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"El planeta no aguanta más nuestro consumo de ropa"

Hablamos con la profesora Liliana Benavides que hace parte del programa de Diseño de modas de la Universidad ECCI. Benavides nos contó cómo los estudiantes trabajan con prendas para reutilizar. Entre los proyectos, la Universidad hizo un convenio con la Policía Nacional para darle nueva vida a los uniformes. Le contamos los detalles.

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Estas son algunas prendas custodiadas o transformadas a partir de uniformes de la Policía Nacional.
Cortesía Dirección diseño de modas ECCI

Profesora Liliana, me gustaría que nos contara de qué se trata el proyecto que tienen en la Universidad ECCI relacionado con la moda circular.

Bueno, nosotros como programa de diseño de moda estamos en todas las áreas de este campo; hacemos parte del círculo Moda sostenible en Bogotá que lo dirige la Secretaría de Ambiente. En uno de sus proyectos escogieron distintas empresas que generaran un alto volumen de tela por uniformes de dotación. Como saben, este tipo de prendas se cambian entre 3 y 4 meses y es una cantidad abrumadora de tela que solo puede contaminar, llamaron al proyecto Red de moda circular, además de eso convocó a la academia para que nos repensáramos los procesos que estábamos realizando con los nuevos diseñadores de moda de Colombia. La Universidad ECCI obtuvo, después de capacitaciones y cursos sobre el tema, dos convenios: uno con Confipetral, una empresa aliada de Codensa, y con la Policía Nacional. Y de allí fue de donde llegó la mayor cantidad de prendas para reutilizar, muchas de ellas aún con etiqueta que demostraban que, ni siquiera, habían sido estrenadas.

Con la donación de la Policía debimos tener muchos cuidados, además de firmar documentos en donde involucrábamos la responsabilidad del uso de la tela, debimos arrancar, borrar y deshacer cualquier tipo de símbolo o escudo que hiciera alusión a la institución. Por ejemplo, llenamos bolsas enteras con botones y marquillas.

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¿Cómo fue el proceso de deconstrucción de las prendas?

Al principio tuvimos que conceptualizar con los estudiantes de cuarto semestre, ¿qué hacemos con tanto verde? era la pregunta más recurrente. Para qué sirve cada prenda, porque no puedes usar una camisa para hacer un abrigo, así como así, teníamos que estudiar las estructuras de las prendas para entender todo de forma general y no solo por camiseta o pantalón. Para ese semestre, con la participación de más de 100 estudiantes, propusimos la tendencia economicore y nos interesaba principalmente el análisis de problemas económicos a pequeña escala, lo que pueden vivir los mismos estudiantes.

Al principio a ellos no les gusta mucho la idea de trabajar el concepto de moda circular o reutilizar prendas, hay un deseo de hacer todos los diseños en materiales “nuevos”, pero cuando se adentran en la investigación del tema, se enamoran y realizan propuestas impresionantes, muy creativas.

Una de las propuestas que más recuerdo fue la de una estudiante que se preguntaba cuánto cuesta un pollo, un pollo asado y cuántos pollos asados puede comer al mes una familia que vive con un salario mínimo y desde allí comenzó su trabajo, tenía que bajar ese concepto a una prenda de vestir.

Es conocido que el proceso con la ropa usada es mucho más difícil que con telas nuevas. ¿Cómo han logrado sacar adelante los retos técnicos y humanos de crear una colección nueva a partir de uniformes de la Policía Nacional?

Sí, mira, este es un proceso bien complejo y una prenda customizada tiene más valor en todo sentido, no solamente económico. Hay un tema simbólico con la ropa, tú no te compras algo exclusivamente por gusto sino y, sobre todo, por cómo te hace sentir. Yo siempre le digo a mis estudiantes que la ropa tiene un alma, una historia y con este tipo de prendas la meta es crear una nueva historia.

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Desde la elección de dónde ubicar las pretinas o los cierres hasta la colaboración con otros estudiantes, la historia de la prenda transformada, reutilizada, nace en el mismo momento de su reconstrucción.

