A caballo entre el diario y el libro de memorias, "La intensa vida" (Berenice) se abre con una foto de una joven Valdés en un parque de La Habana, y una declaración rotunda: "yo vengo de aquí".
"Yo vengo de aquí, de eso, y de lo de más allá, pá que tú sepas; y lo demás es soledad y lecturas" explica la novelista y poeta, instalada en las afueras de París.
Infancia tragicómica
Valdés recuerda su infancia tragicómica con su abuela y su madre, mudándose de hogares que se derrumbaban a causa del mal estado de los edificios. El hacinamiento y el hambre. Los olores (nauseabundos en su mayor parte) y los sabores.
Y luego el aroma de la libertad, el frío del desarraigo y el dulce refugio de la literatura. "Dime qué cubano puede decir ahora: 'vamos a hacer una transición como se hizo en España'", declara la autora de "La nada cotidiana", gran éxito de 1995 que le granjeó, dice, la enemistad eterna del régimen.
Publicidad
"Cuba es un país de mucha ligereza. Mucho tambor, más tambor que mente. Ese es nuestro gran problema. Cuba tenía grandes figuras. Pero las fue metafóricamente y realmente matando", añade.
Su nuevo libro ajusta cuentas con escritores de éxito, como Leonardo Padura, e incluso figuras de la oposición, como la bloguera Yoani Sánchez . A sus 63 años, Valdés mira con nostalgia, más allá. A los que lucharon por la independencia, o a los que intentaron derrocar al líder supremo después de 1959, Fidel Castro.
"La solución, siento decirlo, se enreda cada vez más, y yo no veo camino. Pero no hay que abandonar", proclama. "Cuando yo veo a los presos plantados, que tienen ya 80 o 90 años, cuando veo a los de la Brigada 2506 (protagonistas de la fallida invasión de la Bahía de los Cochinos), que con casi 100 años todavía siguen en esa lucha... Me digo: '¿cómo puedo abandonar yo?'.
"Yo nunca he visto a mi país libre, porque por lo menos ellos vivieron una época libre , pero yo nací en el 59", un año "fatídico", explica la autora de "El dolor del dólar".
Vivir "insiliada"
"La intensa vida" es también un ejercicio de reflexión literaria, de agradecimientos a todo un largo listado de autores y artistas a los que Valdés debe su decisión de convertirse en escritora.
"Yo, como Guillermo (Cabrera Infante), también creo que la mejor literatura cubana del castrismo se ha hecho en el exilio", explica, citando el ejemplo de la gran figura nacional, el poeta José Martí.
Publicidad
"De la misma manera que el pueblo cubano no es única y exclusivamente el que viven dentro de Cuba. Cuando yo vivía dentro de Cuba ya vivía exiliada", recuerda. "'Insiliada'", inventa de golpe, con una sonrisa. "Vivía para resistir".
Valdés estudió Filología en La Habana, sin completar la carrera por decisión propia. Trabajó en la Unesco, en París, entre 1983 y 1989, y brevemente para la sección cultural de la embajada. Regresó a Cuba y malvivió durante años. Salió finalmente exiliada en 1995.
"Yo nunca fui funcionaria, al contrario de otros", afirma, rotunda, ante los que la acusan de haber colaborado con el régimen cuando empezaba.
"'La nada cotidiana' me puso en el camino de la verdad. Y en ese camino se pierde mucho. Pero individualmente se gana mucho", recuerda. Cuba es "demasiado isla", explica. El régimen castrista hizo de los intelectuales y artistas uno de sus principales frentes de propaganda, asegura Valdés. Al precio de celos y rencillas inacabables. "Yo me evadía para existir", asegura.
Publicidad
"Lo peor de ser un exiliado es que ningún lugar del mundo consigue ser el adecuado. Lo mejor es que el lugar adecuado está en ti mismo", se lee a modo de introducción en su libro.
Y también: "No escribo para que me amen. Escribo para descubrir cada día el amor". Recuerde conectarse con la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.