Cuando Gabriel Fauré nació el 12 de mayo de 1845, Mendelssohn, Schumann, Chopin y Berlioz, vivían todavía. Cuando murió el 4 de noviembre de 1924 estaba en su apogeo la era de Stravinski, Schoenberg y Prokofiev.
La influencia de Schumann es aparente en algunas de las obras de Gabriel Fauré, pero supo escapar a la presión y el hechizo del idioma de Wagner y de Liszt, prefirió dejarse atraer por el estilo claro y luminoso de Chopin.
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En su época fue considerado como un compositor avanzado y revolucionario. Cuando mostró a Liszt su Balada para piano y orquesta, el más grande de todos los pianistas la encontró demasiado difícil. Hoy parece extraño que Fauré haya sido tenido como un revolucionario, pero al analizar detenidamente su música se pueden advertir ciertas desviaciones de la sintaxis musical, considerada como intocable en los libros de texto de la época.
Junto con Camille Saint-Saëns, Gabriel Fauré fue defensor de los valores de la música francesa en un tiempo en que la tendencia predominante en Europa era adoptar los resultados y técnicas de la música romántica alemana.
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Su música vocal es abundante y está conformada por cerca de cien melodías que se suceden a un ritmo más o menos regular entre 1860 y 1922. El conjunto de ellas constituye una de las partes de la obra de Fauré más significativas donde su maestría lo sitúa junto a Charles Gounod. Para sus hermosas melodías tomó textos de poetas como Verlaine, Baudelaire, Viliers, de L'isle-Adam, Sylvestre, entre otros.
Gabriel Fauré obtuvo los premios de piano, órgano, armonía y composición antes de comenzar una carrera de organista que duró unos treinta años. En 1877, asumió la responsabilidad de Maestro de capilla en la iglesia de la Madeleine, en Paris, sin dejar por ello de impartir sus cursos de composición en el conservatorio.
En 1885, la Academia de Bellas Artes le concedió el premio Chartier por sus obras de música de cámara. Compuso melodías, piezas para piano, el segundo cuarteto con piano y el Réquiem, dedicado a la muerte de su padre. En 1892 es nombrado inspector de los Conservatorios en provincias y compone La Bonne Chanson, que es su primera gran realización.
En 1903 Gabriel Fauré es nombrado crítico musical de Le Fígaro allí colaborará regularmente hasta 1914, año en que comienza a darse cuenta de que se está volviendo sordo. Por la época de La Bonne Chanson , Fauré compone la única obra para piano a cuatro manos nacida de su genio. Se trata de la Suite Dolly, Op. 56, pieza maestra que junto con las Escenas infantiles de Schumann y El Rincón de los niños de Debussy es una de las obras más encantadoras inspiradas en la infancia. La fuente de inspiración fue la pequeña hija de Emma Bardac, dedicataria de La Bonne Chanson, y que llegó a ser la segunda esposa de Debussy.
Dos años después de la única representación parisina, el 17 de mayo de 1893 de Pelleas y Melisande de Debussy, la actriz Patrick Campbell, le encargó a Debussy una música de escena. La propuesta fue rechazada por Debussy y la actriz entonces acudió a Fauré, quien terminó la partitura en el mes de mayo de 1898, sin embargo, por diversas circunstancias, confió la orquestación a su alumno Charles Koechlin. La pieza de teatro fue estrenada el 21 de junio de 1898 en el Teatro Príncipe de Gales, obteniendo un rotundo éxito. Fauré retomó este trabajo e hizo una suite sin tomar en cuenta la orquestación de Koechlin.
A diferencia de las dos sonatas para violín y piano largamente distantes la una de la otra (las separan cuarenta años), las dos sonatas para violoncelo y piano fueron compuestas por Gabriel Fauré apenas con una diferencia de cuatro años y son de su plena madurez.
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La Sonata N° 2 para violoncelo y piano en sol menor Op 117 que escucharemos, data de 1921 y su origen se debe a un encargo que le hizo el estado francés con ocasión de la ceremonia conmemorativa del centenario de la muerte de Napoleón y para la que Fauré compuso un Canto Fúnebre.
Esta pieza de circunstancia sirvió para que Fauré se decidiera a introducirla en la Sonata para violoncelo y constituirla en el elemento central. Los dos movimientos extremos fueron escritos entre la primavera y el otoño de 1921 en París. La dedicó al compositor franco-americano Charles Martin Loefler y fue estrenada con gran éxito en la Sociedad Nacional de París. La célebre Pavana Op. 50 de Gabriel Fauré, tan frecuentemente ejecutada por las grandes orquestas, fue compuesta en 1886 para los conciertos de Jules Danbé.
Puede escuchar sus maravillosas composiciones y melodías en nuestra nueva edición de El músico de la semana, el próximo 31 de octubre a partir de las 3:00 p.m. por la señal en vivo de la HJCK.