Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

push logo
Sabemos que las notificaciones pueden resultar horribles, pero prometemos no abusar. Entérate de todo el mundo cultural en HJCK.
No, gracias.
¡Claro que sí!

Publicidad

Un libro para comprender la guerra en Ucrania

Se trata del nuevo libro del profesor de la Universidad Nacional y analista político Carlos Alberto Patiño Villa, quién hace un recorrido preciso para entender el conflicto más importante de los últimos tiempos desde su origen hasta su impacto global. Lea aquí el inicio de "Guerra en Ucrania".

Guerra Ucrania
Esta fotografía tomada el 22 de julio de 2022 muestra una bandera nacional rusa, una bandera de las Naciones Unidas (ONU) y una bandera nacional ucraniana en Estambul antes de la ceremonia de firma de una iniciativa sobre el transporte seguro de grano y alimentos desde los puertos ucranianos.
OZAN KOSE/AFP

El conflicto entre Rusia y Ucrania que estalló a inicios del 2022 ha mantenido en vilo al mundo por las consecuencias sociales, culturales y económicas que ha suscitado. En "Guerra en Ucrania" publicado por la editorial Debate de Penguin Random House, el profesor Carlos Alberto Patiño Villa que se encuentra adscrito al Instituto de Estudios Urbanos y vinculado al Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Exteriores, que ha enfocado su investigación en conflictos internacionales publicando varios libros cómo Guerras que cambiaron el mundo en 2013, Imperios contra estados en 2017 y editando en 2012 Estado, guerras internacionales e idearios políticos en Iberoamérica.

En este caso, hace un recorrido histórico que implica para el lector conocer desde las incursiones militares que ha llevado a cabo Rusia desde 1992 hasta las repercusiones de esta acción geopolítica en Europa del este a partir de cifras, cartografías y un análisis erudito sobre la identidad, la estrategia política, los intereses económicos y hasta la influencia de la religión en esta guerra.

Introducción

La noche del día 23 de febrero de 2022, y la madrugada del día siguiente, una fuerza militar cercana a las 190 000 tropas Rusia lanzó una operación militar de gran envergadura contra Ucrania, con la pretensión de invadir el país, controlar su territorio, derrocar el Gobierno y reintegrar este extenso país a Rusia, presidida desde agosto de 1999 por Vladímir Putin. Estas acciones están basadas en tres ideas que han rondado el discurso político ruso, de forma creciente, en las últimas dos décadas: primero, que la Rusia histórica es un territorio más grande que el que ocupa la Federación de Rusia actual, lo que además explica que muchas de las sociedades que habitan en esos territorios no son naciones independientes de la identidad rusa; segundo, que Rusia tiene derecho a tomar todas las acciones necesarias para defender lo que considera su espacio exterior, y consecuencia de ello, la habilita para tomar el territorio de los Estados que están sobre la esfera de la Rusia histórica, con el fin de defenderse de enemigos globales, o incluso locales, entre ellos de forma explícita de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y de la Unión Europea; y tercero, que todo esto se hace para restaurar a Rusia como poder global, que es en sí misma una sociedad que ha sufrido de forma indescriptible, que debió luchar la Gran Guerra Patriótica, que fue víctima de la implosión soviética, y que además, desde la década de 1990, no se le otorga la importancia que se merece.

Ucrania fue invadida de forma contundente, debió activar, para sorpresa de las sociedades europeas contemporáneas, e incluso de muchos en el mundo, una fuerza militar para defenderse, en una guerra que era real, no un videojuego, en la que tropas invasoras tomaban carreteras, bombardeaban ciudades, asesinaban civiles, atacaban hospitales, centros comerciales, y a la vez destruían cultivos, zonas industriales y las infraestructuras críticas del país, mientras que luchaban por tomar las principales centrales nucleares ucranianas, responsables de gran parte de la energía eléctrica que consume el país. El Gobierno de Kiev, presidido por Volodímir Zelenski, un abogado cuya profesión antes de la política era la de hacer de comediante, ha rechazado vehementemente la invasión rusa, ha fortalecido los mecanismos de identidad para la consolidación de la nación ucraniana, y ha defendido el derecho de su país a ser uno soberano, independiente y con integridad territorial. Ucrania, además, a pesar de diversos problemas, sostiene ser una democracia, que reconoce y defiende las libertades y derechos individuales de sus ciudades, el derecho a la diversidad social y política, y se precia de ser, lo más que ha podido, una sociedad abierta, que se diferencia cualitativa y cuantitativamente de los rasgos de autoritarismo ruso, replicados con profundidad en Bielorrusia.

