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Gabriela Cabezón Cámara se adentra a la selva y recrea la vida de Catalina de Erauso

La escritora argentina Gabriela Cabezón trajo ‘Las niñas del naranjel’ a la Feria Internacional del Libro de Quito (FILQ), la novela donde se adentra en la selva paranaense y recrea la vida de la española Catalina de Erauso, quien en el siglo XVII huyó del convento en el que era novicia y travestida de varón se sumó a la conquista de América.

Gabriela Cabezón Cámara
La escritora argentina Gabriela Cabezón Cámara lanzó su novela "Las niñas del Narangel" en el 2023.
Cortesía.

“Si bien Antonio de Erauso, nacido Catalina de Erauso, había vivido encerrada toda su vida, era lo suficientemente despierta como para darse cuenta de que tenía que escapar y, ya que estaba, agarró unas telas, se hizo ropa de varón y salió caminando como un muchacho”, explicó Cabezón en una entrevista sobre el protagonista de su obra más reciente.

Su fascinación por este personaje histórico, que llegó a ser conocido popularmente también como 'Monja Alférez', nació, de lo siniestra que fue la vida de Antonio de Erauso, originario de San Sebastián (España), y a quien Cabezón definió como un “asesino en serie del grotesco barroco”.

Seis años le llevó escribir estas páginas, publicadas a finales del pasado año por Penguin Random House. La escritora argentina se tomó este tiempo no sólo para documentarse sobre la vida de Antonio de Erauso (1592-1650), sino también para encontrar la luz y voz literarias necesarias.

“No quería quedarme en esa crueldad y tortura. Escribí muchas veces hasta que encontré las voces de las niñas (indígenas) y ahí encontré la cantidad de luz y ternura que necesitaba este libro para que su música funcionara”, confesó.

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Distintas lenguas en un mismo libro


La melodía que recorre estas páginas destaca por la presencia de diferentes lenguas, ya que la escritora introdujo palabras y canciones en guaraní y vasco, entre otros idiomas. “La mera idea de pureza, de que pudiera existir algo así como un castellano puro me repele”, sentenció.

Y agregó que “pensar desde Latinoamérica sin pensar desde una lengua originaria es pensar mal y desde un lugar horrible, mutilado y cercenado”.

En la novela de Cabezón, después de aventuras y desventuras, Antonio de Erauso recala en la selva paranaense, donde la paz, la naturaleza y el diálogo con las niñas hace que su sistema de valores y creencias entre en crisis, explicó la autora.

Y recordó que durante la escritura de esta novela también tuvo en mente que los extractivismos contemporáneos en América Latina “se parecen a la conquista” de la que habla en el libro.

“Como pasa siempre en las colonias, esto no deja riqueza, deja pobreza, enfermedad y muerte”, además de un gran impacto en los ecosistemas, denunció.

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"Personas 'queer' ha habido siempre"


Como escritora ‘queer’, Cabezón manifestó que es necesario “llegar a un momento en el que la mayor parte de las personas tengan acceso a la publicación, sin que ello tenga nada que ver con señales identitarias”.

Asimismo, reconoció que este libro es también la prueba de que “personas ‘queer’ y trans ha habido siempre”, si bien dijo que, en la actualidad, estos colectivos se encuentran “sufriendo el asedio de la ultraderecha”.

“Tenemos que resistir a eso. No sé muy bien cómo, pero por lo pronto estando, hablando y contándonos”, incidió la autora, para quien escribir y narrar es una forma de estar en el mundo.

Preguntada por su visita a la FILQ, Cabezón se mostró agradecida por la invitación al conversatorio ‘Cuerpos y territorios’, en el que dialogó con las escritoras ecuatorianas María Fernanda Ampuero y Yuliana Ortiz, y reivindicó más encuentros entre autoras latinoamericanas.

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La argentina destacó también los “temas interesantes” sobre los que se está conversando estos días en la feria, y mencionó un coloquio sobre literatura y dinero, una cuestión que según afirmó es “bastante tabú”, pese a que los escritores “no viven del aire”.

No obstante, Cabezón concluyó que el hecho de que sea “realmente difícil vivir de escribir en América Latina” hace que haya “un montón de resquicios” para una literatura experimental y reivindicativa, como la presente en ‘Las niñas del Naranjel’.

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