Reconocida "por su intensa prosa poética que se enfrenta a traumas históricos y expone la fragilidad de la vida humana", la novelista es la primera persona surcoreana y primera mujer asiática en obtener el Nobel de Literatura, y lo hace también con una obra compleja e incómoda que entrelaza la condición humana con la historia de su país."En la noche más oscura, hay un lenguaje que pregunta de qué estamos hechos. La literatura que lidia con este lenguaje inevitablemente contiene una especie de calor corporal. El trabajo de leer y escribir literatura se opone a todos los actos que destruyen la vida", dijo la autora este diciembre durante el banquete posterior a la ceremonia de entrega del Nobel en Estocolmo.Sus palabras se produjeron una semana después de que a principios de diciembre, el presidente del país, Yoon Suk-yeol, decretara la ley marcial, que fue anulada en la Asamblea Nacional (Parlamento) seis horas después y que llevó a su posterior destitución."Como todos los demás esa noche, quedé profundamente conmocionada", añadió la autora, quien recordó el proceso de redacción en 2014 de la novela 'Human Acts', que implicó investigar la anterior ley marcial que se había aplicado en el país hace más de 40 años.El levantamiento de GwangjuAdemás de 'La Vegetariana', destaca precisamente en su bibliografía 'Human Acts', que transcurre durante el levantamiento civil sofocado brutalmente por la dictadura militar en su ciudad natal, Gwangju, en mayo de 1980 y constituye una historia sobre el sufrimiento y la resiliencia humanos considerada por la crítica como su mejor obra."Para mí, ser testigo de una situación similar en tiempo real ante mis ojos en 2024 fue sorprendente. Pero si hay algo que es diferente, en el invierno de 2024, a diferencia de 1980, es que todos pudieron presenciarlo a través de Internet y en transmisión en vivo", destacó la autora.💬 Síganos en nuestro canal de WhatsApp aquíHan dijo ser "cautelosa", ya que esta novela, a diferencia de otras de sus obras, "describe un incidente real" y su objetivo era crear con la misma "una ruta de acceso para comprender el levantamiento de Gwangju", según dijo durante una entrevista a los medios en Estocolmo con motivo de su visita a Suecia para recibir el Nobel.Hija del famoso escritor Han Seung-won, Han hizo su debut literario en 1993 cuando tenía 23 años con una serie de poemarios como 'Invierno en Seúl' y comenzó su carrera como novelista al año siguiente tras ganar el Concurso Literario de Primavera del diario Seoul Shinmun con la obra 'Ancla Roja'.Sus primeros recuerdos con la literatura se remontan a su niñez, cuando su padre, en aquel momento todavía joven y poco conocido, llenaba una casa "sin muebles" de libros, amontonados en torres desordenadas.En 1995, se atrevió con su primera colección de cuentos, 'Yeosuui sarang' ('Amor de Yeosu'), y posteriormente, en 2005, ganó el Premio Literario Yi Sang, uno de los más prestigiosos del país asiático que busca reconocer a escritores innovadores surcoreanos.La fama internacional le llegó en 2016 con el Premio Booker por la novela 'La Vegetariana', una historia que entrelaza lo exquisito y lo inquietante y que está ambientada en el Seúl actual, donde una mujer decide dejar de comer carne desatando una tormenta en el seno familiar y su entorno.Aunque la novela se había publicado originalmente en Corea del Sur en 2007, no fue vista con buenos ojos en su país hasta que su publicación en Estados Unidos y Reino Unido fue recibida con entusiasmo por la crítica local.También sobresale 'Blanco' (Rata books), una obra de no ficción dedicada a la hermana mayor de Han, que murió en los brazos de su madre pocas horas después de nacer y que supone una carta de duelo a una hermana que nunca conoció.🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
Luz e hilo, por Han Kang El pasado enero, mientras ordenaba mi trastero antes de una mudanza inminente, me encontré con una vieja caja de zapatos. La abrí y encontré varios diarios que databan de mi infancia. Entre la pila de diarios había un panfleto, con las palabras “Un libro de poemas” escritas a lápiz en la portada. El cuadernillo era delgado: cinco hojas de papel A5 tosco dobladas por la mitad y encuadernadas con grapas. Había añadido dos líneas en zigzag debajo del título, una línea que ascendía en seis pasos desde la izquierda, la otra descendía en siete pasos hacia la derecha. ¿Era una especie de ilustración de portada? ¿O simplemente un garabato? El año –1979– y mi nombre estaban escritos en la parte posterior del libro, con un total de ocho poemas escritos en las hojas interiores por la misma mano prolija y a lápiz que en las portadas delantera y trasera. Ocho fechas diferentes marcaban la parte inferior de cada página en orden cronológico. Los versos escritos por mi yo de ocho años eran adecuadamente inocentes y sin pulir, pero un poema de abril me llamó la atención. Se abre con las siguientes estrofas:¿Dónde está el amor?Está dentro de mi pecho palpitante y palpitante.¿Que es el amor?Es el hilo de oro que une nuestros corazones.En un instante me trasladé cuarenta años atrás, mientras los recuerdos de aquella tarde que pasé armando el panfleto volvían a mi mente. Mi lápiz corto y rechoncho con su extensor de tapa de bolígrafo, el polvo de la goma de borrar, la grapadora grande de metal que había sacado a escondidas de la habitación de mi padre. Recordé cómo, después de enterarme de que nuestra familia se mudaría a Seúl, sentí el impulso de reunir los poemas que había garabateado en trozos de papel, o en los márgenes de cuadernos y cuadernos de ejercicios, o entre las entradas de mi diario, y reunirlos en un solo volumen. Recordé también la inexplicable sensación de no querer mostrar mi “Libro de poemas” a nadie una vez que estuviera terminado.Antes de volver a colocar los diarios y el cuadernillo como los había encontrado y cerrar la tapa, tomé una foto de ese poema con mi teléfono. Lo hice porque sentía que había una continuidad entre algunas de las palabras que había escrito entonces y quien era yo ahora. Dentro de mi pecho, en mi corazón palpitante. Entre nuestros corazones. El hilo dorado que une, un hilo que emana luz.