Nacido el 20 de marzo de 1770 en Lauffen am Neckar, en el seno de una familia luterana, Hölderlin demostró desde temprana edad un talento innato para la escritura y la poesía. Su formación académica comenzó en el Seminario Teológico de Tubinga, donde entabló amistad con dos figuras destacadas de la época: Friedrich Schelling y Georg Wilhelm Friedrich Hegel. Estos encuentros fueron fundamentales para su desarrollo intelectual y artístico.
A lo largo de su vida, Hölderlin experimentó diversas influencias literarias y filosóficas. Su estancia en Jena le permitió sumergirse en el romanticismo alemán y establecer relaciones cercanas con figuras prominentes como Johann Wolfgang von Goethe y Friedrich Schiller. Sin embargo, fue su posterior relación con Susette Gontard, a quien llamó Diotima en sus poemas, la que marcaría un punto de inflexión en su obra.
Hölderlin es conocido por su estilo poético excepcional y su profunda reflexión filosófica. Sus obras maestras, como Hiperión y Cántico de Ister, exploran temas como la búsqueda de la identidad, la relación entre el ser humano y la naturaleza, y la lucha interna entre la razón y la emoción. Su poesía se caracteriza por una combinación única de lirismo, simbolismo y musicalidad, lo que la convierte en una expresión artística única y trascendental.
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Desafortunadamente, la vida de Hölderlin estuvo marcada por la enfermedad mental. Tras la muerte de Susette Gontard y su separación de la sociedad, experimentó períodos de profunda depresión y delirios. Los últimos años de su vida los pasó recluido en una torre en Tubinga, donde su poesía se volvió más hermética y enigmática.
El 7 de junio de 1843, Friedrich Hölderlin falleció en su lugar de reclusión, dejando atrás un legado poético que ha influido en generaciones posteriores de escritores y artistas. Su profundo compromiso con la búsqueda de la verdad, la belleza y la trascendencia lo convierten en una figura central de la literatura romántica y en uno de los poetas más importantes de la historia.
En este aniversario conmemorativo, recordamos y celebramos la vida y obra de Friedrich Hölderlin, un poeta cuya poesía sigue siendo una fuente de inspiración y contemplación para aquellos que se adentran en sus versos. Su legado perdurará en el tiempo, recordándonos la capacidad del arte para explorar los misterios de la existencia humana y trascender las limitaciones de la vida cotidiana.
Poemas de Hölderlin
El consenso público
¿No es más bella la vida de mi corazón
desde que amo? ¿Por qué me distinguíais más
cuando yo era más arrogante y arisco,
más locuaz y más vacío?
¡Ah! La muchedumbre prefiere lo que se cotiza,
las almas serviles sólo respetan lo violento.
Únicamente creen en lo divino
aquellos que también lo son.
Versión de Federico Gorbea
La despedida
¿Queríamos separarnos? ¿Era lo justo y lo sabio?
¿Por qué nos asustaría la decisión como si fuéramos
a cometer un crimen?
¡Ah! poco nos conocemos,
pues un dios manda en nosotros.
¿Traicionar a ese dios? ¿Al que primero nos infundió
el sentido y nos infundió la vida, al animador,
al genio tutelar de nuestro amor?
Eso, eso yo no lo hubiera permitido.
Pero el mundo se inventa otra carencia,
otro deber de honor, otro derecho, y la costumbre
nos va gastando el almadía tras día disimuladamente.
Bien sabía yo que como el miedo monstruoso y arraigado
separa a los dioses y a los hombres,
el corazón de los amantes, para expiarlo,
debe ofrendar su sangre y perecer.
¡Déjame callar! Y desde ahora, nunca me obligues a contemplar
este suplicio, así podré marchar en paz
hacia la soledad,
¡y que este adiós aún nos pertenezca!
Ofréceme tú misma el cáliz, beba yo tanto
del sagrado filtro, tanto contigo de la poción letea,
que lo olvidemos todo
amor y odio!
Yo partiré. ¡Tal vez dentro de mucho tiempo
vuelva a verte, Diotima! Pero el deseo ya se habrá desangrado
entonces, y apacibles
como bienaventurados
nos pasearemos, forasteros, el uno cerca al otro conversando,
divagando, soñando, hasta que este mismo paraje del adiós
rescate nuestras almas del olvido
y dé calor a nuestro corazón.
Entonces volveré a mirarte sorprendido, escuchando como otrora
el dulce canto, las voces, los acordes del laúd,
y más allá del arroyo la azucena dorada
exhalará hacia nosotros su fragancia.
Versión de Helena Araújo