Elia, de 5 años, camina entre los estantes y luego se sienta en un sofá colorido esperando la llegada de la narradora. "Entre la crisis económica y la pandemia, terminamos sin poder llevarlo a ninguna parte", cuenta su madre a la AFP.
Debido a una inflación galopante, la mayoría de los libaneses ya no pueden asumir sus necesidades básicas, en un país donde más del 80% de la población vive por debajo del umbral de pobreza de la ONU.
Comprar libros para sus hijos se convirtió en un lujo. Para Munira, ir a la biblioteca "ahorra los costos de transporte y de los libros. Además pasamos tiempo en un lugar seguro, cómodo y cerca de casa donde (Elia) puede jugar, dibujar y pedir libros prestados", explica. Al igual que ella, cientos de padres y madres visitan cada vez más una de las tres bibliotecas municipales de Beirut, administradas por la asociación Assabil, que desde 1997 promueve la lectura.
La de Bashura, en un barrio del centro, cuenta ahora con más de 3.000 miembros inscritos, con "una demanda creciente desde hace un año", asegura una de sus bibliotecarias, Samar Choucair. "La gente ya no puede permitirse comprar libros importados", explica. La moneda local perdió 90% de su valor desde el comienzo de la crisis económica, calificada por el Banco Mundial de una de las peores de la historia moderna.
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Necesidad de leer
En las librerías y editoriales, el precio de los libros aumentó debido a su precio en dólares, lo que repercutió negativamente en la demanda. "Esto hizo estallar el precio en un momento en que no cambió el salario mínimo", fijado mensualmente en 675.000 libras libanesas, es decir actualmente 32 dólares, lamenta Lana Halabi, cofundadora de la librería Halabi en el barrio de Tariq Jdidi. Como resultado, "los libros ya no son una prioridad para los lectores", lamenta.
En la biblioteca de Geitaoui, situada en un parque público de la capital, la demanda de novelas aumenta progresivamente, en particular en árabe o en francés, explica la bibliotecaria Josiane Badra. Para satisfacer esta creciente demanda, la biblioteca amplió sus estantes con 300 nuevas obras en los últimos dos meses.
De vez en cuando, Aline Dau, estudiante de la universidad de San José, va allí para estudiar o leer. Esto "me evita comprar novelas que me gusta leer y que cuestan muy caro", comenta. "Como estudiante de literatura siempre necesito leer, y como estoy ahorrando para comprar libros esenciales, prefiero pedir prestados libros aquí", añade.
Si las bibliotecas públicas se convirtieron en una "escapatoria para la gente", los desafíos se multiplican, subraya ante la AFP un alto responsable de la asociación Assabil, Ali Sabbagh. "Gestionamos estas bibliotecas en colaboración con la municipalidad de Beirut, que antes proporcionaba alrededor del 80% del presupuesto operativo de las bibliotecas en libros libaneses", explica.
Ahora, con la devaluación de la moneda nacional, el municipio tiene dificultades para prestar servicios básicos. "Proporcionar libros, servicios culturales e internet de forma gratuita es un gran desafío", destaca, ya que "los donantes en tiempos de crisis priorizan lo que consideran como necesidades básicas".
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Pero para Valentina Habis, una estudiante, las bibliotecas son una necesidad básica para afrontar la tristeza actual. "En plena crisis, necesitamos lugares culturales, lugares que desarrollen el pensamiento y la cultura, porque la cultura es la base de la sociedad", afirma.