Félix Lope de Vega y Carpio fue, ante todo, un poeta. Más allá de crear versos memorables, vivió su vida con el fuego en el pecho y el ojo de un narrador incansable —como buen escritor— desde 1562 y hasta 1635. El escritor español atravesó la vida con el corazón en una mano, convirtiendo el amor en la mayor fuente de emociones que pudo sentir, no en vano, ese es un tema predominante en su escritura y no especialmente el amor que perdura y triunfa, sino aquél que viene a estallar el corazón
Como alumno jesuita, fue disciplinado y entregado a los estudios. Sin embargo, por diferentes azares del destino, no logró graduarse de bachiller. Pero los títulos poco definirían el eco de su pluma. Lope de Vega es una de las figuras más importantes del Siglo de Oro, un periodo de florecimiento absoluto para todos lo campos de las artes, caracterizado por un estilo especialmente realista.
La escritura de Lope de Vega fue transversal, como buena parte de los artistas de la época, y esa facilidad con el lenguaje que mostraba un dominio amplio, fue su entrada a diferentes campos y recintos en los que se hizo inolvidable. En la poesía, optó por lírica popular y culterana, pero fue un defensor asérrimo del verso claro, al que le daba forma en poemas extensos y unitarios, en los que mezcló universos mitológicos y épicos, con temas religioso.
La mayor parte de su impulso dramático tomó forma en el teatro, donde por muchos años escribió escenas e incluso, llegó a componer por petición de la Academia de Madrid, el " Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo" (1609), donde expone sus teorías dramáticas que se convierten en las teorías horacianas, expuestas en la " Epístola a los Pisones" . De las tres unidades -acción, tiempo y lugar-, Lope sólo recomienda respetar la unidad de acción para mantener la verosimilitud, y rechaza las otras dos, sobre todo en las obras históricas, donde se comprende el absurdo de su observación; aconseja la mezcla de lo trágico y lo cómico (en consonancia con el autor de La Celestina ): de ahí la enorme importancia de la figura del gracioso en su teatro y, en general, en todas las obras del Siglo de Oro; regulariza el uso de las estrofas de acuerdo con las situaciones y acude al acervo tradicional español para extraer de él sus argumentos (crónicas, romances, cancioncillas).
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A propósito de la conmemoración de su nacimiento, recordamos algunos poemas que siempre tienen cabida en las lecturas de los amantes a los versos.
Con nuevos lazos
Con nuevos lazos, como el mismo Apolo,
hallé en cabello a mi Lucinda un día,
tan hermosa, que al cielo parecía
en la risa del alba, abriendo el polo.
Vino un aire sutil, y desatólo
con blando golpe por la frente mía,
y dije a amor que para qué tejía
mil cuerdas juntas para un arco solo.
Pero él responde: "Fugitivo mío,
que burlaste mis brazos, hoy aguardo
de nuevo echar prisión a tu albedrío".
Yo triste, que por ella muero y ardo,
la red quise romper, ¡qué desvarío!,
pues más me enredo mientras más me guardo.
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Cayó la torre
Cayó la torre que en el viento hacían
mis altos pensamientos castigados,
que yacen por el suelo derribados
cuando con sus extremos competían.
Atrevidos al sol llegar querían,
y morir en sus rayos abrasados,
de cuya luz contentos y engañados,
como la ciega mariposa ardían.
¡Oh, siempre aborrecido desengaño,
amado al procurarte, odioso al verte,
que en lugar de sanar abres la herida!
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¡Plugiera a Dios duraras, dulce engaño,
que si ha de dar un desengaño muerte,
mejor es un engaño que da vida!
Canta pájaro amante
Canta pájaro amante en la enramada
selva a su amor, que por el verde suelo
no ha visto al cazador que con desvelo
le está escuchando, la ballesta armada.
Tirale, yerra. Vuela, y la turbada
voz en el pico transformada en yelo,
vuelve, y de ramo en ramo acorta el vuelo
por no alejarse de la prenda amada.
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Desta suerte el amor canta en el nido;
mas luego que los celos que recela
le tiran flechas de temor de olvido,
huye, teme, sospecha, inquiere, cela,
y hasta que ve que el cazador es ido,
de pensamiento en pensamiento vuela.