Nacido en un San Petersbugo que su familia tuvo que abandonar por la Revolución Rusa (su padre era el teniente general y barón Vladímir Stael von Holstein), Staël, considerado uno de los grandes nombres del arte francés de la posguerra, no había tenido una retrospectiva en la capital gala desde hacía 20 años, cuando el Pompidou le dedicó su primavera de 2003.
Dos décadas más tarde es el Museo de Arte Moderno de París (MAM), ubicado junto al Sena muy cerca de la Torre Eiffel, el que devuelve la mirada a este prolífico pintor apátrida que encontró su hogar en París, en la Provenza y en la Costa Azul.
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Con una gran retrospectiva, el MAM propone descubrir en sentido cronológico no solo sus obras más conocidas, sino también varias decenas de trabajos que jamás o casi nunca habían estado en museos en Francia.
"Ha habido tendencia a mostrar un poco siempre los mismos conjuntos (de obras) y aquí hemos intentado verdaderamente hacer un poco de trabajo de detective para ir a buscar obras raramente mostradas" , indicó a EFE Charlotte Barat, comisaria de la muestra junto a Pierre Wat.
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Son doce salas de pinturas y dibujos que se llenan prácticamente a año de práctica por estancia, algo que no se podría hacer con muchos artistas sin caer en la monotonía.
Staël solo se dedicó de pleno a las artes plásticas una docena de años, antes de suicidarse en 1955 aquejado de depresión y agotamiento. Pero en periodos a veces inferiores a doce meses le daba tiempo a elegir nuevos caminos, que a veces eran prácticamente contrarios a la manera de pintar inmediatamente anterior. "Intenta todo el tiempo cambiar de dirección, intentar cosas nuevas, ya sea en los motivos, en los colores, en las técnicas...", detalló la comisaria.
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Y ese coraje para cuestionarse constantemente forma "verdaderamente parte de su personalidad artística", según Barat. No es, sin embargo, algo tan subrayado históricamente sobre la figura de Staël, ya que se ha solido reducir su pintura a prácticas o periodos concretos.
De entre los que más destacan, por ejemplo, está la abstracta escena de futbolistas de "Parque de los Príncipes" (1952), si bien él renegaba de las etiquetas, incluida la de "abstracción", al argumentar que toda obra artística tenía un elemento de anclaje en la realidad.
Staël fue tanto la densidad de las capas de pintura acumuladas del principio de su carrera como las escenas con algo de ligero y aéreo del final (un efecto que lograba frotando con algodón), la fragmentación cercana al mosaico de "Flores grises" (1952), el paisaje abstracto y de colores vivos de "Agrigente" (1954) y las gaviotas del cielo de Antibes de "Les Mouettes" (1955). "Es bastante abstracto al principio, cuando la abstracción todavía no es la práctica dominante en absoluto, y a la inversa, en el momento en el que la abstracción se está convirtiendo en la gran tendencia, él va a hacer exactamente lo contrario", precisó Barat.
El "no-resumen" que hace el MAM sobre Staël en esta retrospectiva tiene el visto bueno de alguien que lo siente suyo de primera mano: su cuarto hijo, Gustave, nacido un año antes de su muerte.
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"Cuenta totalmente la vida del pintor, la totalidad de cada periodo (...) Yo mismo me pregunto cómo un hombre pudo hacer tantos cuadros tan densos, todos en tan poco tiempo", indicó a EFE Gustave de Staël, que asistió a la presentación a la prensa de esta muestra, que se podrá visitar del 15 de septiembre al 21 de enero.
"Él tenía una forma muy particular de apresurarse en la pintura, de ir muy rápido con el color, al menos al principio (...) Y luego volvía día tras día hasta que le gustaba todo. Cuando algo no le gustaba o no tenía suficiente profundidad, seguía buscando", compartió. Staël trabajó siempre en silencio, buscando la soledad, pero ahora es un pintor adorado en Francia.
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