
Dos años ha permanecido cerrado por obras este edificio adyacente, que abrió sus puertas en 1991 para mejorar el ingreso a la pinacoteca y albergar parte de sus colecciones permanentes y temporales.
Ahora, la recepción sigue la senda marcada por otros museos al apostar por una entrada despejada y luminosa y unos espacios amplios que permiten una visita más confortable.
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"Éramos un museo de primera clase, pero no teníamos una acogida al público de primera clase. Ahora sí. No habrá más espacio para colgar cuadros pero sí para visitantes", resumió en declaraciones el subdirector de la pinacoteca, Paul Gray.
La National Gallery, que pese a los trabajos logró recibir a 3,2 millones en 2024, cuando celebró su bicentenario, ha acometido intervenciones "sensibles" en la fachada externa, en el hall de entrada y en la entreplanta.
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Una enorme pantalla
El resultado es ahora un vestíbulo diáfano en el que destaca una gigantesca pantalla en la que se proyectan las joyas de la colección de la National Gallery con una definición tal que permite ver detalles que a ojos humanos serían imposibles de apreciar.
"Se trata fundamentalmente de dar la bienvenida, de tener otra fuente de experiencia. Según se cruza el umbral de la puerta de entrada, el visitante se encontrará un espacio que es abierto, que es tentador. Veíamos que el espacio ya no ofrecía lo que necesitábamos", dijo Gabriele Finaldi, director del museo.
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Allá donde el público debía enfrentarse a las inclemencias del muy inclemente tiempo inglés se alza ahora un soportal que contribuirá a que, al menos, las colas para entrar no se hagan bajo la lluvia.
Allá donde largas filas se agolpaban en una estrecha acera, ahora se ha abierto una plaza anteriormente cerrada para permitir una mayor holgura.
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Una reforma polémica
Sin embargo, la reforma diseñada por la arquitecta Annabelle Selldorf no ha estado libre de controversia.
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Ocho expresidentes del prestigioso Real Instituto de Arquitectos Británicos (más conocido como RIBA) escribieron una carta en la que calificaron el proyecto de "insensible" y lo acusaron de convertir la obra original posmodernista de Robert Venturi y Denise Scortt Brown en una "sala de aeropuerto".
Una de las razones de la polémica es precisamente que el Ala Sainsbury se ha convertido 'de facto' en la entrada y el recibidor principal del museo, cuando no era ese el rol para la que había sido diseñada.
"Tuvimos que hacer espacio en este bello edificio sin dañarlo. Y creo que lo hemos conseguido, que hemos traído lo de fuera adentro. Hemos abierto las escaleras para que uno sepa adónde ir, y hemos dado un lugar para descansar y pensar, un lugar para reunirse con los amigos", defendió Selldorf hoy en la presentación.
Pese a todo, faltan numerosos retoques que solo se abordarán después de un año, cuando el equipo de la National Gallery se recupere de dos años de intensas obras y el museo recobre su actividad normal.
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