Benignísimo Poe de infinita claridad, que tanto envideasteis a los hombres, que les dísteis en vuestro cuervo la mejor prenda de vuestro amor, para que hecho carne en las entrañas de una narración extraordinaria naciese en tantos libros para nuestra salud y remedio; yo, en nombre de todos los mortales, os doy infinitas gracias por tan soberano beneficio. En retorno de él os ofrezco la ribera de la noche plutónica, el graznido ominoso y las demás virtudes de vuestro hijo encarnado, suplicándoos por sus divinos méritos, por las incomodidades con que te atormentó y por las tiernas lágrimas que derramó el lector primerizo, que dispongáis nuestros corazones con misterio profundo, con terror encendido, con tal desprecio de todo lo terreno, para que el cuervo, recién posado en el pálido busto palas, tenga en nosotros su eco y more eternamente. Amén.(Se repite trece veces “Nunca más”).Soberana Sor Juana que por vuestras grandes virtudes y especialmente por vuestra humildad, merecisteis que todo Sueño os escogiese por madre suya, os suplico que vos misma preparéis y dispongáis mi alma y la de todos los que en este tiempo hiciesen esta novena, para el efecto espiritual que debe tener la poesía en los mortales que pasen por esta tierra. ¡Oh dulcísima madre!, comunicadme algo del profundo legado de Lope de vega y divina decepción amorosa con que la aguardasteis vos, para que nos hagáis menos indignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad. Amén.(Se lee un poema de Sor Juana).¡Oh santísimo Borges, esposo de la biblioteca y padre putativo del laberinto! Infinitas gracias doy al Aleph porque os escogió para tan soberanos ministerios y os adornó con todos los dones proporcionados a tan excelente grandeza. Os ruego, por el amor que tuvisteis al infinito y a la palabra, me abracéis en fervorosos deseos de verle y recibirle sacramentalmente, mientras en su divina esencia le veo y le gozo en el libro. Amén.(Se leen tres de los haikús de Borges).Acordaos, ¡oh dulcísimo Niño Rimbaud!, que dijisteis a la venerable Francia decimonónica, y en persona suya a todos vuestros devotos, estas palabras tan consoladoras para nuestra pobre humanidad agobiada y doliente: "El poeta es, pues, ladrón de fuego. Lleva el peso de la humanidad, incluso de los animales; tendrá que conseguir que sus invenciones se sientan, se palpen, se escuchen; si lo que trae de allá abajo tiene forma, él da forma; si es informe, lo que da es informe. Solo debe hallar una lengua". Llenos de confianza en vos, ¡oh Rimbaud!, que sois la misma verdad, venimos a exponeros toda nuestra miseria. Ayúdanos a llevar una vida de excesos, para conseguir una eternidad bienaventurada. Concédenos por los méritos infinitos de vuestra infancia, la gracia de la cual necesitamos tanto. Nos entregamos a vos, ¡oh Niño omnipotente!, seguros de que no quedará frustrada nuestra esperanza, y de que en virtud de vuestra divina promesa, acogeréis y despacharéis favorablemente nuestra súplica. Amén.¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!¡Oh,Sapiencia suma del Hemingway soberano, que a tan ebrio alcance te rebajas sacro! ¡Oh, viejo del mar, ven para enseñarnos la imprudencia que hace verdaderos sabios!¡Oh, Adonai ¿Por qué te casaste? de Gustavo al Quintero diste los mandatos! ¡Ah, ven prontamente para rescatarnos, y que un ritmo débil muestre fuerte el brazo!¡Oh, raíz sagrada de Burroughs que en lo alto presenta al orbe tu fragante nardo! Guillermo Tell contemporáneo que has sido llamado Peyote en el desierto, Bella flor del campo.¡Llave de Verlaine que abre al desterrado las cerradas puertas de regio palacio! ¡Saca al dulce Niño con tu blanca mano, de la cárcel triste que evita el pecado!¡Oh, lumbre de Oriente, sol de eternos Bashōs, que entre las tinieblas tu esplendor veamos! Brevedad preciosa, dicha del sensato, luzca la sonrisa del poema exacto.¡Heterónimo sin mancha, mano de las manos, sin igual imagen del autor soberano! ¡Borra cada huella, salva al desterrado y en forma del otro, da al mísero amparo!¡Rey de los modernos, Emmanuel Kant tan claro, Del idealismo anhelo Pastor del ilustrado! ¡crítica que apacientas la moral del cristiano, ayer oveja arisca, hoy cordero manso!¡Ábranse los cielos y llueva de lo alto bienhechor rocío como riego santo! Yo no sé, mirá, es terrible como llueve ¡cae gotita gorda, en el marco temblequeando! ¡Ahí va, plaf, desecha! ¡me parece ver la vibración del salto!¡Ven, que ya Virginia previene sus manos, do sus piedras vean, en tiempos cercanos! ¡Ven, que ya las olas, con anhelo sacro, se disponen a ser el coro callado!(Se hace el coro callado)¡Del débil auxilio, del doliente amparo, consuelo del triste, luz del desterrado! ¡Vidales de mi vida, mi dueño adorado, mi constante amigo, mi divino hermano!¡Ven Dante a mis ojos, de ti enamorados! ¡Bese ya tus plantas! ¡Bese ya tus manos! ¡Prosternado en círculos, te tiendo los brazos, y aún más que tu infierno, te dice mi llanto!¡Ven Poema nuestro por quien suspiramos Ven a nuestras almas, Ven, no tardes tanto!No olvide conectarse con la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
La traducción literaria en Colombia se ha convertido en un mito a través de los años, los libros que vienen de fuera recorren un viaje arduo en los que los traductores cumplen un papel fundamental, pero nunca reconocido como debería. La traducción se ha vuelto mitificada como solo pasar de un idioma a otro sin caer en la cuenta de que es una reinterpretación casi que completa del texto.Este año se publicaron los Cuentos completos, (Seix Barral 2022) de Virginia Woolf traducidos por primera vez en Colombia, el colectivo Barbárika fue el encargado de convertir la versión original de A Haunted house and other short stories. Este trabajo surgió de una serie de talleres liderados por Mateo Cardona, miembro de la ACTTI (Asociación Colombiana de Traductores, Terminólogos e Intérpretes) y traductor literario en los que se comprometió un trabajo colectivo que luego se presentaría a la editorial Planeta para su publicación.Cardona comenta como fue el proceso de empezar a traducir los cuentos de Woolf cuando estos pasaron a dominio público en 2020: “Cuando arrancó la pandemia yo venía trabajando con un grupo de colegas de traductores jóvenes que tomaban clases de traducción literaria conmigo, nos reunimos una tarde y les dije ‘por qué no nos ponemos a traducir cuentos de Virginia que eso es publicable’”.Los cuentos fueron seleccionados y divididos en grupos dentro del colectivo, el trabajo en conjunto hizo que la tarea fuera más agradable, que se pudieran compartir las dudas y se plantearan acuerdos para la traducción. Los miembros estudiaron la obra de Woolf previamente y se sumergieron en su literatura para ofrecer la experiencia completa al lector, como si fuera la primera vez.“Lo interesante de este ejercicio de traducción era, además de la riqueza literaria de la obra, la posibilidad de enfrentar esos retos que son muy particulares de la autora y que marcan una escritura que no solo es estilísticamente compleja, sino también conceptualmente elaborada”, menciona Alfonso Conde, traductor participante de Barbárika.Así comenzó este camino para publicar esta versión inédita de los cuentos de Woolf, sin embargo, no ha sido tarea fácil conseguir el reconocimiento suficiente hacia los traductores en Colombia ya que no hay oportunidades ni educación para quienes quieren dedicarse a la traducción.La traducción siempre irá más allá de pasar a un idioma determinado, es volver a estudiar al autor, hacer una lectura profunda y un análisis del idioma para poder abrirle una puerta al lector lo más parecida posible a como lo hizo el escritor en su momento. Como menciona Mateo Cardona “nosotros no traducimos lenguas ni traducimos palabras, traducimos voces”.Violeta Villalba es una de las traductoras que participó en la publicación de los cuentos y relata como es su proceso para comenzar a traducir un texto literario: “hay que leer otras obras de ese autor, ver en qué momento se escribió la obra, qué estaba pasando en el mundo y en la vida del escritor; primero hay una contextualización del libro, estas lecturas nos permiten ver la complejidad del texto, es como preparar el terreno antes de sentarse a traducir”.Así como cuenta Villalba hay todo un estudio previo para la realización de una traducción literaria, no obstante, el mundo editorial no toma del todo en cuenta este trabajo, el pago por traducción es por palabra y se paga una cantidad mínima comparada con otros países.En el 2012 María Victoria Tipiani, miembro del Grupo de Investigación en Traductología de la Universidad de Antioquia, entrevistó a Javier Escobar Isaza acerca de la situación para los traductores en el país, Escobar mencionó que: “de pronto se pudiera conseguir que, a nivel de las universidades, de las editoriales universitarias, se tomara conciencia de que hay que crear una nueva colección de traducción de las grandes obras de la literatura”.Esta afirmación no ha tenido frutos pues difícilmente se logra producir proyectos de traducción literaria en el ámbito académico, no hay suficiente conocimiento de la labor y no se han consolidado alternativas para darla a conocer. Los estímulos y las becas que se tenían hace algunos años fueron desapareciendo con los cambios de administración, así que no se continuó con los procesos establecidos.“Yo espero que el Ministerio de Cultura de Patricia Ariza sea sensible a nuestros problemas, Colombia ha tenido una evolución muy negativa en los últimos 15 años en lo que a la traducción editorial literaria se refiere, estábamos originalmente en el Plan Nacional de Estímulos del Ministerio de Cultura y existía la beca de traducción de textos de Teoría Literaria del Instituto Caro y Cuervo, pero todo se fue perdiendo y solo quedaron los estímulos para editores”, menciona Mateo Cardona.La publicación de los Cuentos completos de Virginia Woolf también es una puerta para abrir la conversación hacia el trabajo de los traductores en el país ya que por primera vez en la historia de la literatura se traduce a la escritora en Colombia a varias manos y con un manifiesto detrás haciendo un llamado al sector editorial.“El hecho de generar conciencia, de hablar de las condiciones contractuales de los traductores directamente, sin tapujos, hablar de esto y poner las cartas sobre la mesa ya es un paso”, dice Villalba pues a través de la publicación de este libro y de la ACTTI se han organizado distintos eventos para promover la conversación.Los traductores cumplen una función valiosa para el proceso literario, hacen parte del camino para que los libros lleguen a las manos de los lectores, merecen el reconocimiento, la remuneración justa y sus nombres en las portadas; “los traductores estamos ahí, inevitablemente, para traer y llevar la literatura”, como menciona Cardona. No es suficiente leer sin revisar quien estuvo en el proceso, la tarea también es con los lectores y los editores para aportar a la conversación de los traductores que son uno de los pilares para la literatura.No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
La autora británica Virginia Woolf nació el 25 de enero de 1882 en Kensingto y murió el 28 de marzo de 1941 en Lewes, Reino Unido. Leer sus diarios hacen sentir el cosquilleo en el estómago mientras imaginamos la velocidad del tren, pese a que, no hayamos viajado en uno. Una vez comencé a leer los diarios, mis pasos y mi mente se trasladaron a Asheham House, Sussex, lugar donde más que su casa era su refugio. Aún no llegaba a la última página, iba a penas en la mitad, pero eso no importaba. Poco a poco iba descifrando sus gestos y en cada tarde iba grabándome su forma elegante de narrar. Entre más la leía más entendía sus emociones, desde el primer momento me dispuse a leerla en voz alta, supongo que quería que de sus palabras resultaran ecos y así quedara algún rastro de que por una semana había vivido y pisado las calles junto a ella.De repente me encontré esta entrada del 26 de noviembre de 1917: “No me gusta el domingo; lo mejor es convertirlo en día laborable & intentar desenmarañar la mente de Brooke: Con el tañido de las campanas de la iglesia resultó bastante adecuado”. Al igual que yo la señora Woolf detestaba los domingos, los encontraba oscuros y aburridos. Fue por eso por lo que, me decidí a salir de la casa. Me negaba a dejar el libro solo. Sí, hacía mucho el libro había dejado de ser solo un objeto así que, lo acomodé en mi mochila café, lo guardé con tal cuidado como si fuese una bola de cristal que al menor impacto podría romperse.Llegué a la pastelería de siempre y mientras Victoria quien es la mesera de aquel lugar, se esforzaba por atender a más de cinco personas, moví mis manos en señal de que no se preocupara. Tenía todo el tiempo del mundo para esperar mi café y mi ponqué de siempre. “jueves, 22 de noviembre: Presumí tanto de este diario & de la fascinación por llenarlo de la fuente inagotable de Garsington que me avergüenzo de saltarme días; & aun así, como señalo, la única posibilidad de que este diario sobreviva es esperar a que yo esté de humor para escribir”. Habría que imaginarla en su cuarto prendiendo un cigarrillo mientras escribía con la mano izquierda todos los detalles de los amaneceres y anocheceres en Londres. Le encantaba mirar la luna y contar cuantas estrellas podía observar desde su ventana, Se propuso escribir sin falta después de tomar el té pues no quería renunciar a sus palabras. Caminaba de lado a lado mientras pensaba como podía empezar su novela “Noche y día”. Había momentos donde se negaba a sus primeros episodios causados por la bipolaridad, enfermedad que padeció desde pequeña. Aunque se esforzaba le era imposible no acordarse de la primera vez que enloqueció. Fue en 1895 cuando su madre Julia Stephen murió. Ella tenía tan solo trece años. Posteriormente se enteró del fallecimiento de su hermana Stella. Desde allí empezó a escuchar diversas voces que no la dejaban dormir. Se recuperó gracias al apoyo y amistad de Violet Dickinson. Después, de nueve años volvió a tener otro episodio tras saber la noticia de que su padre Leslie Stephen había muerto de cáncer. Por lo que, su hermana mayor Vanessa Stephen decidió trasladar a su familia a Gordon Square, Bloomsburry. Allí conoció a cuatro jóvenes que estudiaban en Cambridge. Turner, Clive Bell, junto con Saxon Sydney y Lytton Strachey con quienes compartiría hasta su vejez.Seguramente, por eso su obsesión de escribir cada día sobre los lugares y personas a las que frecuentaba. En enero de 1915 volvió a comprar un nuevo cuaderno para escribir todas las tardes aprovechando que su esposo Leonard Woolf salía a llevar las reseñas que había escrito durante toda la semana. Sin embargo, su última entrada, fue el 15 de febrero de aquel año. Sus constantes dolores de cabeza, sumado a varias noches de insomnio la llevaron a sufrir una crisis quizá la peor de toda su enfermedad, su esposo tuvo que contratar a varias enfermeras pues su actuar violento era hacía él. Esta crisis duró alrededor de tres meses en las Leonard no pudo ni asomarse a su cuarto. En 1917 decide continuar con su cuaderno, allí se percibe a una mujer que va paso tras paso para llevar a cabo una de las cosas que sueña: Seguir viviendo su experiencia como diarista. “lunes 8 de octubre: El descubrimiento de un viejo cuaderno que escribí en 1915, en una caja de madera guardada en mi armario y que aún hoy hace que nos riamos de Walter Lamb, me anima a intentar llevar este diario ahora que empiezo. Así pues, seguiré el siguiente plan: escribir después del té y hacerlo sin reservas; y, a propósito, Leonard ha prometido añadir una página cuando tenga algo que decir. Tiene que superar su modestia”.Me había tomado el café y la torta, pero sentía mucho frío. Desde las ventanas del lugar donde me encontraba podía ver la luz que provenía del sol y de un cielo claro. No obstante, mi mente se encontraba en Inglaterra, donde los amaneceres estaban dibujados por una gran niebla qué impedía ver con claridad y saber hacía donde podíamos dirigirnos. Entonces, mientras pasan los días en su narración se lee a Virginia como una mujer tranquila que, aunque lucía más delgada, estaba en un momento de serenidad, leer sus diarios nos lleva a encontrarla más humana y fuerte pues de esta manera, está protegiendo a sus empleadas del servicio para que no enloquezcan a causa de la guerra. “Luego cogimos el tranvía a Kingston & tomamos el té en Atkinson, donde ya solo te sirven un bollo. Hay escases de todo. La mayoría de las carnicerías están cerradas. No se pueden comprar bombones y las flores son tan caras que me conformo con las hojas que recojo… De repente, la guerra se ha hecho presente en todas partes”. Las explosiones y ataques parecían rodearlos. Por lo que, la señora y el señor Woolf decidieron dejar algunos colchones en la cocina. Tan pronto como escuchaban ataques aéreos se refugiaban en el primer piso. Llevar este diario hizo que Virginia se percatara de que los bombardeos en Londres solían ser en las noches de luna llena. Entonces, se preparaban y tomaban una taza de cacao mientras los estruendos sonaban cada vez más cerca. Virginia subía el tono de su voz y les contaba a sus empleadas algunos chismes de sus amigos para que sus empleadas se distrajeran. La guerra había dejado herido a Philip hermano de Leonard. El jueves 7 de marzo Virginia se encontraba nostálgica y anotó la siguiente frase: “Cuando más ve uno los efectos de la guerra en jóvenes que tendrían que estar felices más odias todo el asunto”.Sin duda, la guerra seguía y con esto se cerraban las posibilidades de salir a cualquier lugar, aunque en el día no solían haber ataques, el terror invadía cada parte de la ciudad. Por su parte, Virginia Woolf se aferraba cada día más a su cuaderno. Allí podía ser ella, incluso contar las peleas que tenía con su esposo. Fue la guerra lo que la llevó a hablar con sus amigos sobre todo con Clive Bell sobre el arte. Hablaban de arte para no morir, para no dejarse conducir por los días grises y de profundo dolor. Asistir al club y presenciar conversaciones interesantes era lo que ayudaba a que no volviera a encontrarse de nuevo con su enfermedad. Por eso, escribía para huir de las voces, para reflexionar sobre la guerra y los días desesperanzadores. Resistía para no dejar de plasmar en su diario.“viernes, 11 de enero: Otro día sedentario que, sin embargo, merece una nota por el placer de consignar que la cámara de los Lores ha aprobado la ley del sufragio. No me siento mucho más importante, aunque tal vez sí un poco más. Es como un título nobiliario: puede ser útil para impresionar a gente a la que se desprecia”. Es evidente que leer los volúmenes de los diarios de la escritora británica no solo nos acerca a sus pensamientos y a su vida íntima, además, nos conduce por momentos donde la sociedad logró un cambio, como la noche de 1918 donde las mujeres de más de treinta años por primera vez podían votar. Concentrarse en los gestos y palabras de las personas que visitaba la llevaban siempre a un momento de reflexión. El poder de la escritura la hacía una mujer que aún en situaciones deprimentes a causa de la guerra y de las voces que desde los trece años la atormentaban no la hiciera desistir al narrar momentos agradables y al mismo tiempo angustiantes de su vida. Aun con todas las bombas y muertes que la desgarraban, en un rinconcito de Inglaterra se refugiaba una mujer que esperaba pacientemente encontrar silencio en la madrugada para escribir inolvidables líneas como: “Me sorprendió que la edad consista no en cambiar de opiniones, sino en tener las mismas, pero marchitas”. Virginia siempre eterna.
Este 25 de enero se cumplen ciento cuarenta años del nacimiento de Adeline Virginia Stephen, más conocida como Virginia Woolf, probablemente una de las escritoras más extraordinarias de la literatura universal. Esa autora que quiso hilvanar la luz entre sus palabras y evocar el movimiento del agua, tanto en el océano como en el movimiento incesante de la ciudad. Y, si bien lo que se recuerda este año más que nada es el aniversario de su nacimiento, hay otro evento muy significativo de su vida que también vale la pena destacar: los cien años de Jacob’s Room, su tercera novela, publicada en 1922. Un libro que no suele recibir la atención que se merece y que sin embargo es fundamental para entender ese salto que da Woolf desde sus dos primeras obras, Fin de Viaje y Noche y Día (obras publicadas en Duckworth Press, la editorial de su hermanastro, quien abusó de ella en variadas ocasiones) a esas maravillas que son La Señora Dalloway, Al Faro, Orlando y Las Olas (por solo mencionar algunas), publicadas por la editorial que creó junto a su marido, Leonard: Hogarth Press. Ella misma notó ese brillo distinto y lo anotó en su diario (Woolf llevó un diario durante toda su vida, estaba siempre en conversación consigo mismo y con su obra), diciendo que por fin a los cuarenta años había conseguido escribir algo en una voz propia.En la habitación de Jacob se empieza a perfilar una libertad distinta, una voluntad de experimentación, una forma diferente de marcar la ausencia, de jugar con la página.En Jacob’s Room tenemos otra elegía, una nueva pérdida que se marca como una ausencia: marca que quedará de ahí en más en la obra de Woolf. Por ella la muerte pasa sin que nos detengamos a contemplarla o dolernos, lo que nos queda es la ausencia, las sillas sin ocupar a la mesa, unos brazos que se estiran sin encontrar a nadie, unos zapatos con los que nadie más saldrá a caminar. Woolf marca la ausencia de Jacob sobre la página, el vacío que queda, el fantasma que conjuran las palabras de otros y también el blanco que va distanciando a los fragmentos entre sí, una experiencia ciertamente distinta a la composición más tradicional de Fin de Viaje (una suerte de novela de formación degradada, con un personaje que no es capaz de vivir de acorde a las expectativas de la época) y Noche y Día (donde comienzan a marcarse con más fuerza, aunque se delinearon algo en su libro anterior, las dos protagonistas recurrentes de la ficción de la autora: la gran anfitriona y la artista (o la rara, en el mejor de los sentidos)).Pero volvamos un poco atrás. A la vida de una mujer que vivió muy joven la muerte de su madre y de su hermana Stella (que asumió el rol materno por unos años), que luego padeció la muerte de su padre (un hombre al que admiraba y consideraba un tirano doméstico en partes iguales y quien le enseñó a leer y a escribir en largos paseos) y saltó por una ventana en un primer intento de suicidio. Que sufrió abusos de parte de su hermanastro George Duckworth, que admiró y envidió profundamente a su hermana Vanessa Bell (quien encarnara para ella la mezcla perfecta entre la gran anfitriona y la artista; Vanessa fue una excelente pintora y diseñó las portadas de varios libros de su hermana), que cargó siempre como un fantasma la muerte de su hermano Thoby y se rodeó de los amigos de su hermano Adrian conformándose así el grupo de intelectuales de Bloomsbury.Woolf fue autodidacta pero con gran disciplina y ferocidad. En sus diarios y cartas va marcando sus lecturas y cómo se desafía a aprender griego, a leer todo Shakespeare, a todos los rusos. Y esa figura de la lectora voraz, que es andrógina y no calzaría nunca en un solo sexo, queda inmortalizada en Orlando, una obra magnífica y apasionada. Una obra que llevaba el subtítulo de “Una biografía” como descripción, burla y desafío pues a ella siempre le pareció que escribir una biografía era algo imposible.Para Woolf, las personas están cambiando todo el tiempo, a cada segundo y, con eso, con tantas versiones, la idea de una sola narrativa que de cuenta de una vida se vuelve francamente imposible, sobre todo si quien escribe no conoce a la persona en cuestión. No importa cuán cerca esté esa persona, siempre estamos cambiando. Algo que resuena con particular intensidad si se piensa que Leslie Stephen, padre de Virginia, tuvo a su cargo el Dictionary of National Biography.La biografía de Orlando es una biografía cambiante e imposible: Orlando pasa de ser hombre a mujer de un día para otro y sin mayor drama y la biografía abarca tres siglos. El ejercicio es llevado aún más lejos por la autora un par de años después cuando publica Flush, una biografía del perro de la poeta Elizabeth Barrett Browning. El gesto es audaz pues pone en cuestión el tipo de personas que suelen ser dignos de una biografía: ¿por qué no una persona común y corriente? ¿Por qué no un animal? Algo que también se une con una reflexión constante de la autora: los momentos que marcan la vida de una persona (o un perro) no son necesariamente los hitos que destacaría un biógrafo. Así, por ejemplo, en La señora Dalloway, la novela no nos muestra ni la boda de Clarissa ni el momento en que se convierte en madre pero sí se menciona, como el momento más importante de la protagonista, un beso que le dio su amiga Sally Seton un verano.La vida que fluye y que se escapa es el material de la obra de Woolf, los paseos por la memoria, sí, pero también las condiciones materiales que hacen posible la vida. Así, para escribir, nos dice la autora, no solo se necesitan ideas o un arrebato de inspiración, sino que un cuarto propio y dinero suficiente. En otras palabras: la posibilidad de cerrar una puerta a las interrupciones y requerimientos del mundo, independencia económica suficiente para poder comprarse una tajada de tiempo. Y Woolf tuvo su cuarto propio pero también su buena dosis de interrupciones. Interrupciones muchas veces marcadas por su marido Leonard Woolf y sus sirvientes que la obligaban a comer o le prohibían ir a la ciudad o escribir más de quince minutos diarios, o bien por los doctores que le recomendaban que descansara, que le sacaron dientes pensando que con eso controlarían su depresión y que le prohibieron embarazarse para no agravar aún más las cosas. Pero en la tajada de tiempo que sí tuvo, y que ella mismo marcó con un final, arrojándose al río Ouse, Woolf mostró todos los mundos que guarda la realidad, todas las versiones que viven dentro de una persona, especialmente de las mujeres.Todas esas voces, todas esas posibilidades, todos esos futuros.Esa ficción moderna que, nos dijo Woolf en su ensayo : “Modern Fiction”, es realista no cuando ordena y organiza sino cuando abraza al caos, al desorden.Woolf escribió muchas fiestas en sus obras, eran parte del decorado de sus grandes anfitrionas, lo que ponía sus vidas en movimiento. Probablemente la más espectacular y conmovedora sea la de La señora Dalloway, que se narra como un regalo, una ofrenda, que Clarissa quiere hacerle a su ciudad, Londres, que sigue adolorida, y llena de vacíos, luego de la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, a Virginia no le gustaban tanto. O no en la realidad. Sí le gustaba lo que ella llamó “el espíritu de la fiesta” y que consistía en la forma en que una celebración así transforma nuestra experiencia del tiempo: la anticipación, los preparativos; también la belleza de la decoración, de los vestidos, de las flores y luego los comentarios después de ella.Para Woolf, la fiesta perfecta, era aquella a la cual no se asistía. Y así se quedó muchas veces en su casa, arreglada para salir, con la ventana abierta, escuchando la música a lo lejos, los invitados apurando el paso, y esperando que alguien luego regresara para contarle cómo estuvo todo.Se cumplen 140 años de todas las Virginias Woolf que existieron sobre la Tierra. Todas sus versiones, todas sus alegrías (ese humor despiadado que mostraba en diarios y cartas; les recomiendo especialmente el volumen que contiene las de ella y su gran amigo Lytton Strachey), toda su melancolía profunda y conmovedora atención sobre las vidas y pensamientos de los personajes en sus obras (ese descenso a la mente de Septimus, soldado que vuelve de la guerra cargando fantasmas), toda esa inteligencia en sus lecturas y ensayos (El cuarto propio, sí, pero también El lector común) y todos esos dolores que la llevaron muy temprano a la muerte. Leerla (a ella, pero también leer sobre ella) es deslumbrarse frente a todas esas versiones, frente a ese mundo cotidiano que está enamorado de la vida a pesar de todo, aunque sea por un momento.** María José Navia es una escritora y académica chilena. Doctora en Literatura y Estudios Culturales por la Universidad de Georgetown, Profesora en la Facultad de Letras de la Pontificia Universidad Católica de Chile y autora de tres libros de cuentos y tres novelas. Una de ellas, Kintsugi, fue publicada en Colombia por Himpar editores en 2020, editorial que también publicará una de sus colecciones de cuentos, Una música futura, este 2022.