Una vez que el micelio, el talo de los hongos formado comúnmente de filamentos ramificados, adquiere la textura de la corteza de un queso blando maduro, Rosenkrantz lo deshidrata para convertirlo en un material ligero y biodegradable, con el que fabrica sus guitarras.
Esta diseñadora industrial de formación, empezó su carrera como lutier -fabricante de instrumentos de cuerda- hace aproximadamente una década. En los últimos años ha recurrido al micelio y otros biomateriales para fabricar instrumentos más respetuosos con el medioambiente y sin plásticos.
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Rosenkrantz sonríe al hacer su analogía con el queso brie, lo que no deja de ser un guiño a sus raíces francesas. La diseñadora se crió en Montfermeil, un suburbio del este de París, y ahora reside cerca de Providence, donde enseña en la prestigiosa Escuela de Diseño de Rhode Island.
El taller, situado en el sótano de su soleado apartamento lleno de plantas y libros, alberga su artesanía y hace las veces de laboratorio: en él cultiva materiales como la piel del hongo kombucha o manchú para fabricar cabezas de banjo y utiliza piel de pescado para hacer golpeadores.
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"En el mundo del diseño, todo el mundo trabaja con biomateriales", explica a la AFP la diseñadora de 42 años. "Ya no es una solución hippie" y menciona a BMW, que ha utilizado fibra de lino en la fabricación del salpicadero, o a Hermès, que ha empleado piel derivada de hongos en el forro de sus bolsos. "No es algo aislado, como hace cinco años. En realidad es muy tangible", asegura.
"Potencial"
Tradicionalmente, los lutiers fabrican sus guitarras con maderas como cedro, palisandro, caoba o ébano , en función de las cualidades acústicas que se busquen. La madera también es biodegradable, pero factores como la sobreexplotación forestal han llevado a fabricantes como Rosenkrantz a elegir opciones más sostenibles, como reutilizar madera o recurrir a maderas locales.
"¿Necesitamos utilizar las mismas especies que hace 400 años? ¿Quién toca música como hace 400 años? Un puñado de estudiantes en Julliard", el prestigioso conservatorio de Manhattan, dice.
Para Rosenkrantz, maderas como el álamo o el bambú, hasta ahora ignoradas, podrían ofrecer nuevas oportunidades. También sugiere reutilizar parte de viejas guitarras que todavía están en buen estado para fabricar nuevos instrumentos.
El micelio es fácil de cultivar, de moldear y de sustituir incluso si empieza a desintegrarse, y puede convertirse en instrumentos acústicos y eléctricos. ¿Y en cuanto al sonido? La guitarra hongo de Rosenkrantz no es hueca como una versión acústica tradicional de madera, sino más bien estratificada y afinada. Es un poco nasal, pero llena de posibilidades.
"La idea surgió cuando estudiaba los envases, ya que el champiñón se ha utilizado para sustituir al poliestireno", que "es conocido por ser un buen conductor del sonido, porque está lleno de aire", explica.
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La diseñadora se dio cuenta de que el micelio también era conductor del sonido, aunque "tiene un timbre diferente, y no suena a nada conocido". "Es simplemente un sonido nuevo", precisa. "No reemplazará al cedro porque no lo es", pero descubrió que los materiales de hongos funcionan mejor con formatos eléctricos.
"Contribuir a la causa"
Algunas de las guitarras que fabrica Rosenkrantz para sus clientes están hechas totalmente de madera y otras integran materiales más experimentales.
Dado el tiempo que lleva hacer una guitarra única desde cero, el precio de sus instrumentos no baja de 6.000 dólares.
Pero en el caso de un prototipo basado en madera de champiñones, "mi sueño es que una gran compañía diga: 'Hagámoslo, 50 pavos, cada niño puede tener una", dice.
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Con la exploración de biomateriales, los diseñadores pueden contribuir a construir un futuro más sostenible. "Estoy experimentando para ayudar a la causa de alguna manera".
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