Vallejo, (Zaragoza, 1979) se refirió al proceso de democratización de los libros que ha estado vigente desde su invención, pese a que en un inicio este estaba al alcance solo de los privilegiados, pues había un reconocimiento de que este “objeto poderoso” era capaz de aportar conocimiento, un derecho que pocos tenían.
Consideró que su popularización y el alcance que tiene para llegar a personas de todas las razas y condiciones sociales ha sido un logro comunitario. “En esos primeros momentos quienes disfrutaban de los libros se aseguraron de dejar fuera a la mayoría de la sociedad y custodiaron celosamente ese tesoro de palabras. Han sido necesarios siglos y siglos de esfuerzo para que los libros vayan recibiendo a las personas que quedaron excluidas y ese ha sido un logro colectivo”, explicó.
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Ante un auditorio Juan Rulfo abarrotado y con personas escuchando desde las pantallas colocadas afuera del recinto, la ensayista consideró que contrario al proceso de escritura que suele ser solitario, la protección de los libros ha sido un esfuerzo común y de personas que han logrado su expansión desde diferentes puntos del planeta.
La lectura como peligro
El Salón Literario, uno de los más importantes de la feria que se desarrolla en esta ciudad hasta el 4 de diciembre, fue el espacio para que Vallejo conversara con Manguel, moderados por la escritora mexicana Rosa Beltrán, acerca de lo peligroso que pueden ser los libros para los sistemas interesados en mantener la opresión.
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Manguel (Buenos Aires, 1948) se refirió al narrador británico de origen indio Salman Rushdie que sufrió un atentado en agosto pasado, más de 30 años después de que su libro “Los versos satánicos” fuera prohibido por el ayatolá Ruhollah Jomeini, líder de Irán.
“ No sabemos el extraordinario poder que nos concede la lectura y lo peligroso que es ese poder para gobiernos totalitarios y ninguna democracia está a salvo. Estamos viviendo un renacimiento del fascismo como no se ha visto nunca. Quiero nombrar a Salman Rushdie, que es la demostración del peligro que significa la lectura y los libros para los gobiernos religiosos”, aseguró.
Vallejo recalcó el “poder enorme de emancipación” del libro incluso para quienes ahora se consideran democracias y espacios de libertad y recordó cómo en Estados Unidos los esclavos tenían prohibido aprender a leer y escribir so pena de torturas y castigos de “una brutalidad extrema”.
También en los siglos XVIII y XIX las élites abogaban por que las mujeres, la clase trabajadora y las personas de otras razas leyeran menos para que no tuvieran la posibilidad de rebelarse.
“Corrían peligro si se acercaban demasiado a los libros, la explicación era que la lectura, la literatura favorece la ensoñación y estos sueños que podrían ser sinónimo de libertad, de expectativas, de búsquedas, de inconformismo con su propio destino, era algo que no se deseaba”, afirmó.
El desafío de la lectura
Manguel aseguró que en un mundo precarizado es normal que la lectura no sea una prioridad para las personas y consideró que los espacios como la FIL tienen el reto de sumar lectores y que los libros lleguen a aquellos que nunca han tenido uno en sus manos.
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“El gran desafío no es decir que el libro es maravilloso, lo lindo que es leer y lo divertido y lo que se pierden los que no leen, sino ir a los que nos son lectores todavía, todos tenemos la capacidad de ser lectores pero muchos somos privilegiados para ello”, expresó.
Manguel y Vallejo recibieron la medalla Carlos Fuentes de mano de su viuda Silvia Lemus, un reconocimiento que cada año se otorga a las y los autores encargados de abrir este espacio de diálogo acerca de la literatura y su entorno.
La FIL dio inicio este sábado con un nutrido programa que incluye 620 presentaciones de libros, 3.000 actividades literarias, académicas y científicas y la asistencia de 600 autoras y autores de 45 países.
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