Y uno de los grandes virtuosos en esa faena fue Gerardus Mercator, un genio de la cartografía que nació pobre el 5 de marzo de 1512 en la ciudad flamenca de Rupelmonde con el nombre de Geert de Kremer, que más tarde latinizaría.
Mercator tendrá un nuevo museo en Bélgica en 2025 y se convertirá también en reclamo turístico del pueblo en la margen del río Escalda donde nació, que se dispone a restaurar la torre donde estuvo encerrado por hereje.
Rupelmonde habilitará también el molino del antiguo castillo, que data del siglo XVI, cuando "Mercator correteaba por aquí con cinco años", y que aún está en funcionamiento, explica a EFE el responsable de la oficina turística de Flandes Sam Versele.
"Si abres un mapa en una aplicación como Google maps, todavía están basados en la proyección de Mercator", agrega.
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El cartógrafo repartió su vida entre las ciudades pre-belgas de Rupelmunde, Lovaina y Amberes y la germana Duisburgo. Estudió, viajó, chocó con la Inquisición, fabricó globos terrestres, inventó el concepto de atlas, fue profesor universitario y tiene un cráter en la Luna con su nombre.
Pero su obra más notable, la que le ha valido que desde 1935 un cráter de la Luna lleve su nombre, fue la Proyección de Mercator de 1569, la primera que permitía desplegar el globo terráqueo en las cartas náuticas.
El archiconocido mapa consiste en una proyección cilíndrica donde todas las líneas que representan la dirección entre dos puntos son rectas (líneas laxodrómicas), de forma que los marinos podían además trazar un rumbo entre dos puntos manteniendo un ángulo constante con respecto a los meridianos.
El mapamundi del geógrafo flamenco resultó especialmente útil en una época de apogeo del comercio marítimo tras el descubrimiento de América y de esplendor para la industria de los mapas, gracias al impulso de la imprenta y al interés de los poderosos reyes Carlos V y Felipe II en las matemáticas y en la cartografía, cercanos al cartógrafo flameco.
La proyección de Mercator fue dominante hasta el siglo XIX y ha perdurado hasta nuestros días en ámbitos como la navegación, pero además contribuye a un debate sociológico.
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¿Cómo vemos el mundo?
Mercator ofrece una representación distorsionada del planeta Tierra, igual que los mapamundis del romano Ptolomeo en el siglo II o del español Beato de Liébana en el siglo VIII y los de Winkel (1921), Kavrayskiy (1939), McBryde-Thomas (1949) o Hobo-Dyer (2002), porque no se puede desplegar una esfera sobre un plano sin sacrificar algún aspecto de la realidad tridimensional.
Y eso afecta a la manera en que se piensa el mundo. Basta mirar al revés un mapa conocido para sentir que el planeta está patas arriba.
A Mercator se le reprocha que Europa y Norteamérica resulten desproporcionadamente grandes en su mapa y se muestren en posiciones dominantes en relación con otras regiones del mundo, un sesgo eurocentrista que reforzaría una visión imperialista.
Los críticos con Mercator suelen proponer como alternativa la proyección de Gall-Peters, descrita por el clérigo escocés James Gall en el siglo XIX y popularizada por el alemán Arno Peters en 1974.
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Con formas extrañas a golpe de vista, se considera más equitativa y más justa que la de Mercator, pero aún así contiene imprecisiones, pues alarga las masas de tierra hacia los polos y altera las direcciones.
En la televisión
En la cultura popular, el dilema entre Peters y Mercator cuenta con una célebre escena en la serie de televisión 'El ala oeste de la Casa Blanca' ('The West Wing'), cuando dos asesores del presidente de Estados Unidos reciben a la minoritaria Asociación de Cartógrafos por la Igualdad Social, que pretende que los colegios adopten el mapamundi de Gall-Peters.
Los bienintencionados cartógrafos muestran dos mapas de Groenlandia y de África extraídos de la proyección de Mercator, y todos coinciden en que ambas masas de tierra aparentan tener una superficie equivalente.
Los académicos revelan entonces que África es en realidad catorce veces más grande que Groenlandia, Sudamérica el doble que Europa, México más amplio que Alaska y que Alemania debería mostrarse escorada al norte y no centrada como proyectó el cartógrafo belgo-germano.
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"Se preguntará usted qué tiene todo esto que ver con la igualdad social, supongo", dice uno de los cartógrafos.
"No. Me pregunto dónde está de verdad Francia", contesta atónita la asesora.
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