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Eduardo Castillo-Vinuesa: "La arquitectura perdió por mucho tiempo su dimensión geológica"

Al recorrer una ciudad a menudo se olvida que cada edificio dejó en algún lugar una mina de la que se extrajeron sus materiales. Por eso la arquitectura no debería ignorar ese origen "invisible" pues "durante mucho tiempo perdió su dimensión casi geológica", sostiene en una entrevista con EFE el comisario del Pabellón de España en la Bienal de Venecia, Eduardo Castillo-Vinuesa.

Eduardo Castillo-Vinuesa
El arquitecto español Eduardo Castillo-Vinuesa en su exposición "Quarantinology".
Instituto de Arquitectura de Euskadi.

"Creo que la arquitectura durante mucho tiempo se concibió como un evento que ocurre, parece que los edificios se materializan, y hemos perdido muchas veces esa dimensión casi tectónica o geológica, entendemos la arquitectura como paisajes reensamblados y tienen una gran cantidad de problemáticas ", sostiene.

Castillo-Vinuesa, madrileño de 34 años, es junto al más veterano Manuel Ocaña (57), comisario del Pabellón de España en la XVIII Bienal de Arquitectura veneciana en el que ambos han presentado el proyecto "FOODSCAPES: Al comer digerimos territorios".

La propuesta recorre con fotografías y cortometrajes la denominada "agroarquitectura" española, es decir, la red de factorías empleadas para la producción, distribución y consumo de alimentos , los polígonos industriales que nutren nuestras ciudades casi siempre apartados de la vista de sus moradores.

Al arquitecto, profesor asociado de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid, le interesan sobremanera las infraestructuras que hacen posible la vida metropolitana: los lugares en los que se extraen los materiales de construcción o donde se genera energía.

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La idea parte de un texto de Richard Fuller -"Starting with Breakfast Scenario" (1983)- en el que el inventor estadounidense desmenuza un desayuno para dar marcha atrás en busca del origen de cada uno de sus ingredientes y de los materiales de sus envases.

La propuesta de Castillo-Vinuesa y de Ocaña va en esa dirección: husmear en los sistemas de producción alimentaria, desde las cocinas a las grandes factorías, para abordar cuestiones de alcance planetario en un momento de preocupante crisis climática. "Digamos que por cada torre o edificio hay alguna fosa o una mina, donde esos materiales se han extraído, y tanto Manuel como yo creemos que la arquitectura durante mucho tiempo ha mirado únicamente a la torre y se ha olvidado de la fosa y no, debe mirar a ambas", apunta.

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Precisamente el paisaje "agroarquitectónico" español es "bastante singular" dado su papel estratégico como despensa de Europa pero, al mismo tiempo, opina, puede servir de "laboratorio para testear otras posibles políticas alimentarias y arquitecturas" para el futuro al ser un país muy expuesto a las desavenencias del clima.

Ante estos escenarios, sería preciso adaptar o mejorar esas instalaciones productivas y logísticas pero no abordándolas de forma independiente, una a una, sino como "una gran arquitectura metabólica" que se ha ido desarrollando de forma accidental desde que surgió la agricultura hace 12.000 años. " Creemos que la arquitectura debe hacer un poco de capacitación. Si quieres hacer el sistema alimentario como una gran arquitectura la siguiente pregunta que surge es cómo la rediseñamos. Nosotros no tenemos respuesta, pero es una pregunta que queremos abrir ", planta.

En cuanto al riesgo del clima, Castillo-Vinuesa cree que el Homo Sapiens está en su fase de pubertad, en la que ha tomado conciencia de cuestiones que hasta hace cien o 150 años ignoraba. "Eso de repente reivindica otra manera de diseñar, otra manera de plantear cómo nos posicionamos en el territorio, qué responsabilidad tenemos y, obviamente, a distintas prácticas como la arquitectura, que es una puramente geológica, nos obliga a tener conciencia de otra serie de cuestiones que hasta hace poco no teníamos ", explica.

Así, a su parecer, "se está empezando a tener en cuenta de dónde vienen nuestros alimentos, qué recorridos hacen o cuál es su huella de carbono". Pero apunta que esa no es una problemática tecnológica, ni siquiera ecológica, sino cultural: "¿Por qué nos esforzamos tanto en que un filete artificial parezca que sangra?", cuestiona.

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" Entonces estamos en un momento muy interesante para replantear o reconfigurar el modo en que entendemos todos estos procesos que hemos ido heredando muchas veces sin cuestionarlos y ahora cada vez más tenemos esta oportunidad", augura.

Y, en ese sentido, apunta que en España "se está haciendo una muy buena labor" y hay ejemplos "muy interesantes" de cómo se está abordando esta dimensión "ecosistémica" de la producción, distribución y consumo de alimentos. Infraestructuras todas ellas a las que "estamos conectados cada vez que tomamos un café con leche", aunque se nos olvide.

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