Una visión irónica ya presente en el origen del nombre artístico que adoptó, fruto de su supuesto nacimiento bajo una col, tal y como le contaba su padre cuando era pequeña.
Y que continuaría toda su vida, como da fe la imagen que eligió para ilustrar la biografía que acompaña su archivo fotográfico, en la que aparece con sus perritos Galia, Paquito y Misia sosteniendo un hueso de juguete en la boca.
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Antes había retratado a Gabriel García Márquez con su libro "Cien años de soledad" como sombrero, a Jorge Herralde con sus dos secretarias agachadas a los pies de la mesa del editor, a un Juan Marsé sentado en su balcón con chancletas o a Quino degustando un plato de sopa.
Colita se inició en la fotografía a principios de los años 60, una época en la que los hombres acaparaban la profesión, y se unió a maestros como Xavier Miserachs, Oriol Maspons, Fracesc Català-Roca y Leopoldo Pomès.
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Comprometida desde sus inicios con sectores de la oposición a un régimen franquista que agonizaba, Colita es considerada la fotógrafa de la denominada "Gauche Divine" barcelonesa, de la que formaban parte intelectuales, escritores, profesionales y artistas de izquierdas.
De esta etapa se recuerda especialmente la exposición de amigos suyos que se reunían en la sala Boccacio que agrupó bajo el título "La gauche qui rit" en 1971 en la Galería Aixelà de Barcelona y que fue clausurada por la policía al día siguiente de su inauguración.
Entre sus intereses artísticos figuraban corrientes aparentemente tan alejadas como el flamenco y la Nova Cançó catalana, y retrató tanto a Carmen Amaya, La Chunga y Antonio Gades como a Joan Manuel Serrat, Raimon u Ovidi Montllor, o los edificios modernistas de Antoni Gaudí.
Aunque es especialmente reconocida como retratista, Colita también se significó por captar el paisaje urbano y la transformación de su querida Barcelona y sus alrededores, mostrando desde la alta sociedad y los ambientes de moda hasta los anónimos bloques del extrarradio o los barrios de barracas más humildes, como el Somorrostro de los gitanos.
Colita fue testigo y dio testimonio de acontecimientos importantes, "como la transición democrática, que fue fascinante, entusiasmante, del momento en que se recuperaron las libertades, del despuntar del feminismo", recordaba en una entrevista con EFE en 2015 en la que reivindicaba su condición de "fotógrafa de prensa".
Se definía como una "humanista", a la que le gustaba retratar la realidad, desde el punto de vista del ser humano, una realidad que veía diversa y que obligaba al fotógrafo a reflejarla.
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Cuando en 2014 fue galardonada con el Premio Nacional de Fotografía, el jurado reconoció una destacada trayectoria de más de cinco décadas dedicada al fotoperiodismo, el retrato y el ensayo fotográfico.
Un jurado que valoró haber sido "una fotógrafa comprometida con su época, en particular en la defensa de los derechos de la mujer", con unas fotografías en las que "siempre se encuentra humor, inteligencia e ironía".
Un premio que Colita agradeció al jurado, pero al que renunció en protesta por lo que consideró "la tóxica política cultural y de educación del Gobierno" y para no tener que hacerse una foto con el ministro de Cultura de entonces, José Ignacio Wert (PP).
La fotógrafa justificó su decisión precisamente en uno de los valores que le reconocía el jurado: "el compromiso con su época".
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