
Según las notas de Hugh Macdonald un musicólogo inglés conocido principalmente por su trabajo relacionado con la música del siglo XIX, especialmente de Francia:
La Misa Solemne es la primera obra de gran formato de Berlioz que ha sobrevivido. Fue compuesta en 1824 a la edad de 20 años, cuando había estado estudiando música formalmente durante poco más de un año, un año en el que, según sus Memorias, compuso una cantata, una ópera, un oratorio en latín y una escena dramática antes de embarcarse en la Misa. Todas estas obras, incluida la Misa, fueron pronto destruidas por el compositor cuando se dio cuenta de que no eran dignas de su arte en rápida maduración.
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Pero la diferencia entre la Misa y las otras obras rechazadas es que la Misa fue interpretada. Se escuchó en 1825 en la iglesia de Saint-Roch, París (la iglesia que había encargado la obra), y de nuevo en 1827 en la iglesia de Saint-Eustache antes de que Berlioz se volviera en contra de ella. Así pues, hubo muchas hojas de partes vocales y orquestales para alimentar las llamas cuando decidió quemarla, y la partitura autógrafa sobrevivió.
De su milagrosa conservación nadie tenía idea hasta 1992, cuando Frans Moors, un maestro de escuela que vivía en Amberes, informó de su descubrimiento del manuscrito entre la pequeña colección de música miscelánea conservada en la galería del órgano de la iglesia de San Carlos Borromeo en Amberes.
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Una inscripción en el manuscrito ayudó a explicar cómo llegó allí: "La partitura de esta Misa, enteramente escrita por Berlioz, me fue entregada como recuerdo de la larga amistad que me une a él", firmada "A. Bessems, París 1835". Bessems fue un violinista belga nacido en Amberes que fue a París para estudiar con Baillot en el Conservatorio en 1826 y, por tanto, se matriculó al mismo tiempo que Berlioz. Probablemente tocó en la segunda interpretación de la Misa en 1827.
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También tocó en los conciertos de Berlioz en París en 1835, momento en el que, podemos suponer, Berlioz le entregó el manuscrito de la Misa, tal vez a cambio de unos honorarios. Tras la muerte de Bessems en 1868, el manuscrito pasó a manos de su hermano Joseph, que estaba a cargo de la música en Saint Charles Borromeus en Amberes, y tras la muerte de Joseph en 1892 permaneció en el viejo arcón de roble de la galería del órgano, donde Moors lo encontró cien años después.
El estreno de la misa, el 10 de julio de 1825, con Henri Valentino dirigiendo una orquesta formada en su mayoría por músicos de la Ópera, fue un acontecimiento decisivo para Berlioz, ya que era la primera vez que escuchaba una obra suya de gran formato y porque dio a conocer su nombre al público y a la prensa. El propio Berlioz tocó el tam-tam, dando dos golpes en el "Resurrexit" con tanta fuerza que toda la iglesia se estremeció. La prensa fue unánimemente favorable, destacando el "genio, el brío, el entusiasmo y su fino sentido de la pintura musical" del joven. El maestro de Berlioz, Le Sueur, pronunció la memorable palabra: "Ven, déjame abrazarte. No serás médico ni boticario, te lo juro, sino un gran compositor; tienes genio, te lo digo porque es verdad"…
La Misa está inspirada en los modelos de Cherubini y Le Sueur, los dos compositores a cargo de la música en la Capilla Real de las Tullerías en la década de 1820. Al igual que Cherubini, Berlioz inserta un motete de ofertorio y el "O salutaris" y concluye con "Domine salvum" siguiendo el modelo de ambos maestros.
El Te Deum Op. 22 fue compuesto por Héctor Berlioz en una época no demasiado festiva de su vida. En 1849 acababa de regresar de Londres a un París que se recuperaba lentamente de la revolución del año anterior y que debilitada económicamente nada tenía que ofrecer a los músicos y los artistas.
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Berlioz no era una excepción ya que no solo era un pésimo administrador de sus ingresos si no también muy poco popular en el medio musical de su país, lo cual no favorecía sus perspectivas de trabajo y de encargos importantes.
Compuso sin embargo su Te Deum que acorde con el gusto de Berlioz por lo superlativo en todo sentido requiere para su ejecución un aparato enorme, un solista vocal, tres coros, gran orquesta y órgano.
La página Musikproduktion Hoeflich nos die sobre el Te Deum Op. 22 de Berlioz:
Esta obra, para tres coros, gran orquesta y gran órgano, es a la vez dramática y solemne, devota y pomposa. El escenario del Te Deum no fue un encargo ni fue escrito para un evento específico; su génesis es algo misteriosa según los estudiosos de Berlioz. Sin embargo, lo que es seguro es la artesanía de esta colosal composición y el asombroso impacto que tiene en el oyente, a pesar de su naturaleza sagrada (…) Berlioz, de hecho, captura los elementos dramáticos inherentes al texto religioso, creando así una experiencia musical más profunda para el público. Su capacidad para crear tanto una atmósfera íntima y devota como una grandiosa y rimbombante apertura de los cielos es nada menos que genial. Esto demuestra la maestría del compositor en la música dramática, a pesar de que sus intentos operísticos no tuvieron mucho éxito. Al hablar de su Réquiem y Te Deum, Berlioz indica que es la «forma de las piezas, la amplitud del estilo y la deliberación de ciertas progresiones, cuyo objetivo no se percibe de inmediato, lo que da a esas obras su fisonomía gigantesca y aspecto colosal».
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La versión del Te Deum Op. 22 de Héctor Berlioz que escucharemos en esta audición Canto y Música Coral fue realizada en 1998 por la Orquesta Filarmónica de Rotterdam a la que se acoplaron la Wiener Singverein (o Unión Vocal de Viena) y el Coro de Niños de la Escuela de la Catedral de San Bavo, proveniente de Harlem en Holanda. El solista fue el tenor neozelandés Keith Lewis y la dirección estuvo a cargo de su compatriota John Nelson.
Podrá escuchar las obras completas en la nueva edición de Canto y Música Coral este domingo, 13 de julio a las 9:00 p.m. por la señal en vivo de la HJCK.