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Marguerite Duras: la escritora que transformó la literatura y el cine con su estilo único

Pocas escritoras han logrado reinventar el lenguaje como lo hizo Marguerite Duras. Dueña de un estilo inconfundible, su literatura y su cine desafiaron las estructuras tradicionales para dar paso a una obra donde el silencio, la memoria y el deseo lo significan todo. A 29 años de su muerte, su legado sigue vigente.

Marguerite Duras
Marguerite Duras nació el 4 de abril de 1914 en Saigón, cuando Vietnam aún formaba parte de la Indochina francesa. Creció en un entorno marcado por la tensión colonial y la precariedad económica, junto a su madre, una maestra viuda.

El 3 de marzo de 1996, Marguerite Duras fallecía en París, dejando tras de sí una obra que desdibujó los límites entre la literatura y el cine, entre la ficción y la memoria. Su nombre es sinónimo de un estilo inconfundible: fragmentado, poético, elíptico. Su universo narrativo, poblado de amores imposibles, obsesiones, paisajes devastados y silencios significativos, redefinió la escritura del siglo XX.

El lenguaje como obsesión: la obra literaria de Marguerite Duras

Duras no solo escribió novelas, sino que reinventó la forma en que se cuentan las historias. Su estilo es minimalista y envolvente, con frases cortas que parecen susurros cargados de significado. En El amante (1984), su libro más célebre y ganador del Premio Goncourt, explora su propia adolescencia en la Indochina colonial, relatando un amor marcado por la desigualdad, el deseo y la transgresión. Pero más allá del relato autobiográfico, la novela es una reflexión sobre el tiempo, la memoria y el poder del deseo.

Otra de sus obras fundamentales es Hiroshima, mon amour (1959), un guion cinematográfico que se convirtió en una película emblemática del cine moderno, dirigida por Alain Resnais. En este texto, Duras yuxtapone una historia de amor con la tragedia de Hiroshima, explorando el trauma, la memoria y la imposibilidad de narrar lo indecible. La repetición de frases y la estructura fragmentaria de la obra influirían en generaciones de escritores y cineastas.

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Duras también llevó su experimentación al extremo en novelas como El vicecónsul (1966) y India Song (1973), donde el argumento es casi inexistente y el lenguaje adquiere un protagonismo absoluto. En su obra, el vacío, la elipsis y la omisión son tan importantes como las palabras que se pronuncian.

Marguerite Duras y el cine: la imagen en lugar de la palabra

Si en la literatura Duras rompió con las estructuras convencionales, en el cine llevó aún más lejos su búsqueda. Sus películas no son ilustraciones de sus novelas, sino exploraciones radicales del lenguaje cinematográfico. En India Song (1975), por ejemplo, el sonido y la imagen parecen operar en planos distintos: los diálogos se escuchan en off, como si vinieran de una dimensión paralela, mientras la cámara registra espacios vacíos y cuerpos inmóviles.

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Esta película, junto con Baxter, Vera Baxter (1977), consolidó su reputación como una cineasta de vanguardia. Duras exploró el poder del silencio, la repetición y la fragmentación, anticipándose a propuestas que más tarde desarrollarían directores como Chantal Akerman o Claire Denis. Su cine es un cine de lo inasible, de lo no dicho, donde el espectador es invitado a completar los vacíos con su propia imaginación.

Marguerite Duras no fue solo una escritora o una cineasta; fue una voz que desafió las convenciones y expandió los límites del arte. Su influencia se siente en la literatura contemporánea, desde Annie Ernaux hasta W.G. Sebald, y en el cine de autor que apuesta por la exploración sensorial del lenguaje audiovisual.

A 29 años de su muerte, su obra sigue siendo leída, analizada y reinterpretada. Sus libros, con su cadencia hipnótica, continúan revelando nuevos significados en cada lectura. Sus películas, con su audaz experimentación, desafían las reglas del cine narrativo. Su legado es, en definitiva, una prueba de que el arte sigue vivo cuando se atreve a reinventarse constantemente.

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