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Una acusada de brujería explica su confesión

En nuestro especial de Halloween, traemos las voces, los retratos, las canciones y las habladurías en diferentes momentos de la historia alrededor de las brujas y la brujería. Recordamos el testimonio de una mujer tras su confesión el 19 de octubre de 1962.

“Las tres brujas”, Henry Fuseli, 1783
“Las tres brujas”, Henry Fuseli, 1783

En enero de 1692, comenzó en Salem, Massachusetts, un juicio contra varias mujeres que enfrentaban acusaciones de brujería. Un grupo de adolescentes, que actuaron como denunciantes, empezaron a experimentar convulsiones y espasmos incontrolables durante un proceso que lamentablemente culminó con la pérdida de veinte vidas.

La señora Tyler dijo que cuando la detuvieron no albergaba ningún temor y creía que nada podría obligarla a confesar contra sí misma. Pero desde entonces, ha descubierto con gran aflicción que ha faltado a la verdad y se ha acusado falsamente.

Dijo que cuando la llevaron a Salem, su hermano Bridges fue con ella y que durante todo el camino desde Andover a Salem no dejó de decirle que tenía que ser bruja, pues las personas afectadas la acusaban y se curaban de sus ataques cuando las tocaba, y la instó a que confesara.

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Ella insistió en que no era bruja, que no sabía nada de brujería y le rogó que no le pidiera que confesara. Pero cuando llegó a Salem, la llevaron a una habitación, y su hermano a un lado y el señor John Emerson al otro le dijeron que indudablemente era bruja y que en ese momento tenía al demonio ante sus ojos (y el mencionado Emerson intentó golpearlo con la mano para apartarlo de allí). Y de tal manera la incitaron a que confesara que hubiera preferido verse en una mazmorra a que la trataran así.

El señor Emerson le dijo una y otra vez: «Bueno! ¡Ya veo que no quiere confesar! Te dejare, pero te condenarás en cuerpo y alma para siempre jamás. Su hermano también la incitó a que confesara, y le dijo que si lo hacía no mentiría. A lo cual ella replico: «Hermano mío, no digas eso, pues si con mentiré, y ¿quién responderá ante Dios por mi mentira?» El siguió insistiendo dijo que Dios no permitiría que tantos hombres buenos cayeran en el error, y la ahorcarían si no confesaba. Y continuó tanto tiempo obligándola a con que [ella] pensó que la vida la abandonaba y se asustó de tal modo que aceptó casi todo lo que le propusieron.

Pero al hacerlo traicionó su conciencia. Había cometido un grave pecado y desea llorarlo mientras viva.

Esto dijo, y mucho más, con tan grande aflicción, pena, lástima y dolor las palabras no pueden expresarlo ni describirlo.

Relato, quizás a cargo de Thomas Brattle,

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fechado el 19 de octubre de 1692

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