Vladimir Horowitz comenzó a estudiar piano con su madre a los seis años. A los quince entró al conservatorio de su ciudad natal y se formó con Felix Blumenfeld, quien había sido alumno de Anton Rubinstein.
Dos años después se graduó con honores e inició su carrera como concertista, debutando con gran éxito en la ciudad vecina de Kharkov. Luego vendrían sus triunfos en Moscú y Leningrado, llegando a ofrecer 70 conciertos en la temporada 1924-1925.
Desde siempre Vladimir Horowitz desplegó una espectacular técnica avanzada para su tiempo, que no era del gusto de los puristas que lo señalaban de cambiar el sentido de las partituras originales, alterar notar, tocar más rápido para hacer gala de su técnica.
En Nueva York debutó en enero de ese año tocando el primer concierto de Chaikovsky bajo la batuta de Thomas Beecham. Aunque por entonces reinaban virtuosos como Rachmaninov o Paderewski, Horowitz fue recibido con entusiasmo por el público norteamericano y rápidamente se convirtió en uno de sus pianistas favoritos. En 1933 actuó por primera vez con el director Arturo Toscanini, con cuya hija Wanda se casaría en diciembre de ese año. En 1940 se estableció en Nueva York y en 1942 obtuvo la ciudadanía estadounidense.
Publicidad
Vladimir Horowitz tenía en su repertorio muy pocos conciertos: el Emperador de Beethoven, los dos de Brahms, el Primero de Chaikovsky, el Tercero de Rachmaninov, y muy poco más.
En 1987, cuando contaba con 84 años grabó por primera vez el Concierto Nº 23 de Mozart, algo curioso porque Mozart es uno de los compositores más juveniles, así debía de sentirse él. Este Mozart de Horowitz es claro, pero no es Mozart, los acordes arrebatados parecen ya de obras románticas, el sentido clasicista no aparece por ningún lado, la ironía, la digitación (pese a la edad), el fraseo sí está en su sitio y se nota la personalidad de Horowitz.
Años antes, en 1953, Vladimir Horowitz decidió retirarse de los escenarios, y durante doce años se dedicó a formar jóvenes talentos del piano, y a realizar sus primeras grabaciones. En 1965 volvió al escenario concertístico y continuó grabando sus interpretaciones, de entre las que destacan las obras de Chopin, Liszt, Scriabin, Debussy y Prokofiev, aunque sus excelentes dotes musicales le permitían abordar con sumo virtuosismo todo repertorio pianístico.
Este retorno de Vladimir Horowitz a los escenarios lo mantuvo hasta poco antes de su muerte, en noviembre de 1989, y en ese período continuó grabando, realizó un documental sobre su vida en 1985 y retorno a Rusia en 1986 acaparando una considerable atención.
Puede escuchar la historia completa y algunas obras del pianista Vladimir Horowitz el lunes 3 de octubre en nuestro programa El Músico de la Semana a las 3:00 p.m. por la señal en vivo de la HJCK.