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Claudio Monteverdi y cómo ser un puente sonoro

Monteverdi es el ejemplo perfecto de cómo la tradición, cuando alcanza un nuevo nivel de sofisticación, se convierte en una ruptura definitiva para la historia del sonido.

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La fe estaba puesta en su talento y ninguno de sus maestros falló al confiar en él. Educado en la tradición clásica de Tomás Luis de Victoria, Orlando di Lasso y Palestrina, Monteverdi se supo adueñarse de ese conocimiento y llevarlo a otro nivel. La tradición musical fue apenas el inicio, un insumo importante, claro, pero el gran paso de su sonido a la historia, se debe a la ruptura de esa norma aprendida, a la libertad creativa que se permitió el compositor.

Nacido en una familia de ilustrados, Monteverdi pronto diferiría de los intereses de sus padres, quienes optaron por dedicar su vida a la ciencia. él se hizo compositor siendo muy joven, a los 13 años publicó una primera colección de motetes en Venecia, pero sería en 1592, al hacerse parte del servicio del duque Vincenzo Gonzaga de Mantua, que se convertiría en uno de los artistas de la corte más próspera de Italia.

Los viajes a los que tuvo que seguir al duque, le permitieron explorar otras escuelas de música. Así llegó a Austria, Hungría y Flandes, en la campaña contra los turcos. En medio de ese camino, Monteverdi fue nombrado maestro de capilla de Mantua y le fue encargada la composición de obras musicales para todos los actos laicos y religiosos de la corte. Ese fue su primer contacto con la ópera y con una sed de reinvención creó el stile rappresentativo , una especie de solo o monólogo que sucedía, a través de un fondo instrumental. Una especie de dramatismo sonoro que hasta el momento nadie había intentado y que rompía con la forma en la que se había interpretado música saca hasta ese momento.

Desde ese primer intento exitoso empezó a construir una nueva ruta para la música y a expandir su sonido. Monteverdi se convirtió en puente. Luego vendría "Orfeo", el encuentro perfecto de todas sus ambiciones y exploraciones musicales que daban vida al teatro lírico del que es maestro. Finalmente, su obra quedaría registrada como el lugar de paso entre el Renacimiento y Barroco, un espacio obligado, de culto para los amantes de la música.

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