Desde fuera se escuchaban las voces que apreciaban las figuras colgadas en las paredes de un espacio dedicado al arte en Bogotá, la luz situada específicamente para resaltar los cuadros se divisaba en medio de la oscuridad de las calles. Los ojos se ven distintos, ya se puede sonreír al otro sin miedo a la enfermedad que agobió al mundo entero.
En medio de esa galería estaba quien pintó por más de seis meses aquellos rostros que ahora todos admiran, con un recibimiento cálido el artista reía y comentaba sobre sus obras, comentaba lo complicado que había sido el proceso con cada una y la alegría que sentía por explorar la pintura.
Desconfinados , el nombre de la exposición, cuenta la historia de lo que dejó la pandemia y de lo que resurge de ella: volvimos a vernos, volvimos a expresar lo que estuvo represado tanto tiempo en la angustia. Para Maquiamelo, el artista, los ojos fueron elemento fundamental para nuestras relaciones, son la puerta a lo que tenemos adentro y para ello decidió usar distintos elementos y texturas, porque todos los ojos dicen algo distinto, se mueven distinto.
Inspirado en el cómic y el manga, Maquiamelo decidió incursionar en la pintura, actividad que no había explorado en su carrera como artista, mezcló tonalidades y colores en contraste que se convirtieron en los fondos de estos rostros postpandémicos; los cabellos azules, morados y rosas destacan en medio de la galería, la textura de cada obra es singular y tiene un trazo inusual, distinto, atrevido.
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"Desconfinados nos sorprende por su fuerza conceptual y formal es una obra que nos propone reflexionar sobre las relaciones humanas y el temible distanciamiento social, cómo la distancia de los cuerpos se vio superada por la fuerza de la mirada que rápidamente recobró su fuerza expresiva. Ante la imposibilidad de ver las bocas, los ojos se volvieron parlanchines, verdaderos oasis de expresión donde se podía una vez más leer el alma de los seres humanos. Quizá este es uno de los aspectos positivos de la pandemia y Maquiamelo en esta nueva etapa de su obra nos lo hace evidente”, comenta Ricardo Arcos Palma, quien se encargó de curar la muestra.
En medio de tantos rostros reales y pintados, hay un niño en cada uno, que explora el color y la textura de los cuadros, que le atrae lo llamativo y que se puede ver retratado allí, la curiosidad se sentía en el aire de esa noche helada bogotana, el saber que hay detrás de las mezclas de material y textura.
Maquiamelo ha mencionado que el arte debe hacer pensar y que los artistas son portadores de buenas nuevas, él lo ha logrado con esta exposición, volvimos a las galerías, volvimos a encontrarnos con el arte y logramos descifrar que hay detrás de la mirada.
Si se contrasta esta obra con las anteriores de Maquiamelo es un cambio abrupto en su técnica, a lo largo del tiempo sus esculturas han reflejado la realidad y el contexto de las situaciones sociales y políticas, su arte es crudo y tétrico según algunos que lo han interpretado y de allí surge la idea, ¿esta serie de pinturas y dibujos tiene un trasfondo oscuro? Ninguno de los rostros tiene boca, ¿es posible que el confinamiento nos afectó hasta el punto de solo expresar con los ojos?
La exposición que consta de 27 pinturas y 23 dibujos en la Galería Cuadrada de Bogotá, en el barrio Rosales; estará disponible hasta el mes de noviembre.