Compañero de viaje de Luis Buñuel, Michel Piccoli, fallecido a los 94 años, contribuyó a escribir con letras mayúsculas una página del cine francés, con películas como "El desprecio" (1963), "Las cosas de la vida" (1970) y "La gran comilona" (1973).
Con su físico de seductor, cejas pobladas y voz atronadora, este personaje complejo afirmaba "disfrutar interpretando la extravagancia y los delirios más agitados". Renoir, Resnais, Demy, Melville, Buñuel, Godard, Vardà y Hitchcock: Piccoli filmó con todos ellos, sin olvidar de trabajar con los jóvenes directores antes de lanzarse él mismo en la dirección, con 70 años.
"Me da lo mismo (...) hacer cosas no comerciales, peligrosas", declaró en una ocasión a la revista especializada Cahiers du Cinéma."Prefiero los prototipos a las series". El desprecio", de Jean-Luc Godard (1963), con Brigitte Bardot, lo reveló al gran público. En esta crónica del desamor, interpreta a un guionista, con un sombrero ajustado sobre la cabeza, "para ser como Dean Martin".
Filmó en más de 150 películas, encarnando hasta un papa melancólico que sueña con volverse anónimo en las calles de Roma, en "Habemus papam", de Nanni Moretti (2011). Fue uno de sus últimos grandes papeles.
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Rechazo a la burguesía
Pero su imagen de seductor dejó paso a otros perfiles, más desenfrenados, como el de un homosexual suicida en "La gran comilona", de Marco Ferreri (1973), que escandalizó en el Festival de Cannes con escenas de orgías y escatológicas.
Su carácter "anti-estrella" lo llevó a participar en películas de cine de autor bajo la dirección de Leos Carax, Jean-Claude Brisseau y Jacques Doillon. Fue nominado cuatro veces a los premios César del cine francés, pero nunca fue recompensado.
En el teatro, fue dirigido también por grandes nombres, como Peter Brook, Patrice Chéreau y Luc Bondy. "Si pienso en todos estos monstruos que he interpretado, todos estos abismos repugnantes que dan miedo... creo que debe ser para mí una manera de revelar mis secretos", había afirmado.
Discreto sobre su vida privada, Piccoli, que se casó tres veces, se confesó a los 90 años en un libro de entrevistas con Gilles Jacob, su amigo y expresidente del Festival de Cannes. En estas admitía su angustia de no poder seguir trabajando: "Me gustaría que esto no se acabara nunca, pero se acabará"