La Viena en vida de Gustav Mahler fue un espacio prolífico y contradictorio, para ser cabalmente retratado y representado en la obra de algún músico, artista, intelectual o periodista, por eso, tal vez, la multiplicidad de ellos. En los cafés vieneses era común encontrar reunidos a pintores, escultores y psiquiatras, por supuesto, fue el escenario de historias de amor populares en la historia de la música, como el de Alma Mahler y Gustav Mahler, del cual surgiría uno de los regalos musicales más bellos de amor: el adagietto de la Quinta Sinfonía de Mahler.
La música, el teatro, las letras, la arquitectura, la pintura y la escultura de principios del siglo XX, como otras tantas actividades independientes de Viena, existían de forma paralela a la crisis política de los Habsburgo. En 1918 la obra política de siglos se desplomó. Todo sucedía en un solo espacio y en un mismo tiempo. Y, paradójicamente, el lugar donde se remontan los orígenes de la música dodecafónica; la arquitectura moderna; el psicoanálisis; el positivismo legal y lógico y, la pintura no figurativa. Escritores, pintores, arquitectos, psiquiatras, filósofos, compositores, todos se alimentaban entre sí. El conflicto político y la creatividad significaron el combustible de creación de las vanguardias.
La tradición del café vienes como espacio y fomento “del ingenioso arte de conversar”, deriva de finales del siglo XIX. Los cafés eran el habitad de la resistencia vienesa, frente al incipiente crecimiento de una burguesía que impulsaba la vida cultural al ritmo de valses de Johan Strauss y que criticaba ferozmente la música de Schöenberg, las obras de teatro de Frank Wedekind y el periodismo de Karl Kraus, piezas que precisamente se gestaban en los cafés.
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La música dodecafónica fue inventada por Arnold Schönberg en 1921, está caracterizada por ser una forma concreta de música serial atonal (no única), que usa de forma igualitaria las 12 notas de la escala cromática y sin jerarquía entre estas. La obra más reconocida de música dodecafónica son los "Gurrelieder".
El teatro fue una manifestación artística esencial en Viena, si en la música clásica existían una serie de alianzas y cuidados entre compositores, como Gustav Mahler y Arnold Schöenberg. El teatro era el punto de confluencia de la literatura, la música, y la actuación. Frank Wedekind fue un dramaturgo mordaz con las tradiciones de la ciudad austriaca, en su obra "Caja de Pandora" (1918) criticó la hipocresía de la burguesía. El compositor Alban Berg la convertiría en ópera en 1937.
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