Pintora, escultora, escritora y poetisa, Tanning fue una figura central en los movimientos surrealista y modernista del siglo XX, una artista que no solo exploró los límites de la imaginación humana, sino que los amplió con valentía y perspicacia. Nacida en Galesburg, Illinois, en 1910, y fallecida en Nueva York en 2012 a la edad de 101 años, su longevidad fue paralela a la amplitud y diversidad de su obra, que abarcó casi todas las disciplinas creativas imaginables.
La vida como preludio del arte
La infancia de Tanning estuvo marcada por una fascinación temprana por los libros y el arte. Creció en un hogar que valoraba la independencia intelectual y la autodeterminación, elementos que serían fundamentales para su trayectoria como creadora. Tras un breve paso por la Universidad de Illinois, se trasladó a Chicago, donde empezó a sumergirse en el mundo del arte, y finalmente se instaló en Nueva York en 1935. Fue allí donde, en 1942, Max Ernst, el pintor y escultor surrealista alemán, descubrió su trabajo. El encuentro no solo marcó el inicio de una intensa relación personal—se casaron en 1946—sino también de una colaboración artística que enriquecería a ambos.
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El lenguaje onírico de sus obras
Las pinturas de Tanning no son meras representaciones; son umbrales a reinos de ensueño. Una de sus obras más icónicas, Birthday (1942), la muestra en un autorretrato que captura su espíritu desafiante y su destreza técnica. En esta escena, Tanning se presenta con el torso desnudo, en una habitación laberíntica, acompañada por una criatura híbrida que desafía la explicación racional. La complejidad simbólica de la obra invita al espectador a descifrar capas de significado: la sexualidad, la libertad y la percepción del yo como un misterio inagotable.
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En la década de 1950, Tanning comenzó a alejarse de las representaciones figurativas precisas que caracterizaban su fase inicial para adentrarse en una abstracción más visceral. Obras como Insomnias (1957) muestran figuras que se desintegran en paisajes oníricos, donde el espacio y el tiempo parecen perder su coherencia. Este cambio en su estilo refleja una preocupación creciente por los estados psíquicos internos, más que por la narrativa.
En los años 60 y 70, Tanning amplió su práctica artística hacia la escultura. Sus figuras blandas, hechas de tela y relleno, tienen una calidad perturbadora y humorística a la vez. Piezas como Fétiche (1965) y Cousins (1970) encarnan formas orgánicas que parecen al borde de cobrar vida. Estas esculturas desdibujan los límites entre lo humano y lo monstruoso, lo familiar y lo desconocido.
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Escritora y poeta
Tanning también destacó en la literatura. Su autobiografía, Birthday (1986), ofrece un relato fascinante de su vida y sus reflexiones sobre el arte, mientras que su colección de poesía, Coming to That (2011), publicada cuando tenía 101 años, revela una mente siempre curiosa y vital. En sus escritos, al igual que en su pintura, se entremezclan lo cotidiano y lo maravilloso, mostrando una perspectiva única sobre la condición humana.
Mujer saludando a los árboles, de Dorothea Tanning (Traducción de Yanina Audisio)
Como si nadie pudiera
Advertirlo al principio.
Me he entregado al prodigio
Ante los árboles de nuestro parque.
Sólo una cosa puedo decirte:
Son grandiosos
Y lo saben.
También están exhaustos,
Cientos de años
Atrapados en el mismo sitio—
Grandiosos paralíticos.
Cuando estoy debajo,
Sienten mi mirada,
Observan cómo agito mi loca
Mano, y envidian mi alegría
De ser un blanco móvil.
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Los perezosos en los bancos
Comienzan a notarlo.
Uno al otro se dicen:
“Las cosas que hay que ver…”
La mayoría de ellos mira
Abajo hacia la nada como si no hubiera
En verdad nada más para
Mirar hasta que aparece
Esa mujer saludando a lo alto
Hacia las ramas
De los viejos árboles. Levanten sus
Cabezas, amigos, miren arriba
Pueden ver más
De lo que creían posible,
Arriba donde algo puede
Devolverle el saludo, para decirle
Que ella ha visto lo magnífico.
Dorothea Tanning desafío categorizaciones a lo largo de su vida. Aunque a menudo se la vincula con el surrealismo, su obra trasciende este movimiento, creando un lenguaje visual y literario que es completamente suyo. Su exploración de los límites entre lo consciente y lo inconsciente, entre lo real y lo fantástico, ha influido profundamente en generaciones posteriores de artistas.
Entender a Tanning requiere abandonar los marcos interpretativos convencionales. Su obra no busca respuestas, sino plantear preguntas: ¿qué ocurre cuando los sueños invaden la realidad? ¿Qué nos dice el cuerpo sobre nuestras ansiedades y deseos más profundos? En su universo, cada detalle es una puerta que se abre hacia lo desconocido.
Al reflexionar sobre su contribución, es imposible no recordar sus propias palabras: “Pienso en mi vida como un tapiz que estoy constantemente tejiendo. Cada día añade un hilo, cada experiencia un color.” Así, Dorothea Tanning no solo nos dejó un legado artístico, sino también un mapa para navegar las profundidades de nuestra propia psique. Su trabajo sigue siendo una invitación, abierta e irresistible, a explorar el misterio de ser humanos.