Con dos exposiciones que conmemoran los parajes del campo, el Claustro de San Agustín reabre sus puertas desde el próximo fin de semana. La primera de ellas, La montaña cuenta una historia, del maestro caldense Luis Hernando Giraldo, presenta 56 dibujos en pequeño formato, en técnicas que van del carboncillo al pastel, pasando por la sangre de cordero, la ceniza y el óleo. Un trabajo sobre la memoria y la naturaleza de su territorio sembrado de vida y de violencia.
La segunda, titulada Canción de cuna , presenta una instalación de esculturas realizadas por la artista bogotana Juliana Góngora, quien retoma su trabajo con elementos orgánicos como la leche, la tierra, las hojas de maíz, la sal o los nidos de aves, para tejer una propuesta sobre el afecto, la dulzura, el conocimiento ancestral y el campo como espacio de cuidado y hogar.
Con la curaduría de María Belén Sáez de Ibarra y la producción de la Dirección de Patrimonio Cultural UNAL, ambas exposiciones se inauguran el próximo sábado 9 de marzo, a las 11:00 a.m. en el Claustro de San Agustín UNAL. Entrada libre.
"La montaña cuenta una historia", de Luis Hernando Giraldo
En ‘La montaña cuenta una historia’ la protagonista es la montaña de San Antonio, en Pácora, Caldas, ubicada frente a la casa donde nació el maestro Luis Hernando Giraldo. Allí vivían sus abuelos y allí pasó él las vacaciones en distintos periodos de su vida. A esa montaña que vio desde recién nacido, la dibuja en toda su obra y le suma recuerdos, inquietudes y acontecimientos que no necesariamente sucedieron allí. “Es como una imagen o un leitmotiv que me permite tener un lugar donde poner las historias que pertenecen a mi vida, a la vida de la comarca o a la nacional. La montaña es el telón que está recibiendo las historias para contarlas”, explica Giraldo
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Su obra es un recorrido por su memoria y esta vez lo empieza desde su más temprana edad, pintando su primer encuentro con la naturaleza, cuando descubrió a la montaña y sus alrededores, desde el momento mismo de su nacimiento. Y desde la memoria remota, con trazos casi rupestres como de la Cueva de Lascaux, el artista introduce las ‘aguidillas’, las vacas, los caballos, las bandadas de pájaros, el arcoiris, la vida rural que luego también incluye el recuerdo cuando vio cómo unos hombres golpeban a su padre, el cielo que sangra y el cordero, los gallinazos y las cruces, que se repiten constantemente, porque así están sembrados los paisajes de nuestro país.
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En esta nueva obra, Giraldo empieza con carboncillo, pasa a la sangre de cordero, luego al pastel y finaliza en óleos. La montaña se repite perfilada en sus horizontes, a veces dos veces, a veces muchas más. Un acto de repetición que también marca el tiempo: de la mañana a la noche, de la noche a la mañana. “Lo hago como si fuera un poema, con la repetición de una frase... Aquí se está diciendo, pero en lenguaje plástico, lo que la poesía dice con palabras. Si el artista no entiende lo que hace como poesía es como si no estuviera haciendo arte”, subraya Luis Hernando.
Son 56 dibujos que por primera vez aborda en pequeño formato. A éste llegó después de ver unas obras en pastel de Odilon Redon, en el Museo de los Surrealistas en Paris, en 2013. Entonces decidió experimentar por primera vez con lápices de pastel. Y esta técnica se convirtió de pronto en su favorita por su fácil portabilidad, por los tonos olivas, rojos, ocres y por los ensayos de color que por lo general terminan haciendo parte de la creación final. “La montaña cuenta una historia” nos sorprende entonces con nuevas búsquedas de un autor que no deja de pintar ningún día y que trata siempre de darle a su obra un sentido universal con enganches a ciertos referentes como Giorgioni, Piero della Francesca o Paolo Uccello, entre otros.
Esta exposición estará exhibida en la Sala 3 del Claustro de San Agustín.
"Canción de cuna", de Juliana Góngora
Interesada en el intercambio de conocimiento entre artesanos y comunidades indígenas de las Américas, además de los procesos y transformaciones de los elementos naturales, Juliana Góngora presenta en ‘Canción de cuna’ una instalación escultórica y sonora realizada a partir de su trabajo colaborativo con la comunidad indígena Ko ́revaju, de Florencia, Caquetá.
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En ella, columnas de ameros penden del techo, y en detalle, se encuentran pinturas casi rupestres realizadas con pigmento vegetal. ‘Nidos de pájaro mochilero’ penden del techo. Estos son realizados de tejido de la palma de cumare y mazorca miniatura llamada millo. Con estos elementos simples y cotidianos -la mazorca, la leche, cal, sal, etc.- se alude al tiempo de la tierra, que es el tiempo de la agricultura, que es el alimento y también cuidado. Y así llegamos a los cantos de abuelas cuidadoras, al tejido familiar, a la dulzura y sus voces se repiten en el aire.
Esta exposición estará exhibida en la Sala 4 del Claustro de San Agustín.
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