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Retrato vs. relato: la verdad sobre La Pola

¿Qué tanto de lo que sabemos de Policarpa Salavarrieta es mito o realidad? El Museo Nacional explora la vida de los héroes de la Independencia.

La Pola
Retrato de Policarpa Salavarrieta expuesto en el Museo Nacional de Colombia.
Cortesía

Fusilada en la antigua Plaza Mayor de Santafé de Bogotá por espionaje, en torno a la figura de Policarpa Salavarrieta Ríos se ha tejido un relato de heroísmo en la independencia que difumina la figura humana de la mujer que saltó a la fama años después de su deceso. Una nueva exposición del Museo Nacional replantea la imagen y la historia de vida que todos conocemos de La Pola, cuyos primeros retratos se pintaron casi 10 años después de su muerte. ¿Cómo se veía en realidad?

Esa es una de las preguntas que pone sobre la mesa la exposición Pintores en tiempos de la Independencia, que por primera vez en Latinoamérica reúne pinturas de los artistas José Gil de Castro, Pedro José Figueroa y José María Espinosa, cuyas obras evocan el carácter pionero de la gesta independentista de Colombia por medio de imágenes de sus protagonistas. Lea también: Libertadoras: mujeres al patíbulo

Abierta hasta el 1 de marzo, en el primer piso del Museo Nacional, HJCK recorrió la exposición, previo a su apertura al público, junto a sus curadoras, las historiadoras de arte Carolina Vanegas y la argentina Laura Malosetti, que trazaron la estructura en cuatro ejes a través de los cuales se analiza la manera en que estos pintores abordaron la creación de las imágenes de la Independencia en sus territorios.

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El anagrama de Policarpa

Pasando por la sección Cuerpos Gloriosos, a la de Paisajes Heróicos, se llega a una de las revisiones más importantes del arte de esa época: Muertes Ejemplares, donde se muestra cómo ciertos rituales con los que se construyó la patria se heredaron de tradiciones religiosas.

Allí se estudia la figura de La Pola junto a la imagen del peruano José Olaya cuyos “sacrificios” los hicieron merecedores del culto patriótico.

Vanegas explicó que las imágenes de Policarpa fueron construidas en diferentes momentos del siglo XIX “pero la primera noticia de La Pola para nosotros sale en el Correo del Orinoco (periódico propagandístico creado por Simón Bolívar). Un texto que está junto a la noticia de que se ha ganado la Batalla de Boyacá, en 1819”.

“Uno va leyendo eso y más adelante aparece una pequeña noticia en donde aparece también un poema a La Pola. Ella desde el comienzo es una alegoría del proceso de independencia”, explica la experta, quien detalla que de ese texto surge un famoso anagrama, replicado hasta el día de hoy, formado con las letras del nombre de Policarpa y que se ha reproducido en imágenes suyas a lo largo de la historia: “Yace por salvar la patria”.

Vanegas también cuenta que mucho tiempo después de su muerte se siguen haciendo imágenes de Policarpa Salavarrieta “pero lo que se hace es recurrir a ese texto porque está en la cabeza de quienes la conocieron, porque en 1819 no había imágenes de La Pola, la fusilan en 1817 y nadie la ha retratado”.

De ahí la importancia de revisar estas obras del siglo XIX y entenderlas en su contexto: “Los pintores en el siglo XIX toman esos relatos y hacen por encargo, la mayoría de veces, una imagen que sirviera para los propósitos de construir la Nación”.

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La Pola de madera

Entre las imágenes de La Pola destaca un busto de madera expuesto en una vitrina de vidrio. La figura pertenece a la colección del Museo de la Independencia y muestra la devoción religiosa hacia la imagen de esta mártir.

“Muchos de los que la ven dicen que parece una virgen porque así se hacía la imaginería del siglo XIX. Es interesante mostrar cómo esto que se convirtió en una religión laica; usar las estrategias que la Iglesia usaba para el catolicismo y aplicarlas para la que es la religión de la patria. Hacer de estos héroes los nuevos santos y crear imágenes de identidad”, cuenta Vanegas mientras analiza la obra tallada.

Y es que, pese a que nadie sabe con precisión cuál es el origen de Policarpa Salavarrieta y cuál su recorrido, en sus imágenes está siempre presente “algo que está por fuera de ella, que es el deseo del que la mira, que la convierte en algo y que, ya en el siglo XX los museos se encargan de visibilizar esas historias y convertirlas en las imágenes de identidad local”.