Relacionado con eso, la ropa usada tiene un enjambre de mitos a su alrededor, desde las energías hasta temas relacionados con la imposibilidad económica. Con estas telas de la Policía hay un peso mayor, uniformes que fueron una bandera de la guerra, ¿cómo transfórmalos para que signifiquen otra cosa?

Mira que es muy bonito porque yo te hablaba de la tendencia que era lo económico y después de la investigación todos iban a un resultado de la Policía, de la labor tan bonita que hace la Policía. Si desde el diseñador que lo crea no se cree lo que está construyendo no funciona nada. Son ellos los que le dan el nuevo significado a la ropa. Por ejemplo, teníamos unas riatas donde los policías ponen las pistolas y lo que hicieron los estudiantes fueron unos arneses superlindos.

Cuando terminamos la colección tuvimos de invitados de la Policía Nacional a algunos líderes de las diferentes dependencias con las que trabajamos. Ellos vinieron a contarnos qué hacían o para qué servían determinadas prendas y nosotros les mostrábamos lo que habíamos hecho con ellas y pues salieron totalmente sorprendidos.

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Un aspecto muy importante de este tipo de ropa es que tienen detrás de sí toda una construcción retórica y narrativa muy valiosa, a diferencia de lo que pueda tener una prenda de 15 o $20.000 de un centro comercial cualquiera. 

Sí, a veces no nos preguntamos cómo comunica nuestra ropa. Saber tú el valor tan importante que tiene un dobladillo, un botón, una costura… Unas chicas del proyecto hicieron un tema de los glaciares y con la misma tela de las camisas hicieron las formas del glaciar: calcaron los mapas y los cosieron a mano en la nueva prenda. Además de eso investigaron sobre sucesos que habían pasado ahí y entonces se expresaban en cada en cada glacial, expresaban la tristeza, contaban una historia de una familia que se destruyó, una tragedia ambiental… un no sé tantas cosas que pasan entonces todo eso tú lo ves como en una prenda y tú dices yo no puedo creer toda esa historia que hay ahí adentro.

Esto les empieza a abrir la mente y como, después de que no quieren porque no quieren, o sea, se ponen bravos, ellos no quieren hacer reciclado, empiezan a ver la evolución del proceso creativo de investigación y todo este tema se comienzan a enamorar y a decir “bueno y si le meto esto y si con esta cremallera hago como si esto fuera un río sin que sea tan literal”.

Nuestros estudiantes en su mayoría son estrato 1, 2 y 3 han vivido tantas cosas que es como hasta una terapia realizar este proyecto. Te digo yo, es hasta una terapia de soltar las cosas que les pudieron pasar como con la moda. Tenemos siempre el cliché que los diseñadores de modas son solo costureros, como banales, como los que no piensan, y la gente no se imagina la cantidad de trabajo intelectual que tiene que hacer un diseñador para crear una colección, para hacer una prenda para el trabajo estructural, para yo coger un cuerpo: una forma 3D y convertirla en un plano 2D y que esto venga y funcione perfectamente.

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Hablemos ahora del tema de la comercialización, cómo los estudiantes o si es la Universidad la que vende las prendas, cómo termina este proceso.

Tratamos que los estudiantes tengan la conciencia de cuánto vale su trabajo. Los diseñadores colombianos son diseñadores integrales, que están en todos los procesos de la cadena industrial textil y en ese sentido deben saber cómo cobrar por sus prendas. Con estos proyectos ellos eligen los precios, ya saben cuánto cobrar, no titubean si les preguntas el valor de esto o aquello. Nos interesa que ellos no sientan esto como una mera tarea universitaria sino como una posibilidad de crear sus propios emprendimientos o líneas de negocio. Ya hemos tenido muchas experiencia donde estudiantes que realizan el proyecto de moda circular articulan eso con su propuesta y se vuelve, incluso, como su valor agregado. Esa cosa diferente por lo que las personas estamos dispuestos a pagar.

Además es claro que el mundo no puede seguir con este consumo desproporcional de ropa, de tela, de elementos que van a durar millones de años sobre este planeta. Ya es insostenible, así que siempre hacemos estos trabajos con la ilusión de generar conciencia no solo en el consumidor sino en los creadores.

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