"Se ha hecho un buen trabajo en un lugar que era justo que fuera accesible, por tratarse de otra pieza para recuperar los espacios de la historia y de la memoria de nuestra ciudad", sostuvo durante la reapertura el alcalde capitalino, Roberto Gualtieri.
La Villa Torlonia de Roma fue desde 1929 la residencia de Mussolini, el dictador fascista que gobernó Italia con mano de hierro durante dos décadas, y de su familia: su esposa Rachele y sus hijos -reconocidos- Edda, Vittorio, Bruno, Romano y la pequeña Anna María.
La vida era agradable en este palacio propiedad de una famosa dinastía romana: en sus salones los Mussolini brindaban fiestas a los jerarcas fascistas, mientras en su enorme jardín se distraían con partidos de tenis o ejercicios de equitación.
Sin embargo, unos amenazantes nubarrones negros aparecieron sobre las copas de los árboles de Villa Torlonia al final del verano de 1939, cuando Mussolini y su aliado alemán, el nazi Adolf Hitler, arrastraron a Europa y al planeta a la sangrienta II Guerra Mundial.
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Con los primeros bombardeos, el 'Duce' italiano mandó construir en su finca tres refugios subterráneos: el primero, a partir de 1940, se excavó bajo un lago de la propiedad, aunque pronto se pensó en la necesidad de edificar un escondite más resistente.
El lugar elegido entonces fue el conocido como "Casino Nobile", una pequeña mansión dentro de la villa que, con sus frescos y lámparas de araña, escondió las guaridas acorazadas del dictador, que se fueron fortificando con el desarrollo de la contienda.
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En 1941 se edificó un refugio aéreo con muros de 120 centímetros de grosor, puertas antigas y un sistema de depuración de aire. Y un año después, todavía más abajo, a seis metros de profundidad, se empezaron las obras de otro búnker con muros de 4 metros.
Sin embargo, el arresto del tirano en abril de 1943 haría que el búnker quedara sin terminar (faltan las puertas de aislamiento, el sistema de ventilación y los baños).
La reapertura de estos lugares parece evidenciar que Mussolini se escondía cada vez más, y más profundo, como si entreviera el destino de un conflicto en el que, al final, él mismo perdería la vida, ejecutado en 1945 junto a su amante Clara Petacci.
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La reapertura de estas guaridas de la Villa Torlonia permite desde este jueves revivir aquellos tiempos de una forma sensorial, ya que se ha instalado un sistema que hace vibrar el suelo del búnker mientras por megafonía resuenan los ecos de los bombardeos aliados, como el que asoló el barrio romano de San Lorenzo en julio de 1943.
Precisamente en las paredes de estos refugios acorazados se proyectan imágenes de aquellos días y noches ruinosos, recogidos por las cámaras del Instituto LUCE, la maquinaria cinematográfica creada bajo el régimen fascista como instrumento de propaganda.
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