El camino hacia la locura se aborda de diversas maneras en la recientemente estrenada Joker, que mientras genera críticas y reacciones de todo tipo, lidera la taquilla internacional. Mientras unos debaten si es la mejor película basada en cómics, otros alertan sobre la posible inspiración que su argumento podría generar en quienes quieran cometer actos de violencia.
Ajeno a ese debate moral y ético parece estar la música que el director del filme, Todd Phillips, eligió para acompañar la historia de un atormentado Arthur Fleck, interpretado de manera magistral por Joaquin Phoenix, que lleva de la mano a los espectadores por una ciudad (Gótica) marcadamente individualista, cínica y materialista. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Lea también: Viajar al espacio y caer al vacío: reseña de la película Ad Astra
Este es un recorrido hacia el borde del abismo que a simple vista pareciera una experiencia específica, individual, pero que en realidad cuenta una historia universal, de muchas maneras.
El relato está marcado por el ritmo movido del R&B y el funk, la tranquilidad y pausas del jazz, y la rabia del rock, que convergen con las imágenes y sentimientos del personaje, ayudando a entrever sus preocupaciones, miedos y demonios.
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La primera canción de la cinta es Temptation Rag, una antigua pieza de piano con un ritmo acentuado en tiempos impares (primero y tercero). Es, también, un sonido que sitúa a la audiencia geográficamente en el lugar de la acción; históricamente, el ragtime fue el primer género netamente estadounidense, de ahí su influencia para el jazz y que al escucharse casi de inmediato sea fácilmente asociado a espectáculos circenses de ese país.
La película también cuenta con piezas originales compuestas por la islandesa Hildur Guðnadóttir, que diseñó un sonido sombrío que coincide con la historia del Príncipe Payaso del Crimen.
Estas piezas son matizadas con algunos clásicos de la música norteamericana como la balada Send in The Clowns, interpretada por Frank Sinatra, el apacible R&B Everybody Plays The Fool, de Main Ingredient, o el single pop de la década de 1950 That's Life, que representa una añoranza por tiempos mejores, en un modo típico del cine de drama y policíaco de antaño.
Conforme avanza la historia, la música da un nuevo vuelco y la guitarra folk de Jackson Frank con My Name Is Carnival evoca la historia del hombre solitario que no se adapta al sistema, tal vez en una aspiración a ópera americana, cuando Arthur enfrenta momentos financieros y personales cada vez más difíciles.
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El despertar del Joker estalla con la furia del rock con canciones como White Room de Cream o la segunda parte de Rock ‘n’ Roll de Gary Glitter, que representan el que será el rumbo definitivo de un personaje que se oculta en un lugar donde el sol nunca brilla y las sombras huyen de sí mismas.