" Nunca me ha gustado mucho lo que he escrito, no estoy muy orgulloso de mis libros. Hasta hace poco si un colega me preguntaba qué estaba escribiendo, yo respondía, soy exescritor; lo tomaban a broma, pero era sincero", cuenta Azócar en entrevista a Efe.
El autor, nacido en 1959 en San Fernando, en la zona central de Chile, ha resucitado como novelista con "El silencio del mundo", una potente historia de amor difícil entre una mujer madura y un joven involucrado en las revueltas en Santiago , en 2019.
La obra, de 187 páginas, huye de los lugares comunes de las relaciones de pareja y con una prosa directa recrea un amor inusual entre la poeta Elisa, mujer mayor recluida en sus libros, y Diego, un joven rebelde. No están dispuestos a salir de su caparazón, pero les ocurren sucesos imprevistos.
"Ella pensaba que como mucho iba a tener alguna relación otoñal, algún compañero, no una relación furiosa, un momento de alto erotismo, a pesar de que yo evité las escenas eróticas porque en general pocas veces funcionan en la literatura", asegura.
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Virginia en la mesa de la cocina
Elisa, protagonista de la novela, vive parapetada detrás de sus libros, se relaciona con muchas personas, pero casi todas viven dentro de las páginas, lo cual conmueve al joven Diego, de pocas lecturas, cuando se sientan en la cocina a leer a Virginia Woolf.
"Ella le muestra a Virginia Woolf y le habla de los autores grecolatinos. De alguna manera Virginia hace de puente entre ellos, él toma el libro 'Al faro' y cuando se va a las protestas lo hace con la novela, que lee en los descansos", explica Azócar al referirse a una de las claves de su historia de amor difícil.
La mujer lleva mucho tiempo sin escribir, se dedica a la traducción y es una especie de alter ego de Azócar, quien para referirse a los tiempos de su anterior novela, "El señor que aparece de espaldas" (1997), recuerda que cuando la escribió casi no existían los teléfonos celulares y su cabeza tenía cabellos. "Yo venía masticando hace rato la idea de los amores difíciles, usando el concepto de Italo Calvino, esa idea de que la dificultad es la esencia misma de la relación amorosa. Luego aparece el estallido social y sirvió como escenario de una parte de la novela. Lo usé como elemento de utilería ", explica.
La prosa de un músico frustrado
De joven Pablo Azócar tocaba flauta y luego aprendió el saxofón. La música siguió presente en su vida y está en su nueva novela en la que aparece Miles Davis y el compositor tunecino Anoar Brahem hechiza a los amantes con su obra.
"Miro con envidia como los músicos disfrutan cuando tocan. En una oportunidad me tocó leer poesía con Cristian Cuturrufo, tremendo músico de jazz. Fue un gran amigo que murió de covid; leímos poesía con música y fue emocionante. Yo tengo una relación afectiva con la música y con el jazz", confiesa.
Azócar narra con una prosa musical en la que a veces saca su condición de poeta, tal vez la principal en su oficio de escritor. "Me sorprenden los narradores que no leen poesía, es como si tocaras el piano y no usaras las teclas negras. Para mí la poesía es crucial, yo en primer lugar me siento poeta. Siento que el uso de la poesía para manejar prosa es fundamental", confiesa. Al referirse a los piropos de Parra, hace años el narrador Roberto Bolaño (1953-2003) aseguró: "Nicanor Parra pondera a Pablo Azócar y estoy completamente de acuerdo".
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Azócar no se hincha de orgullo. Ha regresado a la novela, sin embargo, no está seguro si habrá otra. "A mi lo que siempre me ha gustado es leer; lector es mi verdadera profesión", confiesa.