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Juan Camilo Rincón y la conmoción de las palabras

El próximo viernes 22 de abril se llevará a cabo durante la FILBO el lanzamiento del libro “Colombia y México: Entre la sangre y la palabra”, del periodista y escritor colombiano Juan Camilo Rincón, publicado por Palabra Libre editorial. Este conversatorio estará a cargo del escritor Andrés Ospina.

Juan C R
Juan Camilo Rincón, autor de los libros “ Ser colombiano es un acto de fe ”publicado en el 2014 y “Viaje al corazón de Cortázar. El cronopio, sus amigos y otras pachangas espasmódicas” impreso en el 2015.
Jimena Cortés

Cuando era pequeña solía quedarme durante las vacaciones en casa de mis abuelos. Hace unos días, durante una cena, mi madre insistió en hacerme la pregunta de siempre: ¿Por qué durabas tantas semanas en casa de ellos? Esta vez intentó mostrarse indiferente para así obtener por fin una respuesta, tal vez porque ha sido la única pregunta que no le he contestado a ella ni a nadie, quizá porque sentía que mis razones podrían ser tontas para muchos. Sin embargo, leer y ahondar entre las páginas del libro “Colombia y México: Entre la sangre y la palabra” me retornó a aquellos tiempos de la infancia donde las situaciones fueron el origen de mi todo, por más pequeñas e insignificantes que parecieran. Por ese tiempo, solía despertarme más temprano que el abuelo. Entonces, me hacía detrás de un muro que estaba ubicado antes de entrar a su cuarto y me quedaba allí viendo cómo se levantaba de la cama y se tomaba el tiempo para prender su radio —por cierto, su objeto más preciado de la casa, tanto así que ni si quiera permitía que lo movieran de lugar cuando María entraba a organizar su cuarto—. Viajaba de emisora en emisora hasta encontrar la voz de José Antonio Aguilar o Javier Solís.

Cogía el cepillo que usaba para embetunar sus zapatos y le concedía la función de micrófono. Sonreía siempre que tarareaba aquellas melodías. Así fue como me aprendí las letras de las rancheras, asistiendo a sus conciertos sin que se percatara de mi existencia. Así también me enamoré de la cultura mexicana y me sumergí en ella por y para siempre. Es por ello que abrir este libro es darse la oportunidad de arrancar un viaje infinito donde las historias, los libros, las fotografías y las cartas son un puente que conecta a México y Colombia por medio de la cultura y la palabra, la cual se concibe como honesta y sagrada. Justamente por eso me atrevo a decir que este libro no es solo un ensayo, es un pasaje honorable que nos remonta a los orígenes de nuestras raíces y de manera sutil, detallada y profunda nos narra como el alma tradicional, religiosa y conservadora un día se quiebra, logrando sacudir los pensamientos de dos pueblos que le demuestran al mundo que la verdadera cultura es aquella que no pretende definir o dividir. Todo lo contrario, son componentes de una sola y gran nación que siempre fue de todos y para todos.

Entre risas el autor nos cuenta una anécdota en la que su padre, fascinado por las películas mexicanas, asistió una noche al cine para ver a sus actores y cantantes favoritos en la pantalla grande, entre ellos a Pedro Infante. Minutos antes de terminar la cinta, el señor Juan de Jesús, padre de Rincón, se quedó dormido. Sin darse cuenta cerraron las puertas del cine. Su abuela angustiada se dirigió hasta la iglesia, convenciendo al cura para que fuera él quien lo sacara de aquel lugar. Fue precisamente en este tiempo que México ya había tocado y conquistado el corazón del escritor. No exagero al decir que la prosa de Rincón es fascinante, pues su ritmo al narrar los hechos hace que seamos testigo de cómo el arte sacude cada uno de nuestros sentires y pensamientos. Es allí donde revivimos una vez más al poeta Colombiano Porfirio Barba Jacob, quien llegó por primera vez a México el 14 de junio de 1908 con el seudónimo de “Ricardo Arenales”. Compró un periódico y mientras lo leyó tuvo la certeza de que aquel lugar se convertiría en su segunda patria. Comenzó a trabajar en el diario El Espectador. Su manera como relataba los hechos era tan profunda que fue promovido de cargo a redactor en jefe.

