El galardón, dotado con 20.000 euros (cerca de 22.000 dólares), está considerado el reconocimiento público más alto a un compositor o compositora viva de la comunidad iberoamericana, según informó este lunes la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE) de España en un comunicado.
Tania León (1943, La Habana), ganadora de un Premio Pulitzer de Música en 2021 y del Premio Kennedy Center Honors en 2022, fue galardonada por "su experiencia artística que se proyecta como paradigma de comprensión y diálogo intercultural", según indicó el jurado.
Junto a ello, el jurado reconoció "los exilios externo e interno que, como cubana en los Estados Unidos, han marcado su producción compositiva de alto reconocimiento internacional, así como a su posición como ser humano ante las coordenadas vitales por las que ha discurrido su trayectoria”.
"Siempre he sido fiel a mi filosofía. Me crié en una familia que tenían orígenes muy diferentes, crecí en una especie de pequeñita Naciones Unidas", explicó la ganadora quien aseguró tener "esa semilla mental de que el mundo debería ser igual para todos y no enfatizar tanto en las diferencias".
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Con más de 40 obras de cámara, orquestales, vocales y multitud de óperas, su forma de crear ha conseguido elevar la música latina en Nueva York: "Europa es la semilla de la composición, y en Estados Unidos se conocía muy poco la carrera de composición latinoamericana", precisó la artista.
Su música se caracteriza por un estilo moderno de carácter cosmopolita, a la vez complejo y expresivo, basado en la incorporación de prácticas rítmicas derivadas de la diáspora latinoamericana, fusionadas con técnicas europeas en el Caribe, recordó la SGAE.
Además, su obra siempre se ha marcado por su gran compromiso político. A través de la música se ha enfrentado al rechazo y a la misoginia, explicó la organización.
"Siempre he sido de perseguir mis propuestas y cuando me decían que no, no me dejaba amedrentar: Les daba la espalda y continuaba mi camino", dijo ella al respecto.
León se fue de Cuba a los 24 años para emigrar a Estados Unidos. Afincada en Nueva York desde 1967, no pretendía dedicarse a la composición sino que su sueño era ser concertista y se formó como pianista, pero acompañó al coreógrafo Arthur Mitchell en el proyecto del Dance Theater of Harlem” y comenzó así "una de las carreras más brillantes y prolíficas de la composición en Latinoamérica", destacó la SGAE.
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