Me permitiré tomar una licencia, mal respaldada por una de esas frases que proliferan en las redes sociales: "No tengo pruebas, pero tampoco dudas". Y es que conversando con los maestros dramaturgos, que por estos días se encuentran en Bogotá participando del Encuentro Iberoamericano de Dramaturgia organizado por Umbral Teatro; surgió en mi una reflexión en torno al poder y su manifestación en todas las esferas de las relaciones humanas, desde las más pequeñas e intimas hasta las más grandes y colectivas.
Sin embargo, no permitiré que esta licencia que he decidido tomar de manera arbitraria se desate sin restricciones. En lugar de eso, la desarrollaré a medida que relato la conversación que sostuve con la dramaturga boliviana Diego Aramburo. Les aseguro que no se trata de un error de redacción, ni que hayan leído mal. Diego es legalmente reconocida como mujer, sin haber efectuado ningún cambio en su cuerpo, su nombre o su orientación sexual. Esta determinación se tomó en el año 2018 después de una profunda reflexión que la llevó a cuestionarse: "¿Qué significa el género para mí? ¿Qué implica la identidad sexual?". Casi de manera fortuita, en sus propias palabras, surgió la percepción de cuán privilegiados son los hombres, como compartió con el diario digital La Razón, de Bolivia.
Cuando se le pregunta quién es y cómo define su trabajo, ella encuentra una palabra: “la esquizofrenia, porque dentro del teatro he trabajado teatro de artes expandidas, muy liminal; pero también he trabajado en teatros oficiales con puestas en escena bastante convencionales y las dos formas de hacer teatro me reflejan de alguna forma. Y la esquizofrenia se acentúa cuando mi práctica se establece en lo escénico pero también en las artes visuales”. En su obra se pueden percibir ciertas obsesiones que atraviesan sus motivaciones creadoras, tiene que ver con las culturas y el pensamiento andino del que Diego proviene, al respecto nos aclara" el pensamiento andino era muy avanzado, a occidente le tomó hasta el siglo XX para comprender la existencia del pensamiento cuántico. En nuestras culturas ancestrales eso ya estaba presente desde mil quinientos años antes de Cristo”.
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En su trabajo, Diego destaca estos modelos de pensamiento que surgen como un poderoso contrapunto al pensamiento hegemónico occidental. Conceptos como la iteración y lo fractal le brindan la posibilidad de experimentar con diferentes formas de pensamiento ycomo resultado “otras formas de generar relato y de organizar la escritura”.
En este punto, hago una pausa en lo que respecta al diálogo con Diego, y no puedo evitar conectar sus ideas con las reflexiones de Michel Foucault sobre los límites del poder. Foucault sostiene que el conocimiento es lo que un grupo de individuos comparte para luego establecer lo que se considera la verdad.
Esta “verdad” determina y sustenta al poder, permitiendo que se perpetúe a través de las generaciones y estableciendo lo que es correcto, normal y bueno... teniendo esto presente, y apuntando que no es una gran novedad, resalta la posibilidad de crear grietas, a través de la creación artística, en esa enorme estructura de “verdad” que el poder ha venido instalando en nuestras mentes y vidas a lo largo de varios siglos. En un mundo dominadopor los relatos occidentales que nos impactan constantemente a través del cine, la televisión, las plataformas de streaming y las redes sociales; la posibilidad de observar otros puntos de vista y otros modelos de pensamiento es una revuelta a lo que damos por establecido y nos da la oportunidad de revitalizar y cuestionar nuestros paradigmas.
Suficiente de licencias autoconcedidas (¿un ejercicio de poder quizás?). En el trabajo de Diego está presente el concepto de decolonialidad, pero prefiere citar al poeta brasileño Oswald de Andrade con su manifiesto antropofágico que propone devorar los valores colonialistas europeos e incorporarlos a la realidad de los pueblos colonizados, para acabar con los sentimientos de inferioridad en relación a esas culturas.
Diego enfatiza “yo no voy a negar que tengo las dos vertientes, la ancestral andina y la occidental (...) somos “cheje”, la indefinición que se puede observar cuando vemos un perro callejero corriendo, pero que al mismo tiempo tiene características muy definidas, pero sobre todo una característica de “cosa” viva y en movimiento, que va cambiando (...) así me sitúo, así me siento, es más, me voy sintiendo... así, en transitivo”.
“Estoy en un momento en el que le hago una critica bastante fuerte a la academia, por sus hábitos autorreferenciales y eurocéntricos (...) me incomoda lo jerárquico. Que la academia se permita decir “vamos a aceptar o no los saberes ancestrales”. (...) la academia debe saber ubicarsemejor frente a los diálogos que sostiene con los saberes ancestrales y mostrar más respeto”. Diego manifiesta una tensión entre estos dos mundos y su interés radica en tender puentes de comunicación entre ellos, y que permitan generar puntos de encuentro y de entendimiento: “entendamos como podemos tener coincidencias y esas coincidencias van a contener disidencias, eso es muy interesante (...) la desesperada búsqueda posmoderna del consenso continuo nos hizo bastante daño, hay que negociar y encontrar puntos que nos permitan avanzar pero ello va a contener disensos y disonancias, características que se pueden encontrar en la música andina”.
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Diego estuvo en Bogotá impartiendo un Taller de Dramaturgización en el marco del Encuentro Iberoamericano de Dramaturgia. “La dramaturgización es una práctica que permite organizar los elementos de la obra, (que pueden ser cuerpos en un espacio, textos, fragmentos de historias); la administración de estos elementos para generar mayor dramaticidad, mayor contraste y dirigirse a una tensión que posteriormente se resuelva en la obra”. Este práctica se concentra completamente en la forma en la que el espectador percibe la obra y en como despertar y sostener su atención, “la obra solamente existe en la expectación del público, la obra solo existe y dura lo que dura el proceso de digestión del espectador (...) lo que se proponeen el talleres ofrecer técnicas, herramientas y experiencias que puedan estar al servicio de lo que cada creador o creadora quiera hacer con ello, no son reglas verticales, la tarea del creador es reinterpretarlas constantementeen el momento de su creación”. La propuesta de trabajo que se plantea en el Taller de Dramaturgización resulta ser una contrapartida a los procesos de construcción popularizados por algunos manuales de escritura que pretenden crear reglas fijas y milimétricas en los terrenos de la escritura dramática, el guion e incluso en la narrativa, sin embargo, Diego no los desdeña, propone que “todo eso existe y está bueno saberlo para luego romperlo”.
En cuanto a la importancia de los espacios generados por proyectos como el de Punto Cadeneta Punto Taller Metropolitano de Dramaturgia, Diego mencionó lo siguiente: "Las culturas están hechas de pensamiento y producción cultural e intelectual, es un deber de los gobernantes propiciar los espacios que nos permitan producir en el presente más propuestas científicas, artísticas que nos relaten e identifiquen para llevarnos a una siguiente instancia y no quedarnos únicamente con lo que nos legó el pasado(...) de lo contrario nos vamos a disolver en una globalidad espantosa, que solo tiene en común la economía que además es asimétrica”.
Así terminó este dialogo con Diego Aramburo que me despertó el deseo de hablar un “algo” respecto al poder, después de todo tenía el poder para hacerlo... ¿tendría también la aptitud? No lo sé, por fortuna también tenía el poder de desechar la idea. Ya veremos que pasará, o pasó, o seguirá pasando.