La afinidad por el arte lo llevó a iniciar una amistad eterna con el escritor Alfonso Reyes, hijo de Bernardo Reyes, quien dirigía el periódico por ese tiempo y además hacía parte del gobierno del entonces presidente Porfirio Díaz. Meses más tarde la vida le pondría una prueba más al señor Arenales al dirigir el periódico al que tanto amor le profesaba. Resaltaba su manera directa y sin adornos de narrar los hechos de la sociedad mexicana de aquel tiempo, que pedía un cambio tras treinta años de Porfiriato. Era necesario recuperar las raíces y costumbres que le habían arrebatado a aquel país. Días después, llegó la denuncia de un estadounidense acusándolo de desprestigio, situación que lo enviaría a prisión y al cierre del periódico. La correspondencia que sostuvo con su amigo Reyes lo llevó a reflexionar sobre la fragilidad y el miedo que invaden al ser humano: “De manera, pues, que los presos son exactamente iguales a mí y a todos los hombres”. Salió de la cárcel luego de cinco meses, tiempo para el cuál Porfirio Díaz ya había abandonado el poder. Ricardo Arenales continuó escribiendo sobre las injusticias del actual gobierno.

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Recorrió todas las ciudades de México encontrando espacios para la cultura y el arte, hasta que en el gobierno de Álvaro Obregón fue expulsado de aquel país. Con profunda depresión escribió “Este es mi país. El más estético de los pueblos del mundo y el más embriagante. Mi corazón necesita esto”. No obstante, Arenas siguió siendo leal a sus luchas y a sus amigos. Así lo demostró con su amigo Julio Mella, quien era un estudiante revolucionario que por ese entonces fue acusado injustamente de poner una bomba, hecho que lo condujo a la cárcel. Barba Jacob —o Ricardo Arenas, como bien prefieran llamarle— denunció estos hechos desde los periódicos hasta poner su firma en una carta que luego permitió la libertad de aquel joven. Es precisamente con esta y mil historias más que Rincón logra sacudir el alma del lector, llevándolo por diferentes lugares que al final terminan por convertirse en el refugio de todos.

Mientras México lograba ampliar su cultura y transformar su vida del campo a la ciudad, Colombia se encontraba lejos de un cambio, debido a que sus posturas conservadoras y religiosas no dejaban que esta avanzara. Así fue como el nortesantandereano Jorge Gaitán Durán, tras sus viajes a Europa y Asia, se encontró con un país igual o peor al que había dejado. Así también fue como nació la revista Mito, época de oro para nuestro país. Un lugar donde empezarían a escribir y, por qué no, también a refugiarse escritores de todos los rincones. Gracias a este espacio el escritor Carlos Fuentes comenzó a enviar sus primeros textos y también leyó los primeros cuentos de Gabriel García Márquez, a quien conocería en México en el año 1962. La revista Mito contó con una reseña de Pedro Paramo (1956). Juan Rulfo la tituló “El otro Tiempo”, allí narró la muerte de Artemio Cruz.

Un 15 de septiembre de 1950 se fundó la HJCK, primera emisora cultural del país. Un día histórico ya que desde aquel momento los oyentes podían reflexionar, aprender y transformar su pensamiento a partir del arte. Así lo deja saber su autor en estas páginas: “Y es que, para la época, algunas revistas como Mito y emisoras como HJCK se configuraban como espacios de debate y respuesta critica con una intención —realmente — modernizadora, en un intento de superación de las posturas unilaterales, elitistas, y puramente académicas”. Mas adelante afirma: “Sin importar si se hace adentro o fuera del país, el arte siempre busca una manera de manifestarse, abriéndose paso entre las fisuras, y siendo fisura, a veces como voz calmada; como grito estridente. Este fue el caso de la revista Mito”.

Es en este libro de trescientas páginas y tras una narración virtuosa y prolija, Juan Camilo Rincón nos enseña como dos países, al hablar un mismo idioma, poco a poco se dan la mano ante los hechos que sacudieron su historia. No sé ustedes, pero en mi caso al cerrar este libro pienso y digo en voz alta: “Bendita sea la palabra por existir, por emerger, por unir por entretejer lazos que se siguen siendo inmortales en la literatura”.