El género de terror en la literatura, tan antiguo como las narrativas orales de mitos y leyendas, ha mutado con el tiempo para reflejar los miedos inherentes de cada época. Desde los primeros experimentos góticos en el siglo XVIII hasta las narrativas contemporáneas de América Latina, el terror literario no solo busca asustar al lector, sino confrontarlo con lo oscuro, lo reprimido y lo inenarrable de la experiencia humana.
Los orígenes del terror: del gótico al psicoanálisis
El nacimiento del terror como género literario suele situarse en el siglo XVIII, con obras como El castillo de Otranto de Horace Walpole (1764), reconocida como la primera novela gótica. Esta obra, marcada por elementos sobrenaturales y escenarios tenebrosos, sentó las bases de lo que sería el terror gótico: mansiones antiguas, secretos familiares y fuerzas oscuras. La atmósfera de claustrofobia y decadencia se convirtió en el marco idóneo para explorar el miedo irracional y lo sobrenatural.
Con el tiempo, otros autores ampliaron y perfeccionaron el género. Mary Shelley , con Frankenstein (1818), transformó el terror al introducir la figura de un monstruo que no era simplemente una abominación, sino un reflejo del conflicto interno humano, de la soledad, el rechazo y la responsabilidad ética de la ciencia. También en el siglo XIX, Edgar Allan Poe exploró los abismos de la mente humana en relatos cortos como El corazón delator y La caída de la Casa Usher, sentando las bases de un terror psicológico que miraba hacia el interior, hacia las profundidades de la psique humana.
Por su parte, Bram Stoker inmortalizó a Drácula en 1897, encarnando en el vampiro la representación de lo reprimido y lo erótico en la sociedad victoriana. Su figura atravesaría las fronteras del género literario para establecerse en el imaginario colectivo como el emblema de la muerte, la seducción y la inmortalidad. Estos autores del siglo XIX forjaron un lenguaje literario del horror que reflejaba las ansiedades de su tiempo, en un contexto marcado por la industrialización, el avance de la ciencia y la represión moral.
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El terror en el siglo XX: Lovecraft y el horror cósmico
Con el siglo XX llegó una transformación en la concepción del terror. Howard Phillips Lovecraft, quien publicó entre los años 20 y 30, llevó el género hacia un tipo de horror que trascendía lo humano. En su visión, el universo estaba poblado de deidades antiguas y monstruos cósmicos indiferentes a la existencia humana. La insignificancia del ser humano ante el cosmos se convirtió en el núcleo de lo que hoy conocemos como horror cósmico. Su estilo, denso y obsesivo, inspiró a generaciones de autores que veían en sus relatos una respuesta a la crisis de identidad y la pérdida de sentido provocada por las guerras y el desencanto con la modernidad.
Nuevas voces en el terror: la irrupción de América Latina
En el siglo XXI, la literatura de terror ha encontrado nuevas expresiones en América Latina, donde las narrativas exploran los horrores cotidianos de sociedades marcadas por la desigualdad, la violencia y el peso de una historia opresiva. Autoras como Mariana Enriquez, Mónica Ojeda y María Fernanda Ampuero han capturado el interés mundial, llevando el género de terror a un terreno distinto, donde lo sobrenatural se entremezcla con el realismo social y la denuncia.
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Mariana Enriquez : (Argentina) es conocida por explorar la violencia y la marginación en su obra, especialmente en su colección de relatos Las cosas que perdimos en el fuego y Nuestra parte de noche . Enriquez aborda temas como la pobreza, el abuso y la desaparición de personas, colocando el horror en un contexto de tensiones sociales y conflictos internos. Sus historias tienen un tono visceral, que se aleja de los clichés del género al retratar el terror de la vida cotidiana y sus heridas abiertas en una Argentina postdictadura.
Mónica Ojeda: (Ecuador) representa una voz única en el terror latinoamericano contemporáneo. Su obra Mandíbula explora los temores de la adolescencia y la violencia en la familia a través de un lenguaje cargado de erotismo, simbolismo y psicoanálisis. La autora expone las fronteras del miedo y la atracción, utilizando las dinámicas entre sus personajes para explorar temas como la obsesión, el dolor y las relaciones de poder. Ojeda convierte a sus personajes en catalizadores de lo grotesco y lo subliminal, revelando los miedos inconscientes de la juventud latinoamericana.
María Fernanda Ampuero: (Ecuador), en su libro Pelea de gallos , utiliza el género del terror para dar voz a las experiencias de las mujeres en una sociedad patriarcal. Ampuero confronta temas como la violencia doméstica, el abuso sexual y las desigualdades de género con una honestidad descarnada. Su estilo directo y sin concesiones convierte al horror en una herramienta para visibilizar lo que generalmente se esconde. A través de su obra, el terror se convierte en una denuncia de las injusticias y en un reflejo del trauma y la opresión.
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El contexto social y político del nuevo terror latinoamericano
En América Latina, el género del terror está íntimamente ligado a los contextos sociales y políticos de la región. La violencia estructural, los traumas colectivos y el legado de dictaduras y conflictos armados impregnan estas narrativas de un realismo crudo que amplía los límites del género. Las nuevas autoras del terror exploran no solo el miedo, sino también el dolor y la injusticia, fusionando el realismo social con el horror y acercando a los lectores a una experiencia que va más allá de lo macabro: es una experiencia de catarsis y reflexión sobre el presente.
Este resurgir del terror literario en América Latina responde a una necesidad de confrontar los miedos actuales desde una perspectiva que se aleja del terror escapista. En lugar de presentar fantasmas o criaturas sobrenaturales, estas narrativas exploran las pesadillas de la vida cotidiana, el impacto de la violencia, la desigualdad y la opresión. Así, el terror en la literatura latinoamericana contemporánea se convierte en un espejo de las luchas sociales y en una voz que denuncia lo que persiste en las sombras.
Un futuro incierto pero prometedor para el género
La literatura de terror sigue evolucionando, y las nuevas voces que emergen en América Latina aportan una riqueza y una complejidad que le dan al género una nueva relevancia. En un mundo marcado por crisis políticas, desigualdad y amenazas ambientales, el terror literario continuará siendo un vehículo para expresar los miedos y ansiedades de nuestra era. La obra de Enriquez, Ojeda y Ampuero abre una puerta a una visión contemporánea del terror, donde el verdadero monstruo no es el que emerge de la oscuridad, sino el que vive en los resquicios de nuestra realidad cotidiana.
Este nuevo terror no solo cautiva, sino que desafía. Nos obliga a mirar de frente, a no apartar la vista de aquello que normalmente relegamos a las sombras.
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