La película 'Black Tea', que Sissako ha presentado este miércoles en competición en la Berlinale, sigue a una joven africana de Costa de Marfil (Nina Melo) que el día de su boda planta a su novio en el altar y emprende una nueva vida en China.
Se instala en Guangzhou -aunque rodaron en Taiwán- y encuentra trabajo en una tienda de té cuyo propietario (Han Chang) la inicia en el ritual de la ceremonia de esa bebida, a la vez que surge entre ellos una relación romántica, ensombrecida por secretos del pasado.
"Quería mostrar una cara de África que no se ve y una migración que no es necesariamente económica", dijo Sissako en rueda de prensa. El cineasta criticó el predominio de "una mirada eurocéntrica" y aseguró que "hay mundo más allá" de Europa.
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"El colonialismo nos ha hecho pobres, hay una injusticia permanente, pero estamos en un mundo globalizado y África debe abrirse a otros, está China, pero también Turquía o la India, las cosas pueden cambiar", aseveró.
También le interesaba, en el filme, hablar "sobre mujeres en busca de libertad y su habilidad para superar dificultades".
En cuanto a la ceremonia del té, la eligió por su simbolismo, por la importancia de los gestos y porque era una forma de que entrara en juego la seducción en un espacio íntimo, explicó.
Las cuestiones sobre identidad cultural e inmigración han estado siempre presentes en el cine de Sissako, responsable de títulos como 'La vida en la Tierra' (1998) o 'Bamako' (2006).
El director, de 62 años, nació en Mauritania pero de niño se mudó a Mali, el país de su padre. De ahí viajó a la entonces Unión Soviética, donde estudió cine, y posteriormente se estableció en París, donde empezó su carrera profesional.
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