíces africanas, me conecté con eso", dijo el artista, que tomó la famosa corona tricorne del neoyorquino de ascendencia haitiana y puertorriqueña, y le agregó una flecha indígena.
"Así tenemos a los negros y los indígenas, como los cimarrones que huían y se iban con los indígenas".
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"Basquiat se sentía libre en el mundo de las galerías", sigue, "pero cuando salía fuera sentía el racismo, era discriminado por su color de piel".
En Venezuela, continúa, "hay racismo (...) pero no por el color de la piel, es más una cuestión de clases. No es tan duro como en Brasil o Estados Unidos, pero te señalan como pobre". "Es un paradigma", indica junto a una reproducción de la portada de "Piel negra, máscaras blancas" (1952), libro del revolucionario martiniqués Frantz Fanon.
Personajes heroicos
Un montaje de Pinto combina una máscara tradicional africana, otra de juguete, el polémico logotipo del equipo de béisbol de Cleveland cuando se llamaba Indios (hoy Guardianes), y una frase extraída de una placa de esclavos romanos.
"Mi obra es popular", señala. "Es una manera de levantar la voz a través del arte. Trato de dar mi grano de arena por estas personas que no son escuchadas".
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"El racismo es un tema muy difícil aquí, es el tema de la trata, de la esclavitud. La gente le tiene un poco de rechazo", continúa. "Aprendí a jugar, a hacer apropiaciones, reinterpretar, hacerlo de manera divertida para atrapar al espectador".
"Mezclo lo antiguo con lo futurista".
Su estudio está lleno de lleno de juguetes, muñecos y figuras con "estereotipos raciales", que compra en mercados populares, y les da "otro significado".
Pinto, cuyo padre era pintor aficionado y su madre, costurera, trabajó antes en publicidad.
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Su obra se ha enfocado en los últimos meses en collages en los que personajes blancos, de un cuadro clásico de Gainsborough por ejemplo, se mezclan con indios y negros, a los que ha dotado además con una "prótesis" muy al estilo del manga japonés.
"Estoy planteando una nueva raza", dice. "Son humanos y cyborgs, que pueden superar los obstáculos. Son personajes heroicos".
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