Publicidad

Una perspectiva de análisis sobre la guerra requiere hacer evidentes las cifras entre los dos Estados comprometidos en la misma, y estas que se presentarán corresponden a los datos cuantitativos consolidados al comienzo de la pandemia del COVID-19, en el año 20201:

Rusia, para el año 2020, tenía una población de 141 944 641 personas, con un PIB nacional de $ 1.64 billones de dólares, y un PIB per cápita de $ 11 163 dólares. El gasto en defensa fue de $ 48 200 millones de dólares, y un pie de fuerza de 900 000 tropas en las fuerzas militares regulares, complementadas por más de 554 000 tropas de las llamadas fuerzas paramilitares, y unas reservas militares de 2 000 000 de tropas. Dentro de las fuerzas paramilitares se cuentan organizaciones militares estatales como el Servicio de la Guardia Fronteriza, el Servicio de la Guardia Federal, el Servicio Federal de Seguridad de Propósitos Especiales y la Guardia Nacional. Dentro de las tropas regulares, Rusia cuenta con un comando de Fuerzas de Disuasión Estratégicas, que son las que tienen a disposición el uso de armas nucleares. Al inicio de la guerra, Rusia contaba con más de 28 000 tropas desplegadas dentro de la península de Crimea, básicamente derivadas de la estructura naval, y en disposición de combate. Diversas fuentes señalan que Rusia tiene más de 5990 cabezas nucleares disponibles, en diversos mecanismos de disparo y transporte, y al parecer tiene el mayor arsenal nuclear existente en la actualidad, superando la capacidad de los Estados Unidos.

En el caso de Ucrania, las cifras son completamente diferentes: para el año 2020 contaba con 43 964 969 habitantes, con un PIB nacional de $150 mil millones de dólares, y un PIB per cápita de $ 3592 dólares. Los gastos en defensa no superaban los $ 3830 millones de dólares, que se invertían en una fuerza militar compuesta por 209 000 tropas regulares, complementadas por 88 000 tropas regulares, y 900 000 tropas regulares de reserva. Las tropas paramilitares están compuestas por la Guardia Nacional y la Guardia de Frontera. Ucrania carece de armas nucleares, aunque tenga plantas nucleares importantes, incluida la herencia de la planta de Chernóbil, que luego de fallas graves generó una catástrofe sin precedentes en 1986. El Gobierno de Kiev entregó las armas nucleares que tenía a su disposición luego del llamado Memorándum de Budapest de 1994, y con ello dio lugar a una vulnerabilidad estratégica, que desde los acontecimientos de 2022 se puede calificar como una falla permanente.

Durante las primeras semanas de la guerra aparecieron diversas expresiones e interpretaciones sobre esta, que iban desde los generadores de opinión que afirmaban que las guerras en el siglo XXI son un anacronismo, hasta aquellos que decían que estaban prohibidas. Surgió otro grupo de analistas, ciudadanos corrientes e incluso funcionarios de algunos gobiernos, que consideraban que esta era una guerra que debía detenerse de inmediato a través de la rendición de Ucrania para satisfacer las demandas rusas, queriendo pasar por alto tanto la legalidad como la legitimidad de las mismas, y los crímenes que la guerra misma implicó. Esta era una postura que parecía en principio pacifista, pero que en realidad era mucho menos que eso, era una postura legitimista de la agresión de Moscú y de su concepción del orden internacional.

Vea aquí el evento de lanzamiento del libro "Guerra en Ucrania"

El debate político sobre la guerra y sobre quién era responsable de la misma, en el mundo occidental, fue girando entre dos posturas abiertamente confrontadas: de una parte estaban aquellos que consideran que el responsable es el conjunto de los países occidentales, y especialmente aquellos con liderazgo visible en la OTAN y en la Unión Europea, por animar a los Estados que lograron la independencia como resultado de la implosión soviética de 1991, a establecer relaciones con las mismas, e incluso a integrarse dentro de ellas. En esta postura, claramente representada por John Mearsheimer2 en un artículo publicado en The Economist el día 19 de marzo de 20223, se afirma que la OTAN ha actuado de una forma específica que Moscú percibe como agresiva, e incluso Mearsheimer afirma en este texto que hechos como la toma de Crimea de 2014 hay que entenderlos como un acto impulsivo y que, por tanto, no era responsable que los Estados occidentales diesen crédito a las solicitudes y peticiones presentadas por los Estados surgidos de la órbita de la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

