Durante los últimos 50 años, la pluma crítica y ácida del escritor Antonio Caballero retrató la sociedad colombiana, muy a su estilo, a través de columnas de opinión, libros y caricaturas con una actitud rebelde pero siempre contestaria frente al poder, pese a ser parte de la élite bogotana. Caballero no solo era un hombre apasionado por la historia, por el arte y por el buen comer, sino también por la fiesta brava, un amor que le costó más un detractor que se fue quedando en el camino.
En otras palabras, era todo un bon vivant, un gentleman que había nacido en mayo de 1945 en el seno de una de las familias más prestantes de la sociedad cachaca de entonces: era hijo de Eduardo Caballero Calderón e Isabel Holguín. y como si quedara duda de su raigambre bogotana, por parte de su padre, su tatarabuelo fue el poeta José Eusebio Caro y su bisabuelo, el político y gramático Miguel Antonio Caro. Por parte de su madre, se contaban los ilustres nombres de Carlos Holguín Mallarino y Jorge Holguín, miembros de la élite colombiana durante los años de la hegemonía conservadora.
Desde joven, Caballero desarrolló una profunda pasión por escribir. Como un compositor a su obra, cada uno de sus textos era redactado de manera absolutamente meticulosa y detallada. Pero este sueño empezaría en Europa, lugar aque visitó junto a su padre que había sido nombrado embajador en una misión diplomática. Tras su paso por algunos medios europeos como la BBC de Londres y la revista Cambio 16 de España, en 1974 regresó al país para ser jefe de redacción de la revista Alternativa, una nueva publicación que simpatizaba con la ideología política de izquierda y en la que también participaron Jorge Restrepo, Daniel Samper Pizano, Roberto Pombo y Enrique Santos.
Desde la década del ochenta, tras su breve paso por El Espectador, llega a la revista Semana, donde su columna de opinión se convirtió rápidamente en el referente que medía el termómetro del acontecer político y social del país. Desde ese privilegiado espacio que era casi obligado de leer cada ocho días, su particular y mordaz crítica se encargó de generar espacios de discusión entre los colombianos.
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La prolífica obra de Caballero se paseó prolíficamente por el periodismo, el ensayo y la historia y la literatura, donde Sin remedio, su única novela publicada en 1984, ha sido traducida a varios idiomas. También incursionó en la caricatura con sus libros Reflexionémonos: 20 años de caricaturas (1986) y Este país (1998). Sobre la tauromaquia escribió los libros Toro, toreros y público (1992), A la sombra de la muerte (1994), Los siete pilares de un torero (2003) y Torero de sillón (2010). En 2010 escribió Luis Caballero erótico, un homenaje dedicado a su hermano, el artista Luis Caballero.
Con su pluma silenciada, la muerte de Antonio Caballero es una de las pérdidas más significativas del periodismo nacional. Con él se cierra una escuela de escritores y críticos que durante más de 50 años marcaron ese estilo iconoclasta, magistral y por demás único de percibir el acontecer nacional.