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Grandes "tiraderas" de la historia: Quevedo y Góngora

La historia del arte ha tenido grandes rivalidades: Desde García Márquez con Vargas Llosa, pasando por Siqueiros y Diego Rivera hasta Bob Dylan con Andy Warhol, pero ninguna se compara con la de los poetas españoles.

Quevedo y Góngora
Quevedo y Góngora.
Edición HJCK.

Para hablar de esta rivalidad debemos situarnos en lo que se denomina como el "Siglo de Oro" español que comprende según determinaciones y estudios actuales desde 1492 con la conquista de América hasta 1681 con la muerte de Calderón de la Barca.

Es en este período de tiempo donde hay una bonanza económica española y sobre todo una explosión cultural en ámbitos como la poesía con los protagonistas de nuestra historia, el teatro, las artes plásticas con figuras como Velázquez y hasta de la arquitectura.

Según el escritor Jesús Callejos en una entrevista para Telemadrid todo inicia en 1601 con el traslado de la Corte de Felipe III se traslada a Valladolid. Los intelectuales y artistas de la época visitaban estas instancias y la ciudad para hacerse notar para convertirse en mecenas.

Góngora de origen cordobés y 20 años mayor que Quevedo ya era un artista respetado para el momento. Por su parte, este último era estudiante de la Universidad de Valladolid y copiando el estilo de Góngora había publicado sus primeros sonetos bajo el seudónimo de "Miguel de Musas".

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Hasta ahí, no había pasado nada extraño. Pero la forma de ascender socialmente era buscando reconocimiento de formas poco altruistas. Así que era común que artistas atacarán en sus obras a personajes consolidados, amparados por la visión específica y propuestas sobre el arte ¿Estrategias de Marketing del Siglo XVII? Por supuesto. Bajo esta consigna, se justificaba en el plano de las letras el enfrentamiento entre escritores, donde Quevedo se asociaba al "Conceptismo" un movimiento que buscaba ser conciso con las palabras en comparación del "Culteranismo" del cual Góngora era uno de sus principales exponentes donde se caracterizaba por una escritura más densa llena de figuras retóricas.

Quevedo fácilmente hubiese podido escribir "Esto lo hago pa' divertirme", en pocas palabras y hubiese aplicado perfectamente en el contexto. En esta primera fase de este enfrentamiento, las referencias no hacían más que adulación respecto al estilo y visión del mundo uno del otro. Sin embargo, cuando los dos vuelven a coincidir en Madrid el asunto se vuelve personal: Desde referencias al físico de cada uno, sus vicios, sus orígenes y hasta en temas de erudición.

La cosa no terminaría nada bien para Góngora. Excedido por el juego, perdería toda su fortuna que lo obligaría a vender su casa la cuál terminaría en manos de Quevedo que aprovecharía el primer atraso en el pago de arriendo para humillar al cordobés sacándolo a la calle. Sin embargo, cabe destacar que su legado es considerado como la mayor influencia para lo que se conocería después como "Generación del 27".

Y aunque el final resulta trágico para una de las partes, aquí les dejamos algunos de los versos que nos dejó esta tiradera en los 1600s:

Poemas de Francisco de Quevedo

"Contra Don Luis de Góngora"

Este cíclope, no siciliano,
del microcosmo sí, orbe postrero;
esta antípoda faz, cuyo hemisferio
zona divide en término italiano;
este círculo vivo en todo plano;
este que, siendo solamente cero,
le multiplica y parte por entero
todo buen abaquista veneciano;
el minoculo sí, mas ciego vulto;
el resquicio barbado de melenas;
esta cima del vicio y del insulto;
éste, en quien hoy los pedos son sirenas,
éste es el culo, en Góngora y en culto,
que un bujarrón le conociera apenas.

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"A una nariz"
Érase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una nariz sayón y escriba,
érase un peje espada muy barbado.
Era un reloj de sol mal encarado,
érase una alquitara pensativa,
érase un elefante boca arriba,
era Ovidio Nasón más narizado.
Érase un espolón de una galera,
érase una pirámide de Egipto,
las doce Tribus de narices era.
Érase un naricísimo infinito,
muchísimo nariz, nariz tan fiera
que en la cara de Anás fuera delito.

Poemas de Luis de Góngora

"A don Francisco de Quevedo"
Cierto poeta, en forma peregrina
cuanto devota, se metió a romero,
con quien pudiera bien todo barbero
lavar la más llagada disciplina.
Era su benditísima esclavina,
en cuanto suya, de un hermoso cuero,
su báculo timón del más zorrero
bajel, que desde el Faro de Cecina
a Brindis, sin hacer agua, navega.
Este sin landre claudicante Roque,
de una venera justamente vano,
que en oro engasta, santa insignia,
aloque, a San Trago camina, donde llega:
que tanto anda el cojo como el sano.

"De Quevedo"
Vuestros coplones, cordobés sonado,
sátira de mis prendas y despojos,
en diversos legajos y manojos
mis servidores me los han mostrado.
Buenos deben de ser, pues han pasado
por tantas manos y por tantos ojos,
aunque mucho me admira en mis enojos
de que cosa tan sucia haya limpiado.
No los tomé, porque temí cortarme
por lo sucio, muy más que por lo agudo,
ni los quise leer, por no ensuciarme.
Así, ya no me espanta ver que pudo
entrar en mis mojones a inquietarme
un papel, de limpieza tan desnudo.

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