Esta posición de Mearsheimer fue respondida por sir Adam Roberts4 en otro artículo publicado en el mismo semanario, el día 26 de marzo5, y comienza afirmando que el argumento central del profesor de Chicago carece de perspectiva sobre los procesos de independencia de sociedades distintas y en proceso de diferenciación, alejándose de un Estado en crisis profunda, política, económica y cultural, y que a partir de esas transformaciones fueron dando lugar a la formación de nuevos Estados. Ello tuvo serias repercusiones sobre Moscú y su concepción del mundo, pero, para decirlo de forma abreviada, una situación era que existiesen Estados nuevos independizados, con sociedades que gobernaban y que en general se diferenciaban y distanciaban de lo “ruso”, y otra situación es si Rusia lo acepta o no, independiente del discurso historicista, político y geopolítico con el que quiera interpretar los hechos.

Publicidad

Este debate entre dos destacados intelectuales de habla inglesa es clave para la indagación sobre esta guerra: ¿es una guerra legítima por parte de Rusia, o es un crimen de agresión contra un Estado soberano independiente? Esta pregunta es el punto central de trabajo del presente libro, y se responderá en el desarrollo de los capítulos, recurriendo a un procedimiento basado en investigación histórica, en valoraciones de concepciones políticas, y en análisis geopolíticos. Este procedimiento de investigación tiene un antecedente de desempeño académico profesional: el trabajo por más de dos décadas sobre conflictos armados contemporáneos internacionales, del cual han surgido diversos artículos, capítulos de libros, y en especial dos libros publicados anteriormente con el sello Debate: Guerras que cambiaron al mundo , publicado en 2013, e Imperios contra Estados , publicado en 2017. De esta forma, es posible afirmar desde la trayectoria de investigación indicada, dada la información acumulada, los documentos analizados, el acceso a trabajos de investigadores especializados en la historia rusa y soviética, y a la información que proveen regularmente agencias especializadas, tanto abiertas como de información que requiere criterios de acceso y análisis, que la actual guerra de Rusia contra Ucrania era, con algún grado de incertidumbre, y mucho de desconcierto por sus efectos locales y sus consecuencias mundiales, de muy probable ocurrencia.

Este trabajo se terminó de escribir el día 24 de abril, a los 60 días de iniciada la invasión de Ucrania y, hasta este punto, es posible afirmar que la acción militar rusa que el presidente Putin ha preferido denominar “operaciones especiales”, en realidad es una guerra clásica imperialista que parte de una concepción de Rusia como un Estado que se ve a sí mismo como mucho más que un simple Estado-nación y, en consecuencia, tiene derecho a rehacer y reorganizar el “espacio exterior ruso”, también llamado por algunos “espacio postsoviético”, o por otros, como el “territorio de la Rusia histórica”. En este contexto es importante indicar que Rusia ha incurrido, desde el comienzo mismo de las operaciones bélicas contra Ucrania, en el delito de agresión internacional, para luego caer en diversos actos violentos que pueden ser calificados de crímenes contra la humanidad, incluyendo, posiblemente, el de genocidio. Adicionalmente, llegado el día sesenta de la guerra, mientras Rusia continúa con la destrucción definitiva de Mariúpol, e inicia el asedio a Odesa, la cifra de huidos de la guerra, que se han constituido en refugiados internos y externos, registran una cifra que supera los más de 5 186 744 personas, convirtiéndose en la mayor catástrofe de refugiados desde la Segunda Guerra Mundial, en menos de dos meses, en cualquier parte del mundo. Aquí es importante indicar que el país que más refugiados ucranianos ha recibido es Polonia, con una cifra que supera los 2.899.713, seguido de Rumanía, con más de 774.074.

Una de las consecuencias de esta guerra ha sido convertir a Kiev en un símbolo del poder mundial, toda vez que ha obligado a todos los grandes poderes a pronunciarse o actuar en función de la guerra misma, y no solo los Estados occidentales, también ha obligado a Estados como la República Popular China, la República de la India o la República de Turquía a tomar posiciones sobre la guerra y los Estados beligerantes en la misma, y a redefinir sus posiciones de seguridad y rearme. Una demostración de esta importancia alcanzada por Kiev y por Zelenski se evidencia en este día, 24 de abril, con la visita del secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, acompañado del secretario de Defensa, Lloyd Austin, al presidente ucraniano, ratificando que Estados Unidos, y Joe Biden mismo en persona, presidente de Estados Unidos desde enero de 2021, están tomando una posición directa en la guerra, viendo a Ucrania como una democracia que es víctima de una agresión imperialista ordenada por un Estado que se gobierna con un régimen autocrático. De hecho, la visita de Blinken y Austin a Zelenski incluyó, entre los acuerdos posibles, que Estados Unidos reabriera su embajada en Kiev6, algo que ya había sido anticipado por España luego de la visita en días anteriores de Pedro Sánchez, el jefe del Gobierno español7.

