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Una exposición recorre los terrores y angustias del pintor austríaco Alfred Kubin

Una visión pesimista del mundo, un terror básico y la angustia existencial constituyen el eje de la obra del pintor simbolista austríaco Alfred Kubin, al que el museo Albertina Modern dedica desde este miércoles una exposición.

Alfred Kubin
"The moment of birth" (1902)
Alfred Kubin

'Alfred Kubin. La estética del mal' invita al visitante a sumergirse, hasta el próximo 12 de enero, en ese universo estético donde no hay concesiones al optimismo. "Kubin presenta un terror atemporal, desprovisto de contexto histórico", explica el director del museo, Klaus Albrecht Schröder.

La muestra reúne 100 obras del artista que ilustran la fascinación de Kubin por lo macabro y lo grotesco.

A través de una iconografía cargada de simbolismo, Kubin presenta un mundo en el que la muerte, la alienación y el terror se entrelazan con su biografía personal y las ansiedades colectivas de su tiempo.

Misoginia e hipocondría


Sus creaciones revelan un universo en el que los humanos se enfrentan a ellos mismos y a su entorno con horror, reflejando una sociedad en transición marcada por la guerra, la urbanización, la industrialización y la emancipación femenina, con un fuerte acento misógino.

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En sus obras se observa la influencia de los miedos universales de su tiempo, como la sífilis, que aparece en sus dibujos como una metáfora de la muerte y la corrupción moral.

Este temor a la enfermedad, junto con su rechazo hacia la sexualidad femenina, impregna gran parte de su obra.

"Sus mujeres están siempre deformadas de alguna manera, son criaturas híbridas, monstruos. Sus hombres también son monstruos, pero son monstruos activos. Son verdugos, carniceros, instigadores de guerra", plantea la comisaria de la exposición, Elisabeth Dutz.

La muestra se divide en dos etapas fundamentales de su producción artística: una primera fase que culmina en 1904, y una segunda que abarca hasta su muerte en 1959.

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Entre las piezas destacadas se encuentran las de una serie de 1903, realizada junto a Alfred Paul Weber, que incluyen representaciones inquietantes como un caballo galopante, a medio camino entre la vida y la muerte, y un jinete decapitado.

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Estas imágenes, entre anacrónicas y modernas, revelan la obsesión de Kubin por los temas de la muerte y el apocalipsis.

La exposición no solo explora la iconografía personal de Kubin, sino que también plantea un diagnóstico de la época en la que vivió.

Pese a vivir las dos guerras mundiales y el ascenso del fascismo, los cuadros de Kubin no se limitan a representar acontecimientos concretos sino que reflejan un horror más universal y atemporal.

Según Schröder, la visión de la guerra de Kubin es "la de una máquina de aplastamiento implacable que no distingue entre el justo y el injusto, entre víctima y agresor".

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"No porque sea una repetición histórica, sino porque, independientemente de nuestro propio estado psicológico, la experiencia estética del terror puede ayudarnos a enfrentar el miedo sin que se convierta en un terror neurótico", concluye el historiador del arte.

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