*Catorce años después, con la publicación de mi primer poema y, al año siguiente, de mi primer relato breve, me convertí en escritora. Cinco años después, publicaría mi primera obra extensa de ficción, que había escrito en el transcurso de unos tres años. El proceso de escribir poesía y relatos breves me intrigaba, y me sigue intrigando, pero escribir novelas tiene un atractivo especial para mí. He tardado entre uno y siete años en terminar mis libros, por los que he sacrificado una parte considerable de mi vida personal. Esto es lo que me atrae de este trabajo: la manera en que puedo profundizar y detenerme en las preguntas que considero imperativas y urgentes, hasta el punto de que decido aceptar el sacrificio.Cada vez que trabajo en una novela, soporto las preguntas, vivo dentro de ellas. Cuando llego al final de esas preguntas –que no es lo mismo que cuando encuentro respuestas a ellas– es cuando llego al final del proceso de escritura. Para entonces, ya no soy la misma que cuando empecé, y desde ese estado cambiado, vuelvo a empezar. Las siguientes preguntas siguen, como eslabones de una cadena, o como fichas de dominó, superponiéndose, uniéndose y continuando, y me siento impulsada a escribir algo nuevo.Mientras escribía mi tercera novela, La vegetariana, entre 2003 y 2005, me rondaban por la cabeza algunas preguntas dolorosas: ¿Puede una persona llegar a ser completamente inocente? ¿Hasta qué punto podemos rechazar la violencia? ¿Qué le sucede a quien se niega a pertenecer a la especie llamada humana?Yeong-hye, la protagonista de La vegetariana, decide no comer carne como forma de rechazar la violencia y, al final, rechaza toda comida y bebida, excepto agua, creyendo que se ha transformado en una planta. Se encuentra en la irónica situación de apresurarse hacia la muerte en su intento de salvarse. Yeong-hye y su hermana In-hye, que en realidad son coprotagonistas, gritan en silencio durante pesadillas y rupturas devastadoras, pero al final están juntas. Situé la escena final en una ambulancia, ya que esperaba que Yeong-hye siguiera viva en el mundo de esta historia. El coche avanza a toda velocidad por la carretera de montaña bajo hojas verdes resplandecientes mientras la hermana mayor, atenta, mira intensamente por la ventana. Tal vez esperando una respuesta, o tal vez en protesta. Toda la novela reside en un estado de cuestionamiento. Mirando y desafiando. Esperando una respuesta.Tinta y sangre, la novela que siguió a La vegetariana, continúa con estas preguntas. Rechazar la vida y el mundo para rechazar la violencia es una imposibilidad. Después de todo, no podemos convertirnos en plantas. ¿Cómo seguimos adelante entonces? (…) Mientras escribía la escena final, mientras la describía arrastrándose por el suelo para salir de la muerte y la destrucción, me hacía estas preguntas: ¿No debemos sobrevivir al final? ¿No deberían nuestras vidas dar testimonio de lo que es verdad?Con mi quinta novela, Lecciones de griego, fui aún más lejos. Si debemos seguir viviendo en este mundo, ¿qué momentos lo hacen posible? Una mujer que ha perdido el habla y un hombre que está perdiendo la vista caminan a través del silencio y la oscuridad cuando sus caminos solitarios se cruzan. Quería prestar atención a los momentos táctiles de esta historia. (…) La pregunta que quería plantear aquí era esta: ¿podría ser que al observar los aspectos más suaves de la humanidad, al acariciar la calidez irrefutable que reside allí, podamos seguir viviendo después de todo en este mundo breve y violento? (…)💬 Síganos en nuestro canal de WhatsApp aquí*Hasta entonces, no me había planteado escribir sobre Gwangju.Yo tenía nueve años cuando mi familia abandonó Gwangju en enero de 1980, aproximadamente cuatro meses antes de que comenzaran las matanzas. Cuando, unos años más tarde, me encontré con el lomo al revés del Libro de fotografías de Gwangju en una estantería y lo hojeé cuando no había adultos cerca, tenía doce años. (…) Publicado y distribuido en secreto por los supervivientes y las familias de los muertos, el libro daba testimonio de la verdad en un momento en que la verdad estaba siendo distorsionada por la estricta represión de los medios de comunicación. (…)Así que, un día de primavera de 2012, mientras intentaba escribir una novela radiante y positiva, me enfrenté una vez más a este problema sin resolver. Hacía tiempo que había perdido la confianza profunda en los seres humanos. ¿Cómo podía, entonces, abrazar el mundo? Me di cuenta de que tenía que enfrentarme a este enigma imposible si quería seguir adelante. Comprendí que escribir era mi único medio para superarlo.Pasé la mayor parte de ese año esbozando mi novela, imaginando que mayo de 1980 en Gwangju formaría una capa del libro. (…) Me dije a mí misma que esta próxima novela se centraría directamente en Gwangju, en lugar de relegarla a una sola capa. Conseguí un libro que contenía más de 900 testimonios y, todos los días durante nueve horas a lo largo de un mes, leí cada relato recopilado allí. Luego leí no solo sobre Gwangju, sino también sobre otros casos de violencia estatal. Luego, mirando aún más lejos y hacia atrás en el tiempo, leí sobre asesinatos en masa que los humanos han perpetrado repetidamente en todo el mundo y a lo largo de la historia.Durante este período de investigación para mi novela, dos preguntas ocuparon mi mente con frecuencia. Cuando tenía veintitantos años, escribía estas líneas en la primera página de cada nuevo diario:¿Puede el presente ayudar al pasado?¿Pueden los vivos salvar a los muertos?A medida que seguí leyendo, me quedó claro que se trataba de preguntas imposibles de responder. (…) Al leer estas frases, supe con la claridad del rayo qué camino debía seguir la novela y que mis dos preguntas debían invertirse.¿Puede el pasado ayudar al presente?¿Pueden los muertos salvar a los vivos?Más tarde, mientras escribía lo que se convertiría en Actos humanos, sentí en ciertos momentos que el pasado ayudaba al presente y que los muertos salvaban a los vivos. (…)Las preguntas que me quedaron en la cabeza mucho después de ver ese libro de fotografías fueron las siguientes: ¿Cómo son los humanos tan violentos? ¿Y cómo es posible que al mismo tiempo se enfrenten a una violencia tan abrumadora? ¿Qué significa pertenecer a la especie llamada humana? Para sortear un camino imposible a través del espacio vacío entre esos dos precipicios de horrores humanos y dignidad humana, necesitaba la ayuda de los muertos.