Algunos periodistas especializados en asuntos y conflictos internacionales, creen que la naturaleza misma del conflicto de Ucrania está generando una nueva Guerra Fría; sin embargo, aún es prematuro afirmar esto con claridad, por lo que implicó el fenómeno que llevó el mismo nombre entre 1947 y 1991, toda vez que fue un sistema internacional que obligaba a prácticamente todos los Estados del mundo a tomar un posición dentro de este esquema de política global y ordenamiento geopolítico, mientras que, por otra parte, es necesario indicar que, si bien la Federación de Rusia es un Estado importante en el siglo XXI, no es uno de los dos más poderosos y básicos del orden internacional contemporáneo, y carece de las palancas de poder necesarias que en su momento tuvo la URSS para imponer un modelo de ordenamiento geopolítico de alcance mundial.

Publicidad

La escritura de este libro se realizó porque era a la vez una oportunidad de informar a la opinión pública de un fenómeno de trascendencia global de una forma que fuera abierta, pero basada en una documentación adecuada y seria sobre los eventos; y también era el ejercicio de una responsabilidad pública para ofrecer información y análisis que se han construido desde una trayectoria de investigación permanente. La investigación se basa, necesariamente, en fuentes secundarias que se pueden diferenciar en dos grupos: uno, el de los especialistas, entre los que se encuentran historiadores, analistas políticos, geopolíticos, estrategas militares y expertos en ciberguerra y entornos analíticos informáticos; y dos, información proveniente de medios de comunicación con trayectoria internacional reconocida que, adicionalmente, son identificados como medios de comunicación con periodismo de investigación y que cuentan con reporteros especializados en las áreas geográficas mundiales que cubren y en los temas que tratan. Entre los trabajos retomados en los medios de comunicación también se han usado los artículos de análisis y columnas de opinión escritas por especialistas destacados.

El libro se compone de cinco capítulos que responden de manera sucinta a los siguientes temas: el capítulo 1 está dedicado a explicar la guerra de 2022, junto con sus antecedentes y contexto histórico-político en el que ha surgido. El capítulo 2 está dirigido a presentar los antecedentes rusos más importantes en la práctica del intervencionismo militar que ha realizado entre 1992 y 2022, haciendo énfasis en los más destacables para entender la estrategia y la forma de proceder en la guerra de 2022. El capítulo 3 explica qué ha significado esta guerra desde la perspectiva de Ucrania, sosteniendo que esta es la verdadera guerra de independencia de Ucrania, y que en ella se juega su suerte la identidad nacional ucraniana. El capítulo 4 aborda las reacciones que se han presentado en el contexto internacional. Y finalmente, el capítulo 5 esboza los difíciles términos en los que se puede producir una negociación diplomática para terminar la guerra, haciendo énfasis en que muy seguramente dichas negociaciones no podrán resolver el conflicto de fondo, pues Ucrania y Rusia hacen parte de dos perspectivas incompatibles del mundo. El texto se acompaña de una serie de mapas que permiten graficar diferentes explicaciones que se desarrollan a lo largo del libro, elaborados por un cartógrafo profesional, con base en la información del libro.

Referencias:
1 Estas son las cifras que corresponden al trabajo anual presentado por el International Institute For Strategic Studies, con base en Londres, que anualmente publica el documento titulado The Military Balance , de forma tal que las cifras citadas aquí son las correspondientes a las del informe del año 2020.
2 Profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Chicago.
3 “John Mearsheimer on why the West is principally responsible for the Ukrainian crisis”. The Economist , 19 de marzo de 2022.
4 Profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad de Oxford.
5 “Sir Adam Roberts rebuffs the view that the West is principally responsible for the crisis in Ukraine”. The Economist , 26 de marzo de 2022.
6 “Ukraine live updates: U.S. to reopen Kyiv Embassy”. The New York Times , 24 de abril de 2022.
7 Pita, Antonio. Las embajadas vuelven a Kiev. El País , 21 de abril de 2022.