Nacieron entre hilos y telares; las tejedoras de los pueblos originarios de Argentina se han transformado en voceras del planeta . En sus artesanías, retratan las enseñanzas de generaciones de mujeres para mantener viva su cultura ancestral y dejar un pedazo de historia con cada puntada.
Celeste Balero es una de ellas. Se define como cuarta generación de tejedores tradicionales de Jujuy, provincia norteña que limita con Bolivia. Trabaja las fibras de llama desde que tiene memoria y actualmente el "negocio familiar" se transformó en una comunidad donde participan 18 personas.
" Lo que sostiene el tejido es mucho más profundo que un saber. Es una cuestión espiritual, cargado de significados comunitarios y la herencia que nosotros recibimos tiene mucho que ver con la conexión y el equilibrio con la naturaleza", explica a EFE la joven artesana.
Balero representa a "Tejedores Andinos", una colectividad que emplea las técnicas textiles de sus antepasados con telas naturales, funcionando como recordatorio catalizador de todo lo que brinda la tierra. " Tratamos de seguir recordando de las mismas maneras que lo hicieron nuestros ancestros , de manera colectiva y comunitaria", agrega.
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A lo largo de los años, se han adaptado de forma eficiente a la realidad tecnológica que rige el mercado actual. Más allá de la necesidad de sobrevivir, un porcentaje de las ganancias se destinan a que su comunidad continúe creciendo ; así aseguran sostén emocional y económico.
"Plasmamos la interpretación de la naturaleza en nuestros tejidos. Somos la voz de la Tierra y a través de nosotros se puede contar ese mensaje de resistencia para que no olvidemos quién sostiene nuestra existencia", indica la joven.
Muchas tejedoras han recibido el oficio de sus madres o abuelas, y aunque no lo ejerza n, Balero insiste en que las mujeres descendientes de indígenas están volviendo a las raíces para "reivindicar su poder y su feminidad a través del hacer". Algo que demostraron al participar del 'London Craft Week' este año.
Algo similar sucede con Noelia Naporichi, originaria Qom de la ciudad de Castelli, en la provincia del Chaco, en el norte del país, donde se encuentran las mayores comunidades de los pueblos Tobas y Wichí. Hace un tiempo se mudó a Rosario (Santa Fe) buscando mejores oportunidades laborales y educativas, aunque se mantiene en contacto con sus cimientos natales.
Junto a un colectivo de 15 mujeres indígenas, presentó por primera vez sus obras hechas en hoja de palma o carandillo, una planta nativa ancestral muy utilizada por los Qom, en las cuales trasmiten sus saberes por medio de manualidades relacionadas con el arte de la cestería.
Teje con las emociones y para dar un mensaje que puede conllevar un "agradecimiento" o un "regalo de bienvenida" . Con sus productos, representa el ecosistema de los territorios que habitaron sus antepasados y deja una parte de ellos en sus trabajos con la idea de que la sociedad los conozca y resguarde.
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Hoy, su principal materia prima está amenazada por la expansión del hombre y el cambio climático. "La hoja de palma nos da de comer, nos permite permanecer en el territorio y llevar el conocimiento del tejido hasta Buenos Aires", aclara a EFE Naporichi.
" Dejamos un pedazo de nuestro territorio y de nuestro saber , que viene de hace muchos años en linajes preexistentes de Argentina. Es algo hermoso para nuestro pueblo y para que sienta que no tiene un valor específico, porque es una transmisión de muchas estirpes. No es una simple cartera, es una transmutación de energía para la persona que se lo lleva", señala la mujer Qom.
Chicas como Naporichi salieron de sus ciudades natales en pos de mejores oportunidades, pero siempre llevando sus orígenes consigo. De hecho, tienen hogares comunitarios construidos por ellas, que funcionan para reforzar sus conocimientos y brindarse contención ante problemas financieros o sociales.
En todo esto pensó la curadora y gestora intercultural Andrei Fernández cuando agrupó recientemente en arteba, feria de arte contemporáneo anual de Buenos Aires, "el sentido migrante" del arte y "su impacto social" .
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Oriunda de la norteña provincia de Salta, que linda con Jujuy, eligió propuestas aunadas con la voluntad de transformar los contextos de las comunidades indígenas.
"Esos objetos, por ser utilitarios, no tienen un valor menor que otro artístico, sino que es una forma de llevar el arte y esos conocimientos. En el caso de los ornamentales, hacen que sean parte de tu vida cotidiana de una forma mucho más directa de lo que a veces entendemos. El arte puede convivir con nosotros", afirma a EFE.
Para ellas, presentarse en la feria es una manera de introducir a la gente que ignora el arte indígena y dar voz a parientes lejanos que, durante milenio s, fueron obligados al ostracismo: demostrar que son parte de la rica cultura que integra Argentina.
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