*Cuando el libro finalmente estuvo terminado y publicado en la primavera de 2014, me sorprendió el dolor que los lectores confesaron haber sentido mientras lo leían. Tuve que tomarme un tiempo para pensar en cómo el dolor que había sentido durante el proceso de escritura y la angustia que mis lectores me habían expresado estaban conectados. ¿Qué podría estar detrás de esa angustia? ¿Es que queremos depositar nuestra fe en la humanidad y cuando esa fe se tambalea, sentimos como si nuestro propio ser estuviera siendo destruido? ¿Es que queremos amar a la humanidad y esa es la agonía que sentimos cuando ese amor se hace añicos? ¿El amor engendra dolor y es cierto dolor una prueba del amor?Ese mismo año, en junio, tuve un sueño. Un sueño en el que caminaba por una vasta llanura mientras caía una escasa nieve. Miles y miles de tocones de árboles negros salpicaban la llanura, y detrás de cada uno de ellos había un túmulo funerario. En algún momento, estaba pisando agua, y cuando miré hacia atrás, vi el océano entrando a toda velocidad desde el borde de la llanura, que había confundido con el horizonte. ¿Por qué había tumbas en un lugar como este? (…)Finalmente, en diciembre de 2017, alquilé una habitación en la isla de Jeju y pasé los siguientes dos años más o menos dividiendo mi tiempo entre Jeju y Seúl. Caminando por los bosques, a lo largo del mar y por los caminos del pueblo, sintiendo el intenso clima de Jeju en cada momento (su viento y luz y nieve y lluvia), sentí que el contorno de la novela se enfocaba. Al igual que con Actos humanos , leí testimonios de sobrevivientes de la masacre, examiné los materiales y luego, de la manera más moderada que pude sin apartar la vista de los detalles brutales que parecían casi imposibles de poner en palabras, escribí lo que se convirtió en Imposible decir adiós. El libro se publicó casi siete años después de haber soñado con esos tocones de árboles negros, ese mar embravecido.En el cuaderno que mantuve mientras trabajaba en ese libro, hice estas notas:La vida busca vivir. La vida es cálida.Morir es enfriarse. Tener nieve sobre la cara en lugar de derretirse.Matar es hacer frío.Los humanos en la historia y los humanos en el cosmos.El viento y las corrientes oceánicas. El flujo circular de agua y aire que conecta el mundo entero. Estamos conectados. Rezo para que estemos conectados.Aunque la novela avanza gracias a los dos amigos, que se turnan para sostener la vela, su verdadera protagonista y la persona vinculada tanto a Kyungha como a Inseon es la madre de Inseon, Jeongsim. Ella, que, tras haber sobrevivido a las masacres de Jeju, ha luchado por recuperar incluso un fragmento de los huesos de su ser querido para poder celebrar un funeral apropiado. Ella, que se niega a dejar de llorar. Ella, que soporta el dolor y se opone al olvido. Ella, que no se despide. Al prestar atención a su vida, que durante tanto tiempo había hervido de dolor y amor de una densidad y un calor iguales, creo que las preguntas que me hacía eran estas: ¿Hasta qué punto podemos amar? ¿Dónde está nuestro límite? ¿Hasta qué punto debemos amar para seguir siendo humanos hasta el final? (…)*En el panfleto que descubrí en la vieja caja de zapatos en enero pasado, mi yo del pasado, escribiendo en abril de 1979, se había preguntado:¿Dónde está el amor?¿Qué es el amor?Mientras que, hasta el otoño de 2021, cuando se publicó Imposible decir adiós, había considerado que estos dos problemas eran los fundamentales para mí:¿Por qué el mundo es tan violento y doloroso?Y sin embargo ¿cómo puede el mundo ser tan hermoso?Durante mucho tiempo creí que la tensión y la lucha interna entre estas frases era la fuerza impulsora de mi escritura. Desde mi primera novela hasta la más reciente, las preguntas que tenía en mente siguieron cambiando y desarrollándose, aunque estas fueron las únicas dos que permanecieron constantes. Pero hace dos o tres años comencé a tener dudas. ¿Realmente había comenzado a preguntarme sobre el amor —sobre el dolor que nos une— solo después de la publicación coreana de Actos humanos en la primavera de 2014? Desde mi primera novela hasta la última, ¿no había estado siempre dirigida la capa más profunda de mis indagaciones hacia el amor? ¿Podría ser que el amor fuera de hecho el trasfondo más antiguo y fundamental de mi vida?El amor se encuentra en un lugar privado llamado «mi corazón», escribió la niña en abril de 1979. ( Está dentro de mi pecho palpitante y palpitante. ) Y en cuanto a qué era el amor, esta fue su respuesta. ( Es el hilo dorado que conecta nuestros corazones. )Cuando escribo, utilizo mi cuerpo. Utilizo todos los detalles sensoriales de la vista, del oído, del olfato, del gusto, de la experiencia de la ternura, del calor, del frío y del dolor, de notar que mi corazón se acelera y que mi cuerpo necesita comida y agua, de caminar y correr, de sentir el viento, la lluvia y la nieve en mi piel, de tomarme de la mano. Intento infundir en mis frases esas sensaciones vividas que siento como un ser mortal con sangre corriendo por su cuerpo. Como si estuviera enviando una corriente eléctrica. Y cuando siento que esta corriente se transmite al lector, me quedo asombrada y conmovida. En esos momentos vuelvo a experimentar el hilo del lenguaje que nos conecta, cómo mis preguntas se relacionan con los lectores a través de esa cosa eléctrica y viva. Me gustaría expresar mi más profundo agradecimiento a todos aquellos que se han conectado conmigo a través de ese hilo, así como a todos aquellos que puedan llegar a hacerlo.Traducido por e. yaewon y Paige Aniyah Morris.🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
Terumi Tanaka, de 92 años, copresidente de la asociación y superviviente del bombardeo de Nagasaki, exigió "acciones de la parte de los gobiernos para alcanzar este objetivo" de un mundo sin armas de destrucción masiva, durante la entrega del galardón.La ceremonia, celebrada en la alcaldía de Oslo, tuvo lugar en un contexto en el que países como Rusia atizan de nuevo la amenaza nuclear. "Me siento infinitamente triste y lleno de cólera porque el 'tabú nuclear' pueda romperse", afirmó Tanaka delante de una sala llena de dignatarios.A partir de testimonios de supervivientes --los "hibakusha"-- de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, la asociación Nihon Hidankyo milita para que desaparezcan del mundo las armas de destrucción masiva.Los bombardeos estadounidenses en estas dos ciudades japonesas, el 6 y el 9 de agosto de 1945, causaron unos 214.000 muertos y forzaron a Japón a rendirse, poniendo fin a la Segunda Guerra Mundial.Terumi Tanaka tenía 13 años cuando Nagasaki quedó pulverizada por la bomba, cuyo hipocentro se situó a tres kilómetros de su domicilio. Cinco miembros de su familia perecieron.Estaba leyendo en el piso de arriba cuando la bomba fue lanzada. "Oí una explosión, de repente vi una luz blanca brillante que rodeaba todo. Y todo se volvió silencioso. Me quedé estupefacto. Me sentí en peligro de muerte", explicó horas antes de la ceremonia. Corrió a la planta baja y quedó inconsciente cuando dos puertas acristaladas salieron por los aires debido a la explosión y cayeron sobre él, sin romperse. "Un milagro", rememoró.💬 Síganos en nuestro canal de WhatsApp aquíRusia y Corea del NorteEl presidente ruso, Vladimir Putin, firmó recientemente un decreto que amplía las posibilidades de utilizar armas nucleares, en una estrategia para disuadir a las potencias occidentales de suministrar ayuda militar a Ucrania en su guerra contra Rusia.El ejército ruso, que dispone del mayor arsenal atómico del mundo, disparó el 21 de noviembre hacia una ciudad ucraniana un misil balístico de alcance medio, con capacidad nuclear, aunque en esa ocasión no la llevaba.Para Occidente, la amenaza viene también del lado de Corea del Norte, que multiplica los lanzamientos de misiles balísticos, y de Irán, de quien se sospecha que se está equipando con el arma atómica, pese a los desmentidos de Teherán.Nueve países tienes actualmente el arma atómica: Estados Unidos, Rusia, Francia, Reino Unido, China, India, Pakistán, Corea del Norte y, extraoficialmente, Israel."Sin duda, nuestro movimiento ha tenido un papel importante en la creación del 'tabú nuclear'", aseveró Tanaka. "Quedan todavía sin embargo 12.000 ojivas nucleares en el mundo actualmente, 4.000 de las cuales están desplegadas y son operacionales, preparadas para ser lanzadas inmediatamente", advirtió.🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
El próximo 10 de diciembre, día en que murió Alfred Nobel en 1896, los premiados recibirán del rey Carlos Gustavo de Suecia el galardón en una ceremonia en Estocolmo. El Nobel de la Paz se habrá entregado unas horas antes en Oslo, por voluntad del creador de las distinciones.Sin embargo, ya desde mañana los laureados participan en la Semana Nobel, que incluye actos y encuentros con el público, además de las obligatorias lecturas de aceptación del premio, compuesto por la mítica medalla, un diploma y 11 millones de coronas suecas (976.000 euros, 1,1 millones de dólares) por categoría.Redes neuronales artificialesEl Nobel de Física es para John Hopfield (1933, Chicago, EE.UU.) de la Universidad de Princeton (EE.UU.), y Geoffrey Hinton (1947, Londres), de la de Toronto (Canadá), "por descubrimientos fundamentales e invenciones que permiten el aprendizaje automático con redes neuronales artificiales", según el Comité Nobel.Los premiados usaron herramientas de la física para poner las bases de la inteligencia artificial (IA), creando métodos por los que las máquinas aprenden a través de redes neuronales artificiales, lo que les ha permitido imitar funciones como la memoria y el aprendizaje.Ya no se programa el conocimiento en una máquina, sino que la IA es capaz de aprender de su propia experiencia, es decir, de un modo más parecido al de nuestro cerebro.Hinton es también Premio Princesa de Asturias en 2022 junto a uno de los nobel en Química, Demis Hassabis; ese no es el único vínculo que les une. Ambos, además de John Jumper (Nobel de Química), han trabajado o trabajan en Google.El año pasado, Hinton dejó su puesto de investigador de ingeniería de Google para poder alertar de la amenaza de que la IA, aun teniendo virtudes, pueda salirse de control.💬 Síganos en nuestro canal de WhatsApp aquíLa estructura de las proteínasHassabis (Londres, 1976) y Jumper (1985, Little Rock, EE.UU.) trabajan en Google DeepMind, de la que el primero es consejero delegado. El tercer premiado en Química es David Baker (1962, Seattle, EE.UU.) de la Universidad de Washington.Baker, se lleva el premio por el "diseño computacional de proteínas"; Hassabis y Jumper por la predicción de la estructura de estas, todo ello a través del uso de la IA.Hassabis y Jumper con su sistema AlphaFold2 han podido predecir la estructura de casi 200 millones de proteínas, casi todas las conocidas, lo que, entre múltiples aplicaciones, permite entender mejor la resistencia a los antibióticos.Baker empezó desarrollando un software con el mismo fin, pero fue un paso más allá y creó RossettaFold, para diseñar proteínas que no existen y que se pueden usar para hacer vacunas, nanomateriales o una industria química menos contaminante. Una intensa prosa poéticaLa única mujer que recibirá un nobel es Han Kang, por "su intensa prosa poética, que se enfrenta a traumas históricos y expone la fragilidad de la vida humana", según el fallo de la Academia, y a quién el éxito internacional le llegó con 'La vegetariana' (2007).Y recogerá el premio mientras su país vive una tensa situación después de que el martes el presidente surcoreano, Yoon Suk-yeol, activara la ley marcial, medida que generó una fuerte oposición y que levantó la Asamblea Nacional, lo que forzó al ejecutivo a retirarla horas después.La primera mujer surcoreana que logra un nobel tiene una obra rica y compleja, desde la poesía a la novela, con una prosa muy intensa y lírica, que puede llegar a ser brutal y, en ocasiones, ligeramente surrealista.El microARNEl descubrimiento "del microARN y su papel en la regulación postranscripcional de los genes" le da el Nobel de Medicina a Victor Ambros (1953, Hanover, EE.UU.) de la Universidad de Massachusetts, y a Gary Ruvkun (1952, Berkeley, EE.UU.), de Harvard.Ese tipo de moléculas diminutas constituyen un mecanismo esencial para controlar los genes, su papel es fundamental en procesos como la diferenciación de las células y su alteración puede influir en enfermedades como el cáncer.Instituciones y prosperidadLos Nobel de Economía Simon Johnson (1963, Shefield, Reino Unido), del Instituto Tecnológico del Massachusetts; Daron Acemoglu (1967, Estambul), también del MIT, y James Robinson (1960, Chicago, EE.UU.), de la Universidad de Chicago, han estudiado cómo se forman las instituciones económicas y políticas, cómo determinan la prosperidad de las naciones y la desigualdad entre ellas.Los tres analizaron los sistemas políticos y económicos introducidos por los europeos en sus colonias desde el siglo XVI, dependiendo de si esos lugares eran ricos o pobres en recursos, y desarrollaron herramientas teóricas que pueden explicar por qué persisten las diferencias de prosperidad y cómo pueden cambiar las instituciones.Supervivientes de las bombas atómicasEl Nobel de la Paz reconoce a la organización japonesa Nihon Hidankyo, formada por supervivientes de las bombas atómicas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki, por su lucha contra las armas nucleares, sus esfuerzos para lograr un mundo libre de ellas y por demostrar con el testimonio de quienes lo vivieron que nunca deben volver a utilizarse.🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
Kang se pronunció así en la ceremonia de entrega de premios de la Fundación Pony Chung en la capital surcoreana, donde se le concedió el galardón a la innovación, y en lo que supuso una de sus escasas apariciones públicas desde que fuera anunciada como ganadora del Nobel de Literatura la semana pasada."Cuando se me informó por parte del comité del Nobel, no parecía real, y simplemente traté de continuar manteniendo una conversación normal", dijo la escritora sobre el momento en que tuvo constancia del galardón."Fue después de colgar el teléfono y al comprobar las noticias cuando emergió una sensación de realidad. Hice una celebración tranquila esa noche", dijo Kang.La escritora se definió "como una persona que conecta con el mundo a través de su escritura", y dijo que a partir de ahora, "espera continuar escribiendo y encontrándose con sus lectores en los libros".💬 Síganos en nuestro canal de Whatsapp aquí.Afirmó que se encuentra trabajando para completar una novela que comenzó a escribir la pasada primavera, y dijo que "estaría bien si el nuevo libro puede encontrarse con los lectores" durante la primera mitad del año próximo."Pero como mis propias predicciones sobre el tiempo para completar una novela siempre han sido erróneas, es difícil para mí señalar un periodo concreto", añadió.Desde el pasado jueves, cuando se anunció el Nobel de Literatura, Kang solo se había pronunciado públicamente en unas breves declaraciones recogidas por la Fundación Nobel y en una escueta entrevista concedida a la cadena pública sueca SVT.La escritora decidió no hacer ninguna aparición mediática ni participar en celebraciones con motivo de ese galardón mientras haya guerras en el mundo, según dijo su padre, el también autor Han Seung-won.Han, de 53 años y nacida en Gwangju (sur de Corea del Sur), fue galardonada con el Nobel de Literatura "por su intensa prosa poética que se enfrenta a traumas históricos y expone la fragilidad de la vida humana", según anunció la Academia Sueca.Hija del famoso escritor Han Seung-won, en la obra de la novelista surcoreana destacan títulos como 'La Vegetariana' (Penguin Random House), galardonada en 2016 con el Premio Booker; 'Blanco' (Rata Books) o 'Actos humanos' (Rata Books).🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
Yoon (Seúl, 1965) se mudó con tan solo cinco años a Buenos Aires, de donde saldría 20 años después con una licenciatura en Letras para poner rumbo a Madrid, donde se doctoró en Literatura Medieval antes de retornar a su ciudad natal.En Seúl, mientras enseñaba español en diferentes universidades, se topó con la traducción sin preverlo; le ofrecieron trabajar en un poemario del autor Kim Chun-su y quedó enganchada.Comenzó a traducir bastante poesía y a escritores que no necesariamente eran los grandes nombres que en ese momento el Gobierno incluía en sus listas de obras que había que intentar difundir en el extranjero.En ese sentido, habla de una "sensibilidad diferente" que venía dada por haber crecido y estudiado fuera de su país natal y considerar el español como su primera lengua."Como todo latinoamericano yo crecí leyendo a Borges, a Sábato, a Córtazar, a Vargas Llosa, a García Márquez, a Alejo Carpentier, además de traducciones de autores occidentes. Pero nada de literatura oriental", explica.💬 Síganos en nuestro canal de Whatsapp aquí.Una novela "muy adelantada a su época"En torno a 2010 se topó con La vegetariana, novela de Han Kang que se había publicado en 2007, que solo estaba entonces traducida al japonés y que no había hecho excesivo ruido por ser una obra "muy adelantada a su época" en Corea del Sur.Yoon conectó enormemente con la protagonista del libro, Yeong-hye, cuya decisión de dejar de comer carne desata una espiral trágica en el seno familiar."Si te pones a pensar con cuántas cosas (las mujeres) nos tenemos que resignar, y tenemos que obedecer. Y sin embargo, este personaje de 'La vegetariana', para mí es una heroína", afirma Yoon sobre un personaje que considera "consecuente con lo que piensa hasta las últimas consecuencias".La traducción en español fue editada originalmente por la hoy desaparecida editorial argentina Bajo la luna en 2012, y al año siguiente Han quedó sorprendida al visitar la Feria del Libro de Buenos Aires y toparse con un auditorio lleno y ávido por preguntarle por su trabajo.Al regresar a Seúl, la premio Nobel 2024 buscó a Yoon para agradecerle su trabajo y contarle lo asombrada que estaba por el hecho de que "el público en las antípodas de Corea había entendido mucho mejor su obra".La propia Han le pidió que tradujera el resto de sus escritos y, desde entonces, el hecho de conocerla personalmente la ha ayudado a entender su literatura de otra manera y a ver cosas antes que los demás."Llegas a conocer esos motivos literarios que afloran todo el tiempo. Por ejemplo, en su caso con el color blanco, con la nieve, con el motivo de las almas gemelas. Siempre hay una hermana, una amiga, en todas sus obras. Es como un anhelo de un alma gemela", detalla Yoon.Escritora y persona consecuenteLa traductora considera que Han Kang, en cierto modo como la protagonista de La vegetariana, "es consecuente consigo misma y con lo que dice en su obra"."Como ser humano, como escritora y demás, la profundidad de su obra... Todo se conjuga para que haya ganado este premio. Lo concedieron a la persona más adecuada. Ningún otro escritor coreano se lo merece más", asevera.Yoon ha traducido en la última década a muchas otras autoras surcoreanas, desde Sohn Won-pyong (Almendra, Gran Travesía) pasando por Yun Ko-eun (La turista, Reservoir) o Chon Un-Young (El hombre del desván, Hwarang), y destaca que la voz femenina es la que literariamente prepondera hoy en Corea del Sur, donde las listas de libros de ficción más vendidos las copan ellas."El premio Nobel es para Han Kang y para Corea, como dicen acá, "tanbi" (literalmente, "lluvia dulce", la expresión coreana para definir la primera lluvia tras una sequía)", cree la traductora."Esto va a ser un gran espaldarazo para la traducción. Creo que nos va a dar visibilidad a los traductores y a todos los jóvenes que están interesados en leer y traducir literatura coreana", explica Yoon, que desde hace años es profesora del Instituto de Traducción Literaria de Corea (LTI), cuyo rol, junto con el de la Fundación Daesan, considera absolutamente fundamentales para que la literatura de su país haya traspasado fronteras.El próximo 5 de diciembre, cinco días antes del discurso que Han Kang ofrecerá durante la entrega del Nobel en Estocolmo, Random House publica otros dos trabajos de la galardonada autora traducidos por Yoon, Imposible decir adiós y Actos humanos, esta última editada originalmente en español en 2018 por Rata Books.Aparte, Yoon tiene previsto que se publique, seguramente en 2025, su traducción de una antología de cuentos de "una autora que tiene poco escrito y en Corea es casi desconocida", una situación similar a la de Han Kang cuando ella se topó con 'La vegetariana' hace más de una década.Al plantearle si podríamos estar ante otra futura premio Nobel surcoreana, la traductora responde con jovialidad: "uno nunca sabe".🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
1Borges le pidió a María Kodama que grabara en su lápida la frase «Él tomó su espada, y colocó el metal desnudo entre los dos». Kodama, la hermosa y joven mujer de ascendencia japonesa que fuera su secretaria, se casó con Borges cuando este tenía ochenta y siete años y compartió los últimos tres meses de la vida del escritor. Ella fue quien lo acompañó en su tránsito postrero, que acaeció en Ginebra, la ciudad donde el escritor pasó su infancia y donde deseaba ser enterrado. Un crítico escribió en su libro que esa breve frase grabada en su lápida representaba «el filo acerado». Sostenía que esa imagen era la llave que permitía el acceso a la obra de Borges, que esa espada separaba la literatura realista anterior de la escritura borgiana. A mí, en cambio, me sonó más a una confesión personal y callada. La breve frase es la cita de un antiguo poema épico nórdico. La primera y asimismo última vez que un hombre y una mujer pasaron juntos la noche, una espada colocada sobre el lecho separó a ambos hasta la madrugada. ¿Qué otra cosa pudo ser ese «filo acerado», sino la ceguera que aquejó a Borges en sus últimos años y lo aisló del mundo? Aunque he estado alguna vez en Suiza, nunca he ido a Ginebra, pues no me apetecía visitar la tumba de Borges para verla con mis propios ojos. En su lugar, recorrí la biblioteca de la abadía de San Galo, que de seguro habría provocado en el escritor argentino una fascinación sin límites si la hubiera conocido. Hasta me parece sentir en este momento la aspereza de las zapatillas de fieltro que nos hicieron calzar para proteger el suelo de madera de mil años de antigüedad. Luego tomé un barco en el embarcadero de Lucerna, que navegó por el lago hasta el atardecer bordeando la costa de los valles alpinos cubiertos de nieve. No tomé fotos en ningún sitio. Los paisajes quedaron impresos en mis retinas. La cámara no puede registrar los sonidos, olores y texturas, pero estos se grabaron con todos sus pormenores en mis oídos, nariz, cara y manos. En aquel entonces, la espada no me separaba todavía del mundo, así que me bastó con eso.2 MUTISMOElla junta las manos cerca del pecho y, arrugando la frente, mira hacia la pizarra negra. —Lea, por favor —dice el profesor, que lleva unos lentes gruesos de montura plateada, esbozando una ligera sonrisa. Ella entreabre la boca, se moja el labio inferior con la punta de la lengua, retuerce las manos en silencio y con rapidez. Abre los labios y los cierra. Contiene la respiración y luego inhala una bocanada de aire. Con aire paciente, el profesor retrocede un paso hacia la pizarra y repite: —Lea. Los párpados le tiemblan como los rápidos aleteos de un insecto. Cierra con fuerza los ojos y los abre, como si deseara ser transportada a otro sitio en ese breve instante. Él se cala los lentes con los dedos manchados de tiza y la anima: —Vamos, hable. Ella lleva un suéter de cuello alto y pantalones negros. La chaqueta colgada en la silla también es negra, y lo mismo el bolso grande de tela y la bufanda de lana que guarda dentro. Sobre esas ropas propias de un velorio, se alza su cara enjuta, alargada y áspera como moldeada con arcilla.No es joven ni especialmente atractiva. Su mirada denota inteligencia, pero no es muy perceptible por el temblor espasmódico en el párpado que la aqueja. Los hombros y la espalda están ligeramente encorvados, como si quisiera refugiarse en sus ropas negras para huir del mundo, y tiene las uñas cortadas muy al ras. En la muñeca de la mano izquierda lleva un coletero de terciopelo morado oscuro, la única nota de color en ella. —Leamos todos juntos. Como no puede seguir esperándola indefinidamente, el profesor pasea la mirada por el estudiante universitario de cara aniñada sentado en la misma fila que ella, por el hombre maduro tapado a medias por la columna, y por el joven corpulento y algo encorvado que está junto a la ventana. —Emos, heméteros; mi, nuestro —leen los tres alumnos en voz baja con timidez—. Sos, huméteros; tu, vuestro. El profesor aparenta unos treinta y cinco años.💬 Síganos en nuestro canal de Whatsapp aquí.De complexión más bien pequeña, tiene las cejas y el surco de debajo de la nariz bien definidos. Su boca dibuja una sonrisa leve, como reprimiendo sus emociones. Lleva puesta una americana de pana marrón con coderas de piel en un tono más claro, cuyas mangas, ligeramente cortas, dejan ver sus muñecas. Ella le mira la pálida y fina cicatriz curva que se extiende desde su ojo izquierdo hasta la comisura de la boca. Cuando se la descubrió al comienzo del curso, pensó que parecía un mapa antiguo que marcaba el camino por donde habían fluido las lágrimas. El profesor observa a través de sus gruesos lentes verdosos la boca que ella mantiene cerrada con firmeza. Se desvanece la sonrisa de sus labios y aparta la vista. Con expresión rígida, se pone a escribir una oración en griego en la pizarra. Antes de terminar de poner los acentos, la tiza se rompe en dos y cae al suelo.*A finales de la primavera del año anterior, ella también se apoyaba en una pizarra con los dedos manchados de tiza como él. Cuando pasó un minuto o más sin que pronunciara la siguiente palabra, los estudiantes empezaron a murmurar. Con los ojos muy abiertos, ella tenía la vista fija en un punto del vacío que no era la clase ni el techo ni la ventana. —¿Se siente bien, profesora? —le preguntó una chica de pelo rizado y ojos dulces que estaba sentada en primera fila. Ella intentó sonreír, pero le tembló el párpado. Apretando con fuerza los labios temblorosos, murmuró desde algún lugar más profundo que la lengua y la garganta: «Ya está aquí de nuevo». Los cuarenta y tantos estudiantes se miraron unos a otros y empezaron a cuchichear de un pupitre a otro: «¿Qué le pasa? ¿Qué tiene?». Lo único que podía hacer ella era marcharse del aula con la mayor calma posible, y eso fue lo que hizo. En el instante en que salió al pasillo, como si alguien hubiera encendido los altavoces, los murmullos apagados se amplificaron en un clamor atronador que se tragó el sonido de sus pasos sobre el pasillo de baldosas. Después de graduarse, había trabajado durante algo más de seis años en una editorial y en una agencia de publicaciones. Desde hacía siete años se dedicaba a dar clases de literatura en dos universidades y en un instituto de artes. Además, escribía poesía y había publicado tres antologías a intervalos de tres o cuatro años; también contribuía con una columna en una revista literaria quincenal; y últimamente asistía los miércoles por la tarde, en calidad de miembro fundador, a las reuniones de planificación de una revista cultural que todavía no tenía nombre. Sin embargo, como aquello le había vuelto de nuevo, tuvo que interrumpir todas sus actividades. Aquello no tenía causa alguna ni tampoco mostraba síntomas precursores. Claro que algo tendría que ver que su madre hubiera fallecido hacía seis meses, que ella se hubiera divorciado, que hubiera perdido la custodia de su hijo de ocho años después de tres juicios y que el niño estuviera viviendo con su padre desde hacía cinco meses.El psicoterapeuta de pelo canoso al que iba a ver semanalmente por el insomnio que sufría desde que había tenido que enviar a su hijo con su exmarido pensaba que ella se negaba a reconocer las causas más que evidentes de su problema. «No es eso —escribió ella en el cuaderno que estaba sobre la mesa—. No es tan simple». Aquella fue su última sesión. La psicoterapia a través de la escritura consumía demasiado tiempo y daba lugar a malentendidos. El profesional se ofreció a recomendarle a un colega especializado en problemas de lenguaje, pero ella lo rechazó cortésmente. Más que nada, no estaba en condiciones económicas de permitirse un tratamiento tan caro.🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
Las dos principales plataformas de venta en línea de libros en forma físico en el país asiático, Kyobo y Yes24, informaron de que hasta las 14.00 hora local de hoy habían vendido respectivamente 260.000 y 270.000 volúmenes de sus obras.Las novelas y libros de relatos y poesía de Han acapararon además muchos puestos entre los 10 más vendidos en los listados en tiempo real publicados por ambas empresas.El viernes, al día después de anunciarse el galardón, ya se dispararon las ventas de sus libros en Corea del Sur, donde se vieron escenas de tiendas abarrotadas de lectores para hacerse con los ejemplares. Las obras de Han también quedaron agotadas en muchas web de venta en línea como las antes citadas, donde solo se aceptan reservas de los mismos.💬 Síganos en nuestro canal de Whatsapp aquí.Han, de 53 años y nacida en Gwangju (al sur de Corea del Sur), fue galardonada con el Nobel de Literatura "por su intensa prosa poética que se enfrenta a traumas históricos y expone la fragilidad de la vida humana", según anunció la Academia Sueca.Hija del famoso escritor Han Seung-won, en la obra de la novelista surcoreana destacan títulos como La Vegetariana (Penguin Random House), galardonada en 2016 con el Premio Booker; Blanco (Rata Books) o Actos humanos (Rata Books).🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
PuertaEsto fue algo que sucedió hace mucho tiempo. Antes de firmar el contrato de arrendamiento, fui a ver el apartamento de nuevo. Su puerta metálica había sido blanca en otro tiempo, pero ese brillo se había desvanecido con el tiempo. Era un desastre cuando lo vi, la pintura se desprendía en parches para revelar el óxido que había debajo. Y si eso hubiera sido todo, lo habría recordado como nada más que una puerta vieja y desaliñada. Pero también estaba la forma en que su número, el 301, había sido inscrito. Alguien, tal vez otro en una larga fila de ocupantes temporales, había usado algún instrumento afilado, tal vez una broca, para rayar el número en la superficie de la puerta. Podía distinguir cada trazo individual: 3, a su vez de tres palmos de altura; 0, más pequeño, pero repasado varias veces, un garabato feroz que llamó la atención.Finalmente, 1, una línea larga y profunda, tensa por el esfuerzo de su hechura. A lo largo de esta colección de heridas rectas y curvas se había extendido el óxido, un vestigio de violencia, como manchas de sangre secas durante mucho tiempo, endurecidas, de color negro rojizo. No tengo nada que apreciar. Ni el lugar donde vivo, ni la puerta por la que paso todos los días, ni siquiera, maldita sea, mi vida. Esos números me miraban fijamente, apretando los dientes con fuerza.Ese era el apartamento que quería ese invierno, el apartamento que había elegido para pasar mis días. Tan pronto como desempaqué, compré una lata de pintura blanca y un pincel de buen tamaño. Ni la cocina ni el dormitorio habían sido empapelados, y sus paredes estaban manchadas de manchas grandes y pequeñas. Estas manchas oscuras eran especialmente llamativas alrededor de los interruptores eléctricos. Llevaba pantalones de chándal gris pálido y un viejo suéter blanco, para que las salpicaduras no se vieran tan mal. Incluso antes de empezar a pintar, no me preocupaba conseguir un acabado limpio y uniforme.Sería suficiente, razoné, con pintar sobre las manchas... ¿seguro que las manchas blancas son mejores que las sucias? Pasé mi pincel por los grandes parches del techo por donde la lluvia debió de filtrarse en algún momento, observando cómo el gris desaparecía bajo el blanco. Limpié el mugriento cuenco del fregadero con un paño antes de pintarlo de ese mismo blanco brillante, sin importar que su pedestal fuera marrón.Finalmente, salí al pasillo para pintar la puerta principal. Con cada movimiento del pincel sobre la superficie llena de cicatrices, sus imperfecciones se borraban. Esos números profundos desaparecieron, esas manchas de sangre oxidadas desaparecieron.💬 Síganos en nuestro canal de Whatsapp aquí.Volví a entrar en el apartamento para tomarme un descanso y entrar en calor, y cuando volví a salir una hora más tarde vi que la pintura se había corrido. Se veía desordenado, probablemente porque estaba usando un cepillo en lugar de un rodillo. Después de pintar una capa extra sobre la parte superior para que las rayas fueran menos visibles, volví a entrar para esperar. Pasó otra hora antes de que saliera arrastrando los pies en mis pantuflas. La nieve había comenzado a caer. Fuera, el callejón se había oscurecido; Las luces de la calle aún no estaban encendidas. Con una lata de pintura en una mano, un pincel en la otra, me quedé inmóvil, mudo testigo del lento descenso de los copos de nieve, como cientos de plumas que se empluman.Bandas para envolverSe enrollan pañales blancos como la nieve alrededor del bebé recién nacido. El útero habrá sido tan ceñido, que la enfermera ata el cuerpo con fuerza, para mitigar el impacto de su abrupta proyección en lo ilimitado. Persona que sólo ahora comienza a respirar, un primer llenado de los pulmones. Persona que no sabe quién es, dónde está, qué es lo que acaba de empezar.El más indefenso de todos los animales jóvenes, más indefenso incluso que un polluelo recién nacido. La mujer, pálida por la pérdida de sangre, mira al niño que llora. Nerviosa, toma su ser envuelto en pañales en sus brazos. Persona a la que aún se le desconoce la cura de este llanto. Que ha estado, hasta hace unos momentos, en medio de una agonía tan asombrosa. Inesperadamente, el niño se calma. Será por algún olor. O que los dos siguen conectados. Dos ojos negros que no ven se vuelven hacia el rostro de la mujer, atraídos en la dirección de su voz.Sin saber lo que se ha puesto en marcha, estos dos todavía están conectados. En un silencio atravesado por el olor de la sangre. Cuando lo que hay entre dos cuerpos es el blanco de los pañales.Bata de recién nacido El primer hijo de mi madre murió, me dijeron, a las dos horas de vida. Me dijeron que era una niña, con la cara tan blanca como un pastel de arroz en luna creciente. Aunque era muy pequeña, dos meses prematura, sus rasgos estaban claramente definidos. Nunca podré olvidar, me dijo mi madre, el momento en que abrió sus dos ojos negros y los volvió hacia mi cara. En ese momento, mis padres vivían en una casa aislada, en el campo, cerca de la escuela primaria donde mi padre enseñaba. La fecha de parto de mi madre aún estaba lejos, por lo que estaba completamente desprevenida cuando, una mañana, rompió fuente. No había nadie alrededor. El único teléfono del pueblo estaba en una pequeña tienda junto a la parada de autobús, a veinte minutos de distancia. Mi padre no volvería del trabajo hasta dentro de seis horas. Era el comienzo del invierno, la primera helada del año. Mi madre, de veintidós años, se arrastró hasta la cocina y hervido un poco de agua para esterilizar unas tijeras. Buscando a tientas en su costurero, encontró una tela blanca que serviría para el vestido de un recién nacido. Agarrada por las contracciones y terriblemente asustada, empuñó su aguja mientras las lágrimas comenzaban a caer. Terminó el diminuto vestido, buscó una colcha delgada para usarla como pañales y apretó los dientes mientras el dolor regresaba, cada vez más rápido e intenso. Finalmente, dio a luz. Todavía sola, cortó el cordón umbilical. Vistió el cuerpecito ensangrentado con el vestido que acababa de hacer, y sostuvo el retazo lloriqueante en sus brazos. Por el amor de Dios, no te mueras, murmuró con voz débil, una y otra vez como un mantra. Al cabo de una hora, los párpados herméticos del bebé se descosieron bruscamente. Cuando los ojos de mi madre se encontraron con los de su hija, sus labios se crisparon de nuevo. Por el amor de Dios, no mueras. Alrededor de una hora después, el bebé estaba muerto. Yacían en el suelo de la cocina, mi madre de costado con el bebé muerto apretado contra su pecho, sintiendo cómo el frío entraba poco a poco en la carne, hundiéndose hasta los huesos. No más llanto.🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
Han, de 53 años y nacida en Gwangju (en el sur de Corea del Sur), fue galardonada con el Nobel de Literatura "por su intensa prosa poética que se enfrenta a traumas históricos y expone la fragilidad de la vida humana", según anunció en la víspera la Academia Sueca.Se trata del primer Nobel de Literatura concedido a un autor surcoreano y a una mujer del continente asiático.El galardón a Han supone "una bendición para el lenguaje literario que abraza la fragilidad de la vida", señaló en un comunicado la asociación de escritores surcoreana.💬 Síganos en nuestro canal de Whatsapp aquí."Este honor nos recuerda el papel fundamental de la literatura para explorar la existencia humana, más allá del significado que tiene para nosotros que un autor surcoreano sea galardonado", añadió la agrupación.La asociación también alabó la capacidad de Han para transformar en su obra eventos históricos en "verdades ficticias", y para dar voz a individuos olvidados o marginados.Hija del famoso escritor Han Seung-won, en la obra de la novelista surcoreana destacan títulos como 'La Vegetariana' (Penguin Random House), galardonada en 2016 con el Premio Booker; 'Blanco' (Rata Books) o 'Actos humanos' (Rata Books).🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.