
El viaje a Reims, la última ópera de Rossini en idioma italiano (todas sus obras posteriores fueron en francés), se estrenó con el título "El viaje a Reims, o el Hotel de la flor de lis de oro", y fue un encargo para conmemorar la coronación del rey francés Carlos X en Reims en 1825.
El escenario es un metafórico hotel balneario de Plombières, llamado así por el símbolo de la realeza francesa, el Lirio de Oro. Una ilustre compañía de bons vivants procedentes de los cuatro rincones de Europa se ha reunido allí y, después de tantear las aguas restauradoras, ha hecho planes para partir ese día como una delegación internacional a la coronación, que se celebrará, como decreta la tradición, en Reims.
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Madame Cortese, la propietaria del hotel ha dado instrucciones a su personal para que supervise de cerca todos los preparativos para el viaje. Primero llegan la celosa Maddalena y luego el bufón médico de la casa, Don Prudenzio, para reprender a los sirvientes e inspeccionar las comidas del día. Madame Cortese toma el mando en persona, después de pensar con pesar que el deber le obliga a quedarse. Llama a todos al orden y explica cómo se debe tratar a cada invitado con gran solicitud para salvaguardar la reputación del Lirio Dorado.
Llega la condesa de Folleville, parisina caprichosa y obsesionada por la moda, quien expresa que un viaje a Reims sería una afrenta al honor y al país sin el vestuario adecuado, y cuando se entera por su primo, Don Luigino, que su elegante atuendo ha sido destruido en el camino a la posada, se desmaya. La desesperación da paso a arrebatos de alegría y satisfacción, para gran diversión de los espectadores, cuando su doncella, Modestina, muestra un atractivo sombrero rescatado del accidente.
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Don Profondo, académico y anticuario fanático, llega para pagar sus gastos de viaje, y no muy lejos está el almirante español Don Álvaro, escoltando a la encantadora marquesa Melibea, viuda polaca de un general italiano, a quien ha invitado a unirse a ellos. Un impetuoso general ruso, el conde Libenskof, la persigue ciegamente celosamente.
Cuando una preocupada Madame Cortese aparece para explicar por qué se ha retrasado su partida, encuentra a los dos rivales preparados para un duelo. El desastre sólo se evita gracias a la "diplomacia" de Corinna, la famosa poetisa romana, a quien se puede escuchar entre bastidores improvisando una encantadora oda a la paz y al amor fraternal.
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A la espera de noticias del mensajero enviado para conseguir caballos, Madame Cortese contempla la romántica situación de otro invitado, el melancólico oficial inglés Lord Sidney, quien, atormentado por su amor no declarado por Corinna, ha venido hoy como todos los días a colocar ramos de flores cerca de su habitación.
Don Profondo, absorto en su propia pasión, acecha a Lord Sidney con algunas averiguaciones absurdas sobre el paradero de ciertas reliquias históricas británicas, pero el distraído inglés lo envía a un museo. Don Profondo luego saluda a Corinna y a su compañera de viaje, la huérfana griega Delia, con algunas noticias tranquilizadoras sobre la Guerra de Independencia griega.
Don Profondo, que ha obtenido cierta satisfacción académica al ver al caballero derrotado, vuelve a compilar una lista de los objetos de valor de los viajeros, convirtiendo el ejercicio en una serie de caricaturas. Afirma que todo está en orden y se regocija que la gran ocasión está cerca.
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Cuando el barón y Zefirino llegan para informar a los viajeros que el viaje debe ser cancelado ya que no queda un solo caballo para comprar o alquilar en todo Plombières, el desafortunado grupo se tambalea de horror, Madame Cortese aparece con una carta consoladora de su esposo en París describiendo las festividades que se están preparando para la vuelta a casa del Rey. La condesa ofrece a los invitados su hospitalidad allí para la ocasión y todos se alegran de este giro del destino, resolviendo tomar el carruaje diario a la capital a la mañana siguiente.
El cuadro final se desarrolla en los jardines iluminados del Lirio de Oro, donde se ha dispuesto una rica mesa. Mientras espera a sus invitados, Maddalena se maravilla de los milagros que el gerente del hotel, Antonio, ha obrado en tan poco tiempo y a medida que avanza la cena, músicos y bailarines ambulantes entretienen a los presentes hasta que el barón propone una ronda de brindis musicales por la familia real, que se pronunciarán al estilo nacional de cada invitado. Luego, por petición de todos, Corinna los premia con una improvisación sobre un tema extraído de peticiones relacionadas con los momentos más destacados de la historia francesa.
Conmovidos por la solemnidad de la ocasión, todos se unen a ella para aclamar la gloria del rey y del país.
Podrá escuchar la obra completa en la nueva edición de Canto y Música Coral este domingo, 15 de junio a las 9:00 p.m. por la señal en vivo de la HJCK.
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