La edición más feminista y femenina de la prestigiosa cita internacional del arte, que abre sus puertas al público este sábado, brilla por su creatividad, por sus esculturas, pinturas e instalaciones, tanto del pasado como del presente. La mayoría (80%) han sido realizadas por mujeres, feministas o sin etiquetas, indígenas, nativas, negras o gitanas.
Como un viaje etnográfico entre artistas provenientes de numerosos rincones y culturas del mundo, la exposición, bajo el lema "La leche de los sueños", reúne 213 artistas invitados y participan 59 países con sus propios pabellones.
"El corazón que se sale de la boca, tal como lo ves aquí, que cuelga del techo y crece, crece, crece, hasta tomarse todo el espacio y obligar al visitante a apartarse, a pedir permiso para pasar: es una metáfora del mundo de hoy", resume el brasileño Jonathas de Andrade, de 40 años, al describir a la AFP su gigantesco trabajo presentado en el pabellón de Brasil, al que se accede por un gigantesca oreja.
Una ironía que se repite en las esculturas de vidrio distópicas de la rumana Andra Ursata en los espacios del Arsenal, con sus formas humanas y fálicas.
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Sorprende por su belleza y elegancia la obra de Simone Leigh, la primera mujer negra a la que Estados Unidos encarga el pabellón nacional, la cual presenta un proyecto escultórico monumental en honor de las trabajadoras negras de su país, entre las que resaltan algunas realizadas en bronce, como la espectacular "Last Garment", alta más de 3 metros.
Surrealismo, hiperrealismo, guerra
El surrealismo, el hiperrealismo del argentino Gabriel Chaile, con sus descomunales figuras de barro, el arte de los habitantes del círculo polar ártico, los sami, quienes cuentan por primera vez con un pabellón propio, montado en el tradicional espacio de los países nórdicos (Finlandia, Noruega y Suecia), resultan mensajes políticos.
El estómago de un reno marchito del que cuelgan también plantas medicinales secas, es una de las esculturas de la artista sami Maret Anne Saraque, la cual habla más que mil palabras del medio ambiente, de la supervivencia, de la desaparición de los pueblos originarios.
Si bien la guerra en Ucrania tras la invasión en febrero de las tropas rusas ha marcado esta edición, por lo que el pabellón de Rusia permanece cerrado y bajo vigilancia constante, y el de Ucrania presenta una obra de Pavlo Makov que viajó en medio de los bombardeos, otra guerra inspiró al uruguayo Gerardo Goldwasser.
"Mi abuelo estuvo en el campo de exterminio nazi de Buchenwald y sobrevivió a la Segunda Guerra Mundial porque era sastre. Cosía uniformes para los nazis", contó el artista a la AFP, quien propone una serie de objetos de costura que invitan a reflexionar sobre sí mismo, sobre las propias medidas físicas y que se abren con un singular espejo, tal como cuando se acude al sastre.
Extrañas figuras humanas, hilos y cuerdas de diferentes colores, palos, redes, pinturas e instalaciones con objetos y detritos dialogan sobre los conocimientos perdidos por los indígenas.
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Ese es el mensaje de la chilena Cecilia Vicuña, cuya madre indígena de 97 años la acompaña a Venecia, a quien le otorgarán este sábado en una ceremonia el León de Oro a la trayectoria.
Los óleos de la artista etíope Merikokeb Berhanu, las majestuosas esculturas de cuerda anudada de la india Mrinalini Mukherjee y las performances de la artista francesa de origen argelina Zineb Sedira en el pabellón de Francia, hablan también de tradiciones, de colonialismo, de sueños.
Y son justamente los sueños, la magia y el chamanismo de la escritora Leonora Carrington, los que inspiraron a la italiana Cecilia Alemani, la comisaria de la 59 edición de la bienal veneciana, para dar una visión "no occidental" del mundo del arte, como aseguró a la AFP. El certamen se clausurará el 27